POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Pedro Sánchez promete un imposible: decencia y diálogo; en cambio, no practicó el diálogo estos días desde su enroque, su pulcra atalaya, su intransitiva decencia. Según el marketing, el trabajo del vendedor empieza cuando el cliente dice “no”. Le preocupa la decencia a Pedro. “¡Indecente!”, espetó a Rajoy, y tuvo que envainársela por escupir al cielo. Lo digo con cariño, me interesa la izquierda moderada, exhortaría a san Sánchez a no mentar la decencia y que su proceder fuera menos digno, más atrevido, más comercial. La política, como las relaciones humanas y la convivencia, exige manoseos, contacto lúbrico de conciencias; con un mojigato es imposible el tango, ni siquiera el pasodoble; si uno pretende ser dialogante y copulativo entrénese para el despelote fraternal; lo demás, la decencia que reclama, es vicio solitario. Dialoga, majo, sé indecente de una puta vez.
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