POR ANTONIO HORCAJO, CRONISTA OFICIAL DE RIAZA (SEGOVIA)
Se ha ido silenciosamente, como acaso quiso vivir. Pero un hombre de la talla humanista de Ángel no puede pasar desapercibido por el ingente volumen de actividades que han ocupado su vida. La docencia, el periodismo, la poesía, la crónica, el impulso a la actividad cultural y social durante décadas, a través de su creación, la Asociación La Colodra, han ocupado mucho espacio y mucho entrañable recuerdo, que ahora se agolpan, cuando súbitamente nos deja.
Orgulloso de su origen segoviano y serrano, de su pueblo natal, Casla, donde el apellido Esteban ha escrito para Segovia y España páginas de servicio impar, pues que de aquí salieron, para servir con prestigio médicos ilustres, como su tío el siempre bien recordado doctor don Mario Esteban, cuya trayectoria tan presente estuvo en la vida y ejemplo transmitido por Ángel, a quien ahora recordamos con gratitud, con fervor y lealtad.
Ángel Esteban Calle nos lega un amplio campo de buen y prolífico poeta y recitador –recuerdo ahora aquella sesión cultural en el Castillo de Castilnovo, junto a Elisa Montés- que dejó huella del alto nivel alcanzado por este apasionado poeta segoviano. Hombre silencioso, más bien diríamos discreto pero apasionado por “su Sierra”, que es la nuestra y de la que estaba enamorado y le rendía su pleitesía, como otro de sus defensores y cantores. Llenas están las hemerotecas de su actividad y su desprendimiento, en concursos anuales sobre los lugares segovianos que amaba con delirio y conocimiento profundo de sus tradiciones, sus costumbres, sus virtudes y, acaso, sus defectos denunciados para corregirlos y transformarlos, su realidad entrañable y eterna.
Siempre que sus obligaciones docentes o informativas, consecuencia de su tarea periodística se lo permitían, salía disparado a Casla donde se transformaba en una célula viva, comunicando iniciativas que alcanzaban con rigor y profundo amor a lo que la Tierra De Segovia significaba para él. Pedraza, también refugio para sus ensoñaciones, Segovia y Madrid, donde residía y ejercía su magisterio con generosidad.
El Centro Segoviano de Madrid era su remanso, la Mesa de los Cronistas, a la que nunca faltó, su sosiego y el mundo de su creatividad el espejo de su bonhomía. Ahora, de sopetón, Ángel nos ha dicho adiós, mejor, de sopetón no, con la discreción y la sencillez que le adornaban, se ha ido en silencio. Notaremos el vacío que nos deja, pesará mucho la ausencia que nos queda, al no poder seguir gozando de sus ejemplos y enseñanzas. Seguro que ya ocupa el buen lugar que se ha ganado. Su nombre quedará escrito en el mural de nuestro corazón. Gracias Ángel por tanto bueno como nos has dado.
Fuente: https://www.eladelantado.com/