POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Hay quien cree que la inocencia es ignorancia y quien asegura que sólo la inocencia puede habitar el universo. En esa línea he recogido en el Fontán estos casos: “-Ayer me dieron por detrás en el coche. -¿Diste parte al seguro? -No me has entendido”. “-Hija, deja de coquetear con el panadero, podría ser tu padre. -Me da igual su edad. -No me has entendido”. “-¿Estás más delgada, no? -Es que el negro me adelgaza. -¡Pero si vas de rojo! -No me has entendido”. “-Tu mujer me pidió que la ayudara con una estantería y acabé montándola. –Se le da fatal el bricolaje. -No me has entendido”. “-Cuando quiero hacer el amor con mi mujer dice que le duele la cabeza. -A mí nunca me lo dice. -Pero tú no estás casado. -No me has entendido”. Pero, ¿merecerá la pena entender? Algo de eso cuenta Zorrila en el Tenorio, cuando la abadesa envidia de Inés la virtud del no saber.
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