ENRIQUE GÓMEZ MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE ANDÚJAR, EN EL LIBRO, ‘ANDÚJAR 1890-1975’ NOS PRESENTA UNA SERIE DE FOTOGRAFÍAS QUE DAN CUENTA DE IMÁGENES DE FAMILIARES DEL AUTOR Y DE PERSONAJES ILITURGITANOS RELEVANTES
Decía Cicerón unas cuantas décadas antes de Cristo que «no saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños»
Por unas cosas y otras lo he ido demorando, y hoy ya no quiero dejarlo pasar en este dietario público. Sobre la mesa tengo dos libros que he podido leer últimamente y que merecen ser reseñados por diferentes valores pero especialmente porque nos ilustran, cada uno a su modo, sobre esa intrahistoria, sobre la aparentemente leve, pero considerable historia, esa, cuya adición de sumandos conforma la gran historia del pueblo. Decía Cicerón unas cuantas décadas antes de Cristo que «no saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños». Pues bien, ambas obras nos hablan de algún modo de la historia de Andújar. Una de ellas está escrita y coordinado por el cronista local, y amigo, Enrique Gómez Martínez, cronista oficial de Andújar, historiador avezado en el devenir de la ciudad y que ya tiene escritas muchas, muchísimas, páginas que dan cuenta de infinidad de aconteceres significativos en la historia de Andújar. Su amplísimo currículum da fe de ello. El libro, que hace muy pocas fechas presentó y que les recomiendo se titula Andújar 1890-1975. Se trata ante todo de un libro de imágenes que nos presenta una serie de fotografías que dan cuenta del periodo de tiempo que nos propone en el título. Imágenes de familiares del autor, de personajes iliturgitanos relevantes, de acontecimientos, que marcaron aquella época. El libro se divide en varios apartados, como el dedicado al contexto de la Virgen de la Cabeza, la vida en el poblado de Los Villares de Andújar, el Club Deportivo Iliturgi, que fue un referente de la ciudad y que tuvo significativa trascendencia en los ámbitos deportivos, hasta en los nacionales. Rememora momentos como cuando se trasladó el mítico campo de San Eufrasio al Nuevo Estadio, a mediados de los años ochenta del pasado siglo. Otros apartados don los referidos a la Andújar monumental, la actividad municipal en esos años, la enseñanza, el retrato… Es en definitiva un repaso a través de 207 fotografías con sus apostillas y los diversos textos, por una parte de la memoria de la ciudad, algo muy importante para construir la auténtica historia de la misma.
Por otro lado, igualmente quiero recomendarles y ponderar el libro escrito por Francisco Fuentes Chamocho Cazando Apodos con el subtítulo de Aproximación a una relación de apodos en Andújar (Jaén). Francisco Fuentes es uno de esos iliturgitanos y amigo que llevan la andujanía a flor de piel y a altas cotas de reconocimiento, no obstante es autor de diversas publicaciones sobre la ciudad, especialmente de la Virgen de la Cabeza, y es activo motivador de los anales locales. La obra prologada por Francisco Manuel Carriscondo, y con ilustraciones de José Luis Jurado (el dibujo de la portada es de José Villar Casanova ‘Vica’) relata en varios capítulos el universo en general de los apellidos hereditarios, de los motes, alias, y apodos, para finalmente hacernos una relación alfabética de apodos de Andújar. Los motes y los apodos son tan antiguos como la historia del hombre. Revelan una actitud sociológica y antropológica, de las diferentes sociedades en que se estructura el ser humano. Ya en los primeros textos latinos de la antigüedad nos encontramos con escritores como Plinio ‘El Viejo’ para diferenciarlo de su antónimo y sobrino Plinio ‘El Joven’. A Jesucristo en el Nuevo Testamento se le apoda ‘El Nazareno’. No hay diferencia en las clases sociales y también tienen su mote los príncipes y monarcas: Alfonso X ‘El Sabio’, Pedro I ‘El Cruel’; Isabel y Fernando ‘los Reyes Católicos’. Los apodos y los motes desempeñan funciones denominativas, diferenciadoras y descriptivas. El apodo, es un sobrenombre, sirviendo para distinguir a dos personas del mismo apellido y a veces con el mismo nombre de pila, y así se agrega a éste. En tal sentido hablamos de Luis ‘el sacristán’. Luego el apodo se transmite durante varias generaciones, convirtiéndose en referencia de una familia o clan.
El mote es otra cosa, no trata de diferenciar a dos personas, sino que señala a una; lo que ocurre es que, con el tiempo, se puede convertir en apodo (le pusieron por mote ‘el jarras’, porque siempre ponía los brazos en jarra, pero, después, a sus herederos, que ya no tenían esa característica, siguieron llamándolos ‘los jarras’). Ambas obras están impresas por Gráficas la Paz, de Torredonjimeno, que con la garantía de José Madero está haciendo una gran apuesta por la provincia Jaén. De esta imprenta surge con afanes de mujer Madara Editoras, que ha publicado los dos libros.
Fuente: https://andujar.ideal.es/ – ALFREDO YBARRA