POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Tal como les prometí ayer, vamos a recordar viejas costumbres, centradas en la festividad de Todos los Santos, que adornaban la vida de los pueblos y en cierto modo contribuían a su identidad.
¡Cuántas veces habrán oído decir estas frases destinadas a reprobar la conducta de personas ignorantes en una materia y que presumen de ser doctas en ella:
. «¡Como el maestro de Siruela, que no sabía leer y puso escuela!»
. ¡El maestro de Algodor, que no sabía leer y daba lección!»
. «¡Como el maestro Campillo: no sabía leer y enseñaba a niños!».
¿Y eso qué tiene que ver con Asturias y con la festividad de Todos los Santos?
Antiguamente -y la costumbre perduró hasta los inicios del siglo XX- en muchas zonas rurales asturianas no existían escuelas con maestro titular o interino.
Los niños no tenían posibilidad alguna del más elemental aprendizaje salvo la que, en algunos casos, les brindaba el sacerdote encargado de la parroquia.
Para remediar esta situación, los vecinos de una parroquia contrataban a personas que «decían saber algo» y, así poder enseñar a sus hijos a leer, escribir, «cuentas sencillas» y un poco de «doctrina cristiana».
El contrato refería la duración del período docente (solía ser desde noviembre a abril) y el vecindario se comprometía a dar alojamiento y comida al maestro (normalmente, durante 10-15 días en cada casa) y un sueldo que oscilaba entre los 500 y 1000 reales de entonces (125 a 250 pesetas o 0,70-1,60 euros actuales) por mes. Un dato curioso: si el maestro sabía música (muy típico en los gallegos) cobraba algo más por sus enseñanzas. Este sueldo, si el vecindario estaba contento con la labor desempeñada por el maestro, se complementaba con algún obsequio como embutidos, huevos, salazones, frutas… procurando soslayar el famoso dicho de «pases más fame que un maestro escuela».
Tales «contratas docentes», en muchos pueblos de Asturias y especialmente en los limítrofes o cercanos a Galicia y León, solía realizarse en las primeras ferias de noviembre, sobresaliendo en ellas la FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS. Se las denominaba FERIA DE LOS MAESTROS.
Ahora hablemos de dulcería.
Son muchas y muy variadas las dulcerías que caracterizan estos días festivos.
Las confiterías asturianas nos ofrecen un muestrario muy interesante al respecto. HUESOS DE SANTO, HUESOS DE SAN ESPEDITO, BUÑUELOS, PANELLETS, TARTAS DE CALABAZA Y DE CABELLO DE ANGEL…
¿Saben ustedes?
Antiguamente los HUESOS DE SANTO (dícese que fueron invención de un fraile benedictino para «cristianizar» la festividad celta del samhain), elaborados exclusivamente con pasta de mazapán, tenían forma de HUESO. Pasado el tiempo se les dio la de canutillo rizado con un relleno de crema o de otra dulcería a gusto del pastelero, Hasta se los colorea con diversas tonalidades que van desde el rojo al violeta.
En fin, «ustedes mismos», que es frase indefinida e indefinible muy de la moda actual.
Mañana, más.