POR RAFAEL SÁNCHEZ VALERÓN, CRONISTA OFICIAL DE INGENIO (GRAN CANARIA).
Ocho de los diez molinos hidráulicos de Guayadeque se encuentran en lamentable estado de ruina y abandono.
La cuenca de Guayadeque se extiende desde el espacio natural de la Caldera de los Marteles hasta el paisaje protegido de la Montaña de Agüimes. Delimitando los municipios de Ingenio y Agüimes, conforma uno de los ecosistemas más interesantes de Gran Canaria, además de su belleza paisajística, abarcando aspectos naturales como geología, geomorfología, flora y fauna, que lo han convertido en un área protegida bajo la denominación “Monumento Natural de Guayadeque”, a lo que se añade otros aspectos debidos a la mano del hombre como son los de índole arqueológica, etnográfica o recursos hidráulicos.
En lo que se refiere a su riqueza hidráulica, desde tiempo inmemorial sus aguas manantes, subálveas y subterráneas, administradas por los heredamientos Acequia Real de Aguatona, Santa María y los Parrales y Principal y Mina, han contribuido al establecimiento de comunidades en sus orillas (Ingenio, Agüimes y Carrizal) y al desarrollo económico de la zona. Sus infraestructuras (minas, pozos, acequias, cajas de reparto…), constituyen un legado de alto valor etnográfico.
Sus aguas debidamente canalizadas, aparte de regar por gravedad las amplias vegas limítrofes, fueron utilizadas como fuerza motriz para mover los diez molinos que desde el siglo XVI se construyeron en las laderas de Guayadeque; seis en la banda del municipio de Ingenio (Perera, La Cuesta, Blas Pérez Franco, Enmedio, Abajo y la Canal) y cuatro en la de Agüimes (Chico, Molinilla, Ananías y Lolita). De los diez mencionados, solamente los dos últimos se encuentran en buen estado y en disponibilidad de molienda, gracias al celo y cuidado de sus dueños; los ocho restantes, todos de propiedad particular están completamente desmantelados de sus maquinarias y en lamentable estado de deterioro, en los que solo se puede apreciar el cubo o depósito regulador y restos de paredes de las casas de molienda en absoluta ruina y abandono. El llamado molino de Perera que data del siglo XVI está invadido por la maleza y el cubo del molino viejo de Carrizal (Blas Pérez Franco), de los más antiguos, a punto de desplomarse, con el consiguiente peligro para los viandantes. Lamentablemente no se conoce ninguna actuación de las autoridades municipales de Ingenio y Agüimes ni ningún tipo de estamento de la administración, tendente, al menos, a la conservación y protección de estos bienes históricos a pesar de estar catalogados como bienes patrimoniales a conservar.
Uno de los casos más sangrantes lo constituye el llamado molino de la Cuesta que en los últimos tiempos ha sido sometido a saqueos y actos vandálicos de toda índole con sustracción de las piezas de su maquinaria, puertas, ventanas, mobiliario, y hace poco tiempo se ha desplomado el techo de gran parte de la sala de molienda que van haciendo desaparecer uno de los últimos molinos hidráulicos que estuvo en servicio en la zona.
Historia del Molino de la Cuesta
Se encuentra situado en el histórico paraje de “Cueva de Palomas” en el término municipal de Ingenio, casi equidistante de los núcleos urbanos de Ingenio y Agüimes, en la solana del barranco, a mitad del primitivo camino que desde Ingenio conducía a Guayadeque, justo en la intersección con otro camino de herradura que viniendo de Agüimes lleva a la Vega Castaña (medianías de Ingenio) a través del paraje del Ratiño. Este topónimo que el tiempo transforma “Cueva de Palomas” en “Cuesta de Palomas” y en los últimos tiempos solamente “la Cuesta”, debe su nombre a una cueva ubicada a pocos metros del molino que encierra una extraña leyenda que nos atemorizaba cuando en nuestra etapa infantil jugábamos por aquellos alrededores. Junto al molino pasa la acequia general del heredamiento Acequia Real de Aguatona, desde la cual se llenaba el cubo que producía la fuerza motriz para el movimiento del rodezno.
Más de dos siglos contemplan su existencia, pues fue 1806 cuando se desarrolla el complicado procedimiento para su construcción, según consta en un denso expediente de la Real Audiencia de Canarias que se conserva en el Archivo Histórico Provincial de Las Palmas. El contenido de este expediente constituye una fuente de alto valor historiográfico donde se detalla meticulosamente todo el proceso burocrático necesario para la construcción y puesta en servicio del molino.
La construcción de un molino hidráulico requería una gran inversión y su puesta en servicio necesitaba la aprobación por parte de la Real Audiencia de Canarias, previa autorización del heredamiento Acequia Real de Aguatona para la construcción de un «herido” y aporte de sus aguas.
Fueron sus promotores, Bartolomé Rodríguez Pérez, dueño del solar, y su cuñado Antonio Herrera, ambos vecinos de la Villa de Agüimes, quienes a través de un apoderado se dirigen mediante escrito a la Real Audiencia el 10 de marzo de 1806, justificando su petición en que en el pueblo del Ingenio y sus inmediaciones había una gran falta de molinos y aunque en dicho pueblo funcionaban dos de pequeña envergadura, el caudal de la heredad Acequia Real de Aguatona era corto y se partía por otras acequias antes de llegar a ellos, por cuya razón permanecían parados muchos días, moliendo con lentitud, sin poder dar salida al grano, teniendo los vecinos que esperar a veces hasta ocho y más días para hacer sus moliendas, o bien tenían que caminar más de media legua hasta el llamado molino de Guayadeque mucho más lejano del que proyectaban construir, teniéndose que atravesar caminos malos y peligrosos. Para su construcción ya tenían acopiados los materiales necesarios, mientras que para tomar el agua para hacerlo mover solo se necesitaba levantar la acequia por la ladera de Cueva de Palomas, poniéndola unas ocho varas más alta en un tramo de unas doscientas varas en cuya obra construida a sus expensas se emplearía argamasa (arena y cal) y no de tierra y risco como la que existía, produciendo beneficios a los regantes, estando prontos y conformes bajo obligación hipotecaria en tener siempre adecentado dicho trozo de acequia y reedificarlo a sus expensas siempre que ocurriera algún deterioro, a satisfacción del Alcalde de Aguas una vez se hubiera concluido la obra.
Para cumplimentar el procedimiento y a petición de la Real Audiencia, el Alcalde Real Ordinario de Agüimes informó como cierto, ser útil al público la obra de dicho molino por las causas expuestas, así como la del Alcalde de Aguas del Heredamiento Acequia Real de Aguatona en lo referente a introducir las aguas de la acequia general de Ingenio.
Correspondió al Aguacil Mayor del Ordinario de Agüimes trasladar la Real Previsión a las autoridades y herederos del Heredamiento Acequia Real de Aguatona, para ello necesitó varios días en recorrer, primero la Villa de Agüimes, comunicándolo al párroco, Convento de Predicadores, Comandante de Armas, Alcalde Real y Juez Ordinario, y varios sacerdotes, para después trasladarse a Ingenio y Aguatona, visitando a cada uno de los partícipes para que quedaran enterados. Los herederos en un principio se mostraron reticentes, cuya actitud justificó el Alcalde de Aguas porque se encontraban “beneficiando los millos y cogiendo las sementeras” y no podían asistir a una sesión en las salas capitulares, por lo que fueron convocados el día de la Santa Cruz coincidente con la reunión anual.
El fiscal se pronunció favorablemente por parecer útil al público y sin que pudiera causar perjuicio al heredamiento de la Acequia Real del Ingenio. El Presidente, Regente y Oidores de la Audiencia, habiendo visto el expediente instruido acordaron conceden licencia para que se construyera el molino por junio de ese año, debiendo ejecutarse las obras con intervención del Alcalde de Aguas del heredamiento.
Al fallecimiento de Bartolomé Rodríguez, el molino debió pasar posteriormente mancomunado a sus herederos, puesto que por 1826, según consta en el Registro de Hipotecas de Telde, Manuel, María de las Nieves y Juana Rodríguez poseían cada uno la décima parte indivisa. Una de estas partes, propiedad del vecino del Ingenio, Antonio López, por herencia de su madre fue vendida en 1838 a Miguel Yedra que llevaba en arrendamiento el molino de Guayadeque en documento público extendido por el escribano de Agüimes Juan Alonso Alvarado. Con el tiempo el molino pasó a la propiedad del sacerdote natural de Agüimes y recordado párroco de Gáldar, José Romero Rodríguez., etapa en que fue llevado por un molinero, existiendo constancia documental entre los años 1904 y 1917 en el Boletín Oficial de Canarias de su posesión por el cura agüimense, si bien había fallecido en 1912. Una riada provocada por el desbordamiento del barranquillo de la Cañada de Castro, aporte de Guayadeque, destroza una buena parte del molino que lo dejó fuera de servicio hasta que años después, Juan Andrés Olivares Artiles, conocido por “Juanico Andrés el de la Cuesta” participa en su reconstrucción y lo toma en arrendamiento de sus herederos, habitando con su esposa e hijos en una casa contigua; uno de ellos, Antonio Olivares Acosta, casado con María del Pino Alemán Santana adquieren mediante compra cada una de las catorce partes indivisas en que quedó dividido el molino y terrenos anexos a los herederos del fallecido presbítero, teniendo especial protagonismo en su adquisición su cónyuge conocida por “Mariquita del Pino” a la que hoy se podría considerar ejemplar emprendedora e incansable trabajadora, al regentar al mismo tiempo una panadería, tienda y también tareas de molinera. Fallecido el matrimonio, el molino pasa a manos de sus hijos los hermanos Olivares Alemán que lo traspasan en los años finales del siglo XX a Manuel Ruano Pérez y tras su fallecimiento pasa a sus hijos, actuales propietarios.
De manera anecdótica se puede comentar que Juanico Andrés fue un experto labrante de piedras de molino, que labraba extrayéndolas del propio Guayadeque de la roca basáltica o “piedra molinera”, porosa pero de gran dureza que resistía mucho tiempo sin “picarla”, trabajo especialmente laborioso para el molinero. Quizás por ello podía moler las semillas del salado o barrilla traídas de la costa, especialmente duras que gastaban la piedra con gran facilidad, para transformarse en gofio en los difíciles años en torno a la Guerra Civil, ante la carencia de grano.
Aquel popular molino, cuyas piedras medían 0,95 metros de diámetro con una fuerza motriz de 2,65 CV que trituraban 140 kg. de grano en jornada de ocho horas con su tostador, estuvo en servicio hasta los inicios de la década de 1970. Hasta 1980 se encontraba en buen estado gracias al cuidado de “Mariquita del Pino”, que conservaba la licencia industrial a pesar de llevar años inactivo.
El pleno corporativo del Ayuntamiento de Ingenio en sesión celebrada el día 3 de junio de 1982 acordó declarar edificio o conjunto de interés histórico-artístico el molino de “La Cuesta”, propiedad de los herederos de Antonio Olivares Acosta. Observando el desolador aspecto que presenta en la actualidad, no deja de ser un sinsentido la descripción contenida en el Plan de Ordenación del Territorio dentro del Catálogo de Patrimonio Etnográfico del Término Municipal de Ingenio del año 2001 donde se expone que se trata de una estructura hidráulica de interés etnográfico y que “su potencial para rehabilitarse es claro, dado su estado de adecuar su estructura para fines etnográficos-interpretativos”.
De nada ha servido el papel y las disposiciones oficiales; el histórico y representativo molino de la Cuesta, o mejor dicho, sus ruinas, permanecen a la vista de cuantos visitan Guayadeque cada vez más degradado, extensivo para los siete molinos restantes que perviven entre el olvido y el abandono. R S V