POR EL CRONISTA OFICIAL DE GUADALUPE (CÁCERES), ANTONIO RAMIRO CHICO
Los humilladeros eran monumentos religiosos o pequeños oratorios, llamados también cruz de término, ya que solían estar situados a las entradas o salidas de los pueblos, en los que se colocaba una cruz o imagen, consistente generalmente en unas gradas de planta circular o poligonal sobre la que se eleva un fuste rematado en nudo, macolla o capitel, que sostiene la cruz, labrada en piedra, aunque también podía ser de forja, cuyo afloramiento se produjo a partir del siglo XIV, éstos podían ser exentos y cubiertos.
Esta antigua costumbre de los reinos de España de elevar cruces conmemorativas de fechas o acontecimientos, o simplemente como testimonio que fomentaba la piedad cristiana, también se desarrolló en Guadalupe como foco importante de peregrinación, en puntos estratégicos de sus caminos, principalmente en el del Norte o de Castilla, en el Sur y en el Oeste o de Portugal, donde por primera vez, el peregrino divisaba el Santuario, lo que elevaba su espíritu, arrodillándose para dar gracias a Dios por ver alcanzada la meta de su peregrinación.
“Como refieren los que van a Jerusalén, que al divisar esta ciudad todos instintivamente gritaban Jerusalén, Jerusalén, aquí todos al descubrir a Guadalupe, se apean de sus caballerías y de rodillas rezan a veces y con lágrimas una Salve a la Santísima Virgen.”
Estos tres humilladeros o ermitas de Guadalupe: la de la Santa Cruz, San Blas y Santa Catalina presentaban características similares en su origen conservando aún una planta abierta de dimensiones similares, con puertas abiertas en casi todos sus lados.
1.-Humilladero de la Santa Cruz
Situado en la confluencia de las Villuercas y las Sierras de Altamira sobre el puerto o paso del “Portazgo”, desde donde se contempla, como dijera López de Vega, “la grandiosa estampa del Santuario, meta de tan largas andaduras y de tan ásperos caminos”., para perpetuar la memoria de los milagros de cautivos donde eran liberados de sus hierros y para que los peregrinos pudieran rezar con más fervor la Salve a la Virgen.
Bella construcción gótico-mudéjar de sillería y ladrillo que en su centro tuvo un altar y sobre su bóveda de crucería una gran cruz y azulejos polícromos. Por la semejanza que tiene con el Templete del Claustro Mudéjar parece que debe ser obra de Fray Juan de Sevilla.
Presenta planta cuadrada con pilares achaflanados en los ángulos y puertas en cada una de las caras rematadas en arco escarzano sobren el que se proyecta en el nivel superior otro arco apuntado y enmarcado en un alfiz, en cuyo interior, se desarrolla una serie de arcos apuntados menores con formas ornamentales circulares de fuerte inspiración floral, cuya solución se proyectará en el XVI sobre el claustro Gótico. Se remata el segundo cuerpo con canecillos lobulados sobre los que descansa la cornisa que sirve de separación entre la pirámide superior o cubierta.
Debido a su valor patrimonial la ermita del Humilladero que recogió los primeros besos y las primeras lágrimas de los peregrinos ha sido restaurada a lo largo de estos cinco siglos en diversas épocas, entre los años 1515 y 1519, sufrió la primera reforma añadiéndola las gradas para la cruz gótica y cubriendo el techo en forma de pirámide con hermosos azulejos, siendo la última en el 2009 con motivo del centenario del Patronato de Nuestra Señora de Guadalupe bajo la sabia dirección del arquitecto Antonio José Más-Guindal Lafarga.
2.- Ermita de San Blas
Antiguo humilladero, situado en el Camino de Mérida o del Sur, dedicado en un principio a San Sebastián tal como se aprecia en el grabado pintado por Antón de Wyngaerde en 1567 para Felipe II y que corrobora unos años después, el padre Talavera en las primeras páginas de su obra dando cuenta de las tres ermitas, vulgarmente llamadas humilladeros, en hora y memoria de la Virgen soberana, de la Santa Cruz, de Santa Catalina y de San Sebastián.
Como bien corroboran Salcedo y Saumell en su estudio comparativo de las tres plantas, el humilladero de San Blas sufrió importante modificación en su planta cuadrangular, adosándole posiblemente más tarde la cabecera cuadrada al lado Este, con el fin de presentar el altar de la imagen titular. También sus portadas abiertas a los cuatro frentes con arcos de medio punto, fueron rebajadas convirtiendo sus arcos en escarzanos, tapiando las dos laterales.
Otros elementos que nos hablan de periodo arquitectónico diferente son los gruesos contrafuertes circulares de la nave principal y de la cabecera, tan del gusto guadalupense, presentando los primeros un elemento distinto, especie de anillo o moldura de ladrillo a la altura de los salmeres de los arcos. También sus bóvedas nervadas presentan un pequeño matiz diferenciador, la de la nave está enmarcada por arcos apuntados, mientras que la del presbiterio está situada a un nivel más inferior. Recorre todo el cuerpo una cornisa sobre la que descansa la cubierta también a cuatro aguas.
En 1945, el padre Claudio López lleva a cabo la restauración más profunda de la ermita adosándole la cabecera o presbiterio, donde levantó un frontal de altar cerámico hecho en Sevilla en el que se representa una escena del santo con los escudos del Santuario, de la Orden San Jerónimo y San Francisco, obsequio de Francisco de Paula Oliva y Mack y su esposa , donde colocó una imagen de San Blas, regalo del Ministro de la Gobernación Blas Pérez González; las verjas fueron donadas por Eusebio González y las andas por el ebanista guadalupense Pedro Guadalupe, la Diputación de Cáceres también contribuyó con 10.000 pesetas con las que se construyó el ramal o camino desde la carretera hasta la ermita, instituyendo así la romería de San Blas.
3.-Ermita de Santa Catalina
Sobre la falta de Pico Agudo, a 760 metros de altitud, se levanta la ermita de Santa Catalina sobre una pequeña meseta, donde confluyen varios caminos, el de Trujillo y Berzocana, así como una vía pecuaria que va desde San Blas a Miramontes.
Este humilladero es obra del siglo XVI, de estilo gótico con elementos mudéjares, mandado construir bajo el priorato de Fray Juan de Siruela (1515-1519). A semejanza de los anteriores tiene también una planta casi cuadrada con puertas o vanos a las cuatro caras con arcos escarzanos, si bien igual que ocurre en el de San Blas, las dos laterales están tapiadas y sobre la del fondo, se amplió o se desarrolló la cabecera, aunque al exterior parece una sola nave con cubierta a cuatro aguas. Su interior presenta en cambio dos bóvedas, la de la nave es de cañón apuntado, mientras que la del presbiterio es de medio cañón, algo rebajada y a una altura más inferior, lo que denota su posterior desarrollo.
Con motivo de la exclaustración monástica (1835-1908), dicho humilladeros sufrieron el abandono y la desidia por lo que sus muros quedaron grieteados y casi derruidos hasta la llegada de la Orden Franciscana que en 1967, bajo la dirección de santo varón fray Javier Beltrán Arrieta, párroco de Guadalupe, llevo a cabo dicha reforma, concluyendo felizmente en 1978 con la entronización de la Santa, durante el mandato de fray Daniel Maya García.
[Raíces de Guadalupe: «Bosquejo histórico-literario de Guadalupe», Ramíro Chico. Madrid, 2015, 84-77 pp.]
Fuente: http://cronistasdeguadalupe.blogspot.com.es/2018/02/humilladeros-hitos-de-fe-en-guadalupe.html