POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA- CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

En la orientación de las casas, cuevas, barracas y secaderos, en las huertas y campos de mi localidad a mediados del siglo XVIII, se tenía en cuenta la dirección de los vientos y la intensidad del calor del sol. Tanta importancia tenía que los agricultores, distinguían a la perfección que la construcción de habitáculos, cuevas y barracas, era distinta en las huertas de regadío y en los terrenos de secano del campo.

En el campo desde el Puerto de la Losilla hasta la Tercia del Tinajón, pasando por Cuesta Blanca, Cuesta de los Arrieros y las Minas, tenían que orientarse en función de los vientos. Como buenos labradores eran conocedores de como irrumpían los vientos de levante, de poniente, el mistral, el siroco, el jaloque o el leveche y, la repercusión en sus vidas y sus cosechas.

Sin embargo, en la huerta de la vega de la localidad, surcada por el río Segura, y amparada por la sierra el Castillo, los agricultores marcaban sus hitos en los terrenos de regadío en función del sol. Bajo esos parámetros construían sus viviendas, barracas, secaderos y cuevas; en función de la irradiación de los rayos solares y, por consiguiente, según las estaciones del año y el impacto solar por el norte, mediodía, levante o poniente.

Ante dichos cambios climatológicos, los agricultores se veían ayudados por unos aliados que no les fallaban nunca: los animales; tanto de corral como de carga, con sus balidos o rebuznos. Ellos avisaban a los agricultores de los cambios bruscos de la meteorología por medio de sus barruntos.

Tanto en las heredades de los terrenos de secano del campo como de la huerta, los agricultores tenían en cuenta las estaciones del año, las direcciones del viento y la intensidad de las irradiaciones solares, con el fin de utilizar, de forma óptima, sus cambras también llamadas cámaras o habitáculos, como secaderos de alfalfa, heno, almendras, tabaco, pimientos, algarrobas, maíz, trigo, cebada, garbanzos, alubias, etc. Sin lugar a dudas, los labradores de estas tierras, eran unos verdaderos meteorólogos.