POR GONZALO MARTÍNEZ ESPAÑOL, CRONISTA OFICIAL DE ASPE (ALICANTE).
Este año, las especiales circunstancias tan solo nos van a permitir disfrutar de la jira de manera virtual. Confiemos que el año próximo nos permita regocijarnos de nuestra peculiar celebración, que impregna de colorido, alegría, ingenio y música nuestro pueblo.
Carecemos de fuentes escritas que nos indiquen el origen de nuestra fiesta. La tradición oral la remonta a la segunda mitad del siglo XIX, si bien, la festividad ha ido experimentando variaciones a lo largo del tiempo.
Los testimonios orales de nuestros abuelos narraban que en los años veinte, los aspenses se agrupaban en cuadrillas para festejar el día de la jira en el campo. Las mujeres ataviadas con mantones de Manila, delantales y flores en la cabeza o en el pecho. Los varones sin indumentaria especial, algunos provistos de guitarra, laúd o bandurria para amenizar con música la jornada. No faltaba un buen pellejo de vino para acompañar la comida.
En los años treinta comenzaron a aparecer los disfraces, buscando cierta uniformidad en el atuendo, que solía ser de elaboración personal. En la imagen podemos contemplar un grupo de niños y mayores que lucen pañuelos blancos al cuello, pequeñas chisteras, y las féminas delantales blancos. Los participantes tienen asidas botellas de bebida o tazas. Un chico porta un acordeón y sobre sus pies, una paellera vacía ha saciado las apetencias arroceras de los participantes, y lo que podría ser un postre en forma de mariposa.