A Juan Manuel Domínguez Sierra todos lo llaman Bola, mote que le pusieron en el colegio por sus kilos de más. Un buen día, justo al volver de la mili en Barcelona, el tímido y algo retraído Juan Manuel tuvo la valentía de hacer de Bola un personaje. Así que en 1982, y después de pinchar en RitaFaunos Tope Wana, entró en LaBotika, mítico grupo teatral cacereño, de la mano de Marce Solís. «Casi todo eran chicas, menos Marce, Vicente Pozas, Manolito, el marido de Guadalupe Mostazo, y yo», recuerda.

Desde entonces Bola fue la cara de LaBotika, protagonista de exposiciones, alter ego de la exalcaldesa Carmen Heras, y desde ayer tiene una calle que de forma simbólica le han dedicado detrás de la ermita de San Blas, hasta que el pleno de Cáceres la apruebe de manera definitiva. Bola, hijo de Juana y de Manuel, fue el segundo de tres hermanos. «Mis hermanos son normales y corrientes. Yo no soy normal ni corriente, aunque, eso sí, siento que la gente me quiere», suele comentar a menudo.

Hoy, el Bola estaba más feliz que una perdiz. No es de extrañar después de que Cáceres haya reconocido su figura. Afincado en Hoyos, el actor regresó a la ciudad que tanto ama para acudir a un acto que ha presidido el alcalde, Luis Salaya. También han participado el concejal de Igualdad LGBTI, David Holguín; la primera teniente de alcalde, María José Pulido, y el cronista oficial de Cáceres, Fernando Jiménez Berrocal, junto a amigos y representantes del colectivo LGBTI.

«Doy las gracias a mi padre y a mi madre, que me enseñaron a ser como soy», Bola – Actor

En honor a la verdad hay que decir que si hoy El Bola tiene una calle es gracias a Holguín. En 2019 en una entrevista con este diario y a la pregunta: ¿Qué le diría a toda esa generación que desde la Transición marcó el camino para la conquista de los derechos del colectivo, que por cierto se homenajea este año en Madrid con motivo de la Semana del Orgullo?, Holguín contestaba esto:

«A ellos hay que decirles gracias, pero gracias con mayúsculas. Al fin y al cabo estamos aquí, disfrutando de nuestros derechos, gracias a toda una trayectoria histórica que arranca antes de la Transición. En Badajoz, en la sede del Meiac, hubo una cárcel para homosexuales, lesbianas, bisexuales y transexuales. Y eso ocurrió aquí, en esta tierra. En la Transición hubo mucha gente que decidió dar el paso, con todas las críticas, las circunstancias y la idiosincrasia de capitales de provincia. En Cáceres, sin ir más lejos, El Bola supuso un antes y un después. ¿Qué hubiera ocurrido en esta ciudad sin El Bola? Nunca había salido a la palestra alguien con esa valentía que tuvo en los años 80 para marcar el pulso y el ritmo que hoy se traduce en que cada uno de nosotros vivimos con libertad nuestra sexualidad».

Fue el comienzo. El final de esa frase se borda con la libertad de poner una calle al Bola en homenaje a todo el colectivo. «Estoy orgulloso de que me la hayan puesto. Y dar las gracias a mi padre y a mi madre, que fueron los que me enseñaron a ser como soy», ha dicho emocionado, sin perder el recuerdo a quienes antes que él enarbolaron la lucha. «Me hicieron tener la fuerza para salir del armario; ellos han sido mis referentes y también deberían tener su homenaje». Bola, un valiente.