POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA (ALICANTE)
Hay quien buscaba un lugar donde dormir junto a una gasolinera o a la orilla de una carretera, con las habitaciones limpias, para pasar sólo una noche, en zonas de paso de vehículos a motor y carros con caballerizas, ideales para carreteros, camioneros y conductores. En estos establecimientos existía una gran rotación de los huéspedes alojando a gente de paso.
La vida del carretero discurría bajo el signo de una emigración temporal. Su trabajo se desarrollaba lejos de su pueblo. Su trabajo era duro, en su ir y venir de Cartagena a Torrevieja, o de Murcia a Torrevieja, pasando por Orihuela camino de la población de la sal; la venta o la posada era el cielo abierto y su casa la carreta, el carro de bueyes o mulas.
Estos recorridos tenían la necesidad de apoyarse en una serie de edificios en los que poder descansar -las ventas y las posadas-, que permitían un alto en el camino y el refresco de viajeros y tiros; sin su ayuda, los trayectos no podían llevarse a buen fin: la longitud del camino a recorrer y el tiempo que se empleaba en ello confería una importancia esencial a la existencia de un lugar en el que hacer un alto o poder dar una carga de paja a los animales y un sustento al carretero. Era el tiempo, la medida -la jornada de viaje-, la pauta que marcaba la ubicación de estos albergues a lo largo del camino.
La pieza fundamental, en torno al cual se disponían el resto de dependencias de las posadas o las ventas era el patio al que accedían los carros directamente desde el camino a través de un portón, o bien a través de un zaguán con sus laterales cerrados; patios de grandes dimensiones con el fin de poder albergar en su interior el mayor número de carros y poder llevar a cabo las maniobras necesarias para entrar y salir.
Las cuadras estaban provistas de pesebres y espacio para albergar a los animales de tiro junto con sus arrieros y/o carreteros. Algunas ventas y posadas también poseían cobertizos abiertos a los patios, espacios destinados a guarecer los carros de las inclemencias del tiempo.
La aparición del automóvil ocasionó una revolución en las vías de comunicación; supuso la modificación y mejora de los antiguos caminos y la apertura de nuevos trazados de carreteras. Pero este desarrollo, que permitía alcanzar el destino de una manera más rápida y cómoda, hizo caer en desuso el empleo del motor de sangre como medio de transporte, lo que condujo a una acelerada desaparición de muchas ventas y posadas o su adaptación. Todos hemos escuchado alguna vez el dicho “Si hay camiones en la puerta se come bien y barato”, y así sucedía en los establecimientos de Torrevieja.
La venta de ‘Las Cibeles’ se encontraba en la entrada a Torrevieja por la carretera de Cartagena, junto al Acequión y al antiguo camino de acceso al cementerio y al que conducía a las salinas -hoy calle Portalicos-, desde un principio fue llamado ‘Paradero las Cibeles’, funcionando como ventorrillo, posada, y parador, siendo regentado en aquellos primeros años por un tal Carrillo, labrador que fue de la finca de Desiderio Rodríguez Sánchez denominada ‘La Ceñuela’. En aquella época sólo disponía de comedor, un patio y cuadras en donde se alojaban caballerizas y carreteros que para dormir se metían dentro de una saca llena de paja o de hierba al lado de los animales, para que con el calor de los bueyes pudieran estar descansados al amanecer. En el año 1956, fue comprado por el matrimonio Manuel Pérez Pérez y Trinidad Pérez Quesada, que se trasladaron de San Miguel de Salinas con sus dos hijos, Manolo y Clara, junto con la abuela. En 1963, ya ampliada, pasando a disponer, además de comedor en el bajo, una planta superior con habitaciones para hospedajes. Se volvió a ampliar en 1967, siendo transformado en hostal en 1972, prestándose a un nuevo desarrollo con aumento en el número de habitaciones al reedificarse con tres plantas -bajo y dos pisos-, sirviendo de alojamiento a un creciente número de veraneantes que preferían pasar la temporada alojados junto a la playa del Acequión. Estuvo en servicio hasta el año 1995.
El ‘Bar Pensión Costa de la Luz’, de Leandro Bernabé Mercader, fue edificado a mediados de los años sesenta del siglo XX. Situada junto a la Estación de Servicio San Cristóbal, en la hoy llamada avenida Gregorio Marañón. Disponía de comedor y servía de avituallamiento a los camioneros en tránsito hacía Alicante o Cartagena.
Por la entrada a Torrevieja por la carretera de Alicante -un poco más al interior en lo alto de la loma- estuvo el ‘Ventorrillo del Escámez’. Al final de la calle Apolo se levantaba la ‘Pensión Torres’ -hoy ‘Hostal Juan Carlos’-, también muy frecuentado por camioneros cuando aun no estaba trazado el nuevo recorrido de la entonces carretera N-332.
Con el tiempo se fueron perdiendo muchas fondas de carretera o, en el mejor de los casos, quedaron como restaurante para los del pueblo, algunas con vestigios de su esplendor aún visibles en su decoración, cuando los camioneros hacían parada obligatoria.
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