POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Salí de Oviedo, me planté en el Santuario de Aránzazu, en Oñati; caminé entre hayas y “apas” (“apa” es el hola coloquial, en vascuence) hasta el collado Elola y las nevadas praderas de Urbía, pasé el caserío Gorostiarán, la Ermita del Santo Cristo, atravesé el arroyo de Urbía, fuera del bosque, desde donde vi mi objetivo, la sierra de Aizkorri; continué hasta la majada de Arbelar y alcancé el punto más lejano y meridional, el mítico pico Aitzkorri (1.523m), con una ermita en la cumbre y una cruz grande; por la cresta recortada, de regreso hacia el norte, seguí al Aketegui (1.548) y su casita metálica, buzón de cumbre; luego al Aitxuri (1.551), el más alto de Guipúzcoa y las Vascongadas, señalado con un tambor metálico, y el Arbelaitz (1.506), para volver al Santuario, orar ante la Virgen del Espino y el impresionante retablo del ábside y regresar a Oviedo, centro del mundo, a soñar sobre mi almohada.
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