HOMBRES DE LA HUERTA Y EL CAMPO FORCAS, EL REY DE LAS LOMAS
Sep 14 2016

POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

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Para los uleanos hay una serie de dichos que entrando en lo que vulgarmente llamamos humor negro, tienen cierta aceptación y son admitidos siempre con sorna, como broma macabra o cierta filosofía parda.

Estos dichos son los que se relacionan y refieren concretamente a las Lomas, montículos o pequeñas estribaciones que circundan al pueblo de Ulea por el Este y que es precisamente el lugar donde se halla enclavado el cementerio.

Al igual que es muy corriente oír decir a la gente en Madrid en relación con la muerte: a éste, pronto se lo llevan al Este, que te vas para el Este o frases de parecida terminología que equivalen a decir te vas al cementerio del Este, el de más fama, que está precisamente en el este. A aquí en Ulea sucede lo mismo. (Expresiones muy utilizadas, en su escrito, por el erudito local Francisco Tomás Valiente).

Cuando aquí decimos a éste se lo llevan a Las Lomas o por poco me voy a Las Lomas significa que hemos tenido un percance, accidente o que hemos estado gravemente enfermos. Las Lomas son, para la gente de este pueblo, nuestra última morada y a donde iremos a nuestro postrer descanso, el eterno y, paradoja, también como en Madrid, el cementerio está en el Este.

Sin embargo, y aquí si que hay cierto anacronismo, desde Las Lomas se contempla y disfruta, tal vez la más maravillosa panorámica de la provincia y una de las más bellas de España, portada más de una vez de algún rotativo o periódico nacional. Nada menos que la belleza del Valle Moro de Ricote; con toda su magnificencia y esplendor.

Hay un hecho curioso, allá por entre los años 30 y 40 o posteriores, Las Lomas fueron habitadas y todavía quedan vestigios de las cuevas hechas, horadando la montaña, por un hijo del pueblo, un hombre al que llamábamos Forcas. Pero… ¿Quién era Forcas?.

Pues bien Forcas era un hombre rudo, tosco, pero alegre a la vez, nunca fue a la escuela, en el trabajo era anárquico y polifacético, desempeñaba cualquier faceta, segador, escardador, en roca buen picador, hacia de todo, tal vez sin saberlo Forcas fue un ácrata, un alma bohemia, un poeta rebelde sin pulir, nunca se sometió a nadie. Fue lo que llamaríamos el verdadero prototipo de hombre libre, que hacía lo que le venía en gana. En eso era intangible, no admitía consejos.

Al margen de esto, Forcas era muy ocurrente y original en sus expresiones y como quiera que al hablar, aspirara las palabras y las acompañaba con gestos, era del todo muy simpático y tenía gracia sostener un diálogo con él, por las palabras que se inventaba, de su cosecha. El léxico de Forcas mezcla entre campestre y huertano, era único.

Recuerdo que todos los amigos en tono simpático pretendíamos imitarle y alguna que otra vez entrábamos a la cueva donde él vivía para entablar diálogo, Forcas era afable, acogedor y locuaz.

Forcas, pese a sus escarceos amorosos que los tuvo, casi siempre vivió solo, mejor dicho siempre tuvo una compañera inseparable hasta su muerte La Pentá. La Pintada, nombre con que cariñosamente llamaba a su garrota con pintas negras y de la que no se desprendía nunca y por nada en el mundo, éste era su gran amor y así lo manifestaba.

Forcas amaba mucho a su pueblo y al enclave o lugar donde vivía, para él su cueva era un palacio imperial, el fruto de su trabajo.

La hizo él solito, pues en horadar y hacer túneles o siembras, no había quien le ganara en estos contornos, hizo todas las que hay por estos alrededores.

Cuando llegaba el estío, Forcas se iba todos los años a la campaña de la siega, generalmente a la Mancha, de donde regresaba después de un mes o más de estancia en las provincias de Cuenca o Albacete.

A su regreso siempre se apeaba en las estaciones de Cieza o Blanca desde donde se venía a pie con el hato a cuestas hasta su cueva de Las Lomas.

El último tramo del trayecto que hacía Forcas comprendido entre el empalme de la carretera general y Las Lomas, lo hacía Forcas casi corriendo, jadeante, sudoroso; anhelante por llegar y ver el valle y el pueblo.

Ya en Las Lomas, soltaba el hato y con gran emoción enarbolando su garrota y en su jerga habitual mirando al pueblo gritaba:

“Pentá mera a te peblo”- Pintada mira a tu pueblo-.

Forcas no era poeta, pero tal vez en sus sentimientos de alma sencilla, querría decir, querría expresar, “éste es mi pueblo”, “éste es mi valle”, “ésta es mi huerta”, “éste es mi río”, “ésta es mi gente”, y es que Forcas en el fondo era extremadamente sensible y afectivo.

En otra ocasión, fue un atardecer, llovía a mantas sobre Las Lomas, como diría Forcas, y sucedió que los primos hermanos, Felipe y Mariano Carrillo, regresaban de la Rambla. Se calaban vivos y la noche se echaba encima. No había más opción que correr hacia la cueva de Forcas para guarecerse del enorme aguacero, llamaron con fuerza palmeando sobre la puerta, Forcas desde dentro les respondió: ¿quién va?

– Abre Forcas soy Felipe, vengo con mi primo y nos estamos calando. Forcas desde dentro, socarrón y tratando de identificarlos, respondió: — ¿Con que eres “Celipe”?, vamos a ver si eres “Celipe”. Si eres “Celipe”, dime, ¿qué pasó cuando la mina?… –Pues hombre soy Felipe y pasó que te cayó un trozo de tierra en la ciembra que estabas haciendo que por poco te mata.

Forcas quedó complacido con la respuesta y abriendo la puerta dijo: “Es ferdá eras “Celipe”, me cayó un tarabantizo de láguena que por poco mesnucla”.

Y era cierto. En la construcción de una “ciembra” para el paso del agua, hubo un desprendimiento con grave riesgo para la integridad física de Forcas.

El anecdotario de Forcas, sería inacabable, por un atracón de almendras e higos de pala en los tiempos de penuria, tuvo un grave problema intestinal, el médico lo salvó, y él, escarmentado, decía: “Cuidiao nene, almendras e higos de pala, atrancao pa una semana”.

Y para terminar, Forcas ya no está entre nosotros, murió hace años, como era; como un bohemio, pobre, libre, con lo puesto, la caridad pública y su pueblo hizo posible su entierro, fue un hecho triste, pero al final tuvo suerte, fue fiel y quedó en su entorno querido, en el sitio que siempre vivió y amó: Las Lomas. El era su rey.

Allá iremos todos, yo desde ahora en vida y con cierto regodeo y complacencia lo asumo. Mi familia lo sabe, cuando llegue el momento supremo en donde quiera que esté, que me traigan también a Las Lomas, frente al Valle, allí quiero reposar eternamente.

Y ya de lleno en el terreno de lo sobrenatural y la fantasía, soñar en los dulces y plácidos atardeceres del valle y que nuestros espíritus junto con el de Forcas, floten sobre Las Lomas y extasiados decir: –“Este es nuestro pueblo, este es nuestro valle, esta es nuestra huerta, este es nuestro río, esa es nuestra gente, esto es confortador y hermoso, poeta Forcas” y tú nos lo inspiraste.

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