POR RAFAEL SÁNCHEZ VALERÓN, CRONISTA OFICIAL DE INGENIO (CANARIAS).
Propiedad del fiscal Juan Fullana y sus hijos en el siglo XVI, posteriormente de la parroquia de Nuestra Señora de Candelaria, desamortizado y subastado en el siglo XIX, en la actualidad es un núcleo urbano más del casco de Ingenio
Una moderna barriada situada en la parte sur-occidental del templo y plaza de Nuestra Señora de Candelaria de Ingenio, con calles debidamente planificadas y edificios en muchos casos autoconstruidos, se empezó a desarrollar en la década de 1960 en un amplio espacio de tierra de labor, convertido en solares, uno de ellos destinado durante un tiempo a terrero de luchas del equipo local Maninidra y otro, donde se construyó el reconocido cine Plaza, inaugurado en 1967 (hoy, escuela municipal de música), que vino a unir el primitivo núcleo urbano de la Plaza con los caseríos periféricos de los Molinillos, Abrevadero y Albercón. Previamente, en la segunda mitad de la década de 1950 se había empezado su urbanización cuando el Ayuntamiento financió la construcción de seis viviendas, inauguradas en 1958, en la actual calle Hermanos Fullana, para compensar a los dueños de las que se expropiaron para derruirse con motivo de la remodelación y ampliación de la plaza de Nuestra Señora de Candelaria, entre ellas la casa del curato y la histórica casa del ermitaño del siglo XVI.
Con la construcción de casas y trazado de calles, desaparecieron los terrenos de cultivo y consecuentemente el topónimo “Cercado de la Virgen” por el que durante siglos se conoció al lugar.
El cercado del fiscal Juan Fullana
A través de documentos primigenios sabemos que este terreno perteneció al fiscal de la Inquisición Juan Fullana, natural de Córdoba, en la primera mitad del siglo XVI, y durante un tiempo fue conocido por “cercado del Fiscal” sin que hayamos podido encontrar testimonios escritos de cómo llegó a su poder, al igual que distintos predios en toda la Vega de Aguatona y agua del heredamiento de la Acequia Real. Sus reconocidas actuaciones como implacable fiscal en multitud de procesos del tribunal del Santo Oficio, podría inducir a pensar que adquirió estos bienes aprovechándose de algunas sentencias que incluían la incautación de bienes de los reos; quedando esta apreciación como simple conjetura. Los cierto es que tanto él como su esposa, Bárbola Grimón, natural de Tenerife y su prolífica prole explotaron estas tierras con cultivos de caña de azúcar y vid al tiempo que realizaron distintos negocios y transacciones.
El cercado del Fiscal y la ermita
Por herencia, el cercado del fiscal Juan Fullana pasó a la propiedad de dos de sus hijos: Juan y Baltasar Fullana Grimón. Fueron estos dos hermanos los que donaron una parte del propio cercado en el límite con la zona arruada para que se construyera una ermita bajo la advocación de Nuestra Señora de Candelaria -derruida a principios del siglo XX y construido en su lugar un nuevo templo- trabajos que se llevaron a cabo por la década de 1560, sin que existan testimonios escritos de tal advocación con anterioridad a estas fechas salvo una imagen de la Candelaria que se veneraba en un oratorio en la cercana bahía de Gando bajo la custodia de dos frailes, o bien, la posible devoción de Bárbola Grimón por su origen tinerfeño.
El ermitaño Antonio Gómez
Por la mitad de la década de 1570 se produce un extraño y rocambolesco acontecimiento que va a marcar la existencia del cercado en el futuro con la llegada del ermitaño Antonio Gómez, después de una azarosa aventura atlántica. Natural de Extremadura, emigra a la isla de Santo Domingo donde se convierte en un poderoso hacendado, logrando amasar una gran fortuna, optando por regresar a su tierra natal con la esperanza de visitar a la Virgen de Guadalupe, patrona extremeña, otorgando poder antes de viajar al alcalde, donde establecía que si no volvía por espacio de tres años entregara el fruto de sus bienes a la Virgen de Guadalupe. Después de un viaje sin incidencias y una vez cumplida su promesa de la visita mariana regresa de nuevo a Santo Domingo. Durante el viaje se desata una violenta tormenta que casi hace zozobrar la nao en que viajaba. En el fragor de la tormenta promete que al primer puerto que arribara serviría un año con el hábito de ermitaño, recaudando limosnas para la Virgen. El azar hace que el navío recale en las tranquilas aguas de la bahía de Gando y desde allí se dirige al lugar más próximo donde se encontraba la ermita de Nuestra Señora de Candelaria en el “Ingenio de la vega de Aguatona”, poniéndose al servicio de la ermita con los hábitos de ermitaño, recibiendo de los hermanos Juan y Baltasar Fullana un pedazo de tierra de regadío junto al camino que salía del templo hacia la Villa de Agüimes, “lindando con la esquina de la ermita donde había de hacerse la sacristía”, en compensación por el servicio que prestaba, obligándose a cercarlo y destinarlo a huerta. Según la voz popular a pocos metros de la ermita en la actual plaza, construyó una casita que durante siglos se conoció por la “casa del ermitaño”, desaparecida a mediados del siglo XX.
Este relato del ermitaño que parece sacado de una novela de aventuras, se encuentra debidamente documentado en protocolos notariales del escribano de Agüimes que se custodian en el Archivo Histórico Provincial de Las Palmas.
No sabemos cómo terminó la aventura del ermitaño ni de qué forma este terreno con agua del heredamiento pasó a la propiedad de la mayordomía de la Ermita de la Candelaria, la cual los explotó durante siglos a través de arrendamientos para su cultivo hasta su desamortización en el siglo XIX, según consta en el libro de cuentas de fábrica de la ermita y posterior templo parroquial, para sufragar los gastos cotidianos del templo, junto a tributos y capellanías.
Situación y perímetro
Ocupaba el cercado de la Virgen un extenso dominio comprendido por tierras de labor con algunos arrifes, al que correspondía tres horas de agua del heredamiento de la Acequia Real de Aguatona, cuya superficie rebasaba las dos fanegadas. Se encontraba delimitado al naciente por una larga pared que lo separaba de la calle de la Virgen, y trasera del templo; al poniente el antiguo camino Albercón-Molinillos (hoy calle Sebastiana Espino), por donde transcurría la acequia de la Berlanga, llegando por el norte al primitivo barrio del Molinillo y por el sur a la acequia del antiguo albercón del siglo XVI, estando atravesado de forma transversal por el camino de la cumbre (hoy calle Capitán Espino).
Las otras “Candelarias”
A partir de la creación de la ermita, dependiente de la iglesia matriz de San Sebastián de Agüimes, proliferan en torno a la misma los nombres de la divinidad mariana de Candelaria aplicados a lugares e instituciones. Así, aparte de la ermita y cercado mencionados, se llamó calle de la Virgen a la vía que delimitaba la primitiva trama urbana con el cercado, nombre vigente en la actualidad. El núcleo urbano en torno al templo aparece en algunos documentos de siglos pasados como “el lugar de la Candelaria”, al igual que un paraje limítrofe por el sur que se denominó “Lomo de la Candelaria”, lugar hoy altamente antropizado. También, la llamada “acequia o macho de la Candelaria”, que atravesaba toda la orilla de la calle desde el llamado “molino de la Rueda”, pasando frente al templo. El “Cuartel de Candelaria” responde a una jurisdicción eclesiástica creada para el pago de los diezmos. El último nombre corresponde al “cementerio de Nuestra Señora de Candelaria”, ubicado en un extremo del cercado, construido en 1815 al cual dedicamos un apartado.
El cementerio viejo y el cercado de la Virgen
Así denomina la voz popular al primer cementerio existente en el Ingenio. Con anterioridad a su construcción, durante los siglos XVI, XVII y XVIII, los difuntos recibían sepultura en el templo parroquial de San Sebastián o en el del convento de las Nieves en la Villa de Agüimes, al igual que los del resto de la jurisdicción episcopal, incluidos Sardina, Aldea Blanca y Vega Grande, si bien, en algunos casos excepcionales lo fueron en la ermita de la Candelaria o del Buen Suceso en el Carrizal. Para poder erigirse como templo parroquial independiente, a la ermita de la Candelaria se le abre un largo expediente que dura diez años (1804-1815) en el que figura como condición indispensable la construcción de un cementerio para acoger a los difuntos de la nueva jurisdicción eclesiástica (coincidente con la delimitación actual del municipio de Ingenio) “para lo cual los vecinos del Ingenio pondrán expedito el cementerio en que habrán de enterrarse los cadáveres de los fieles que murieren en la feligresía”. Tal imposición se establecía por necesidades de salubridad pública, decretadas a finales del siglo XVIII, a lo que se añadía las extremas dificultades que se ofrecían para el traslado de los difuntos, al tener que atravesar el barranco de Guayadeque, en muchos casos intransitable por las avenidas en invierno. El apartado del expediente en relación al traslado de cadáveres a su paso por el cauce del barranco está lleno de multitud de curiosas anécdotas.
La construcción del cementerio se llevó a cabo en un extremo del cercado de la Virgen, propiedad de la parroquia con un perímetro 30×30 metros, finalizando las obras en 1815, casi al mismo tiempo que la inauguración de la nueva parroquia. El primer enterramiento en el “cementerio parroquial de Nuestra Señora de Candelaria” se realizó el 2 de diciembre de ese año. A pesar de estar a escasos 150 metros del templo, las comitivas fúnebres tenían que dar un rodeo al cercado a través de la calle La Virgen, camino real del Albercón al Molinillo (calle Sebastiana Espino) para luego bajar hasta el cementerio. Un intento posterior de acortar el camino a través del cercado no llegó a realizarse. A lo largo de los años sufrió algunos arreglos hasta que quedó fuera de servicio en 1949 al inaugurarse el nuevo de la Montañeta. En 1971 se llevó a cabo una remodelación en su fachada y quedó expedito de tumbas y construcciones interiores permaneciendo como zona ajardinada.
El párroco José Rafael Pérez Marrero
En 1830, por iniciativa del cura titular de la parroquia, José Rafael Pérez Marrero se desarrolla un extenso expediente eclesiástico por parte del obispado para la venta de una parcela segregada del cercado de la Virgen, al sur del cementerio, propiedad de la Fábrica Parroquial de Nuestra Señora de Candelaria, encaminada a que fuera adquirida por el propio sacerdote. Para ello, tenía que demostrar ante el obispado que la explotación resultaba ruinosa para las arcas de la Iglesia. Según criterio del cura y conforme a sus intereses, el cercado resultaba casi inútil por no tener agua para su regadío además de ventoso y que por más que se trabajaba nunca producía lo suficiente para recompensar al colono en su tarea, haciéndose necesario comprar agua o arrendarla y no cubrir los costos, por lo que resultaba ventajosa su venta a tributo, ya que con un dueño comenzaría a fecundizarse, aumentándose los diezmos y primicias de la Iglesia. En los alegatos del avispado sacerdote se observa una descripción un tanto catastrófica del lugar y un interés desmesurado por comprar el terreno, del que se beneficiaría su sobrino José Domínguez Pérez que se había asentado en Ingenio donde contrajo matrimonio y adquirió una gran posición económica y social, llegando a ostentar la alcaldía constitucional entre 1850 y 1851, año que se produjo su fallecimiento víctima del cólera, dándose la circunstancia que su hijo José Domínguez Estupiñán adquiriría años después el resto del cercado.
Por orden del vicario general del obispado se dio facultad al párroco de Agüimes José Martínez de Escobar para que llevara a cabo la información previa de testigos que pidieran justificar la necesidad de la venta. Este sacerdote que había precedido en la parroquia ingeniense a Pérez Marrero, desde su fundación en 1815, apreció que en su etapa, las cuatro fanegas de millo que producía no llegaban a cubrir los costos y la venta a tributo aseguraba una renta anual fija con las tres horas de agua. Las declaraciones de tres testigos coincidieron con la tesis sustentada por el cura párroco al tiempo que afirmaron que con los bienes que el párroco tenía en propiedad eran suficiente para cubrir la fianza que garantizara el tributo. Sin embargo, estas declaraciones no convencieron al provisor, especialmente en lo relativo a valores, por lo que dispuso ampliar las testificaciones, convocando de nuevo a testigos peritos labradores, representativos de ambas partes, los cuales dieron más importancia a la calidad del terreno por encontrarse bajo la misma acequia real, subiendo su valor a 342 pesos y 10 de tributo redimible. Se daba la circunstancia que uno de estos dos peritos prácticos era el capitán José Ramírez que había sido el primer alcalde real cuando se creó la jurisdicción de Ingenio, segregada de Agüimes en 1816.
A la vista de este informe la autoridad eclesiástica dispone sacar el terreno a pública subasta. El 13 de enero de 1831 se llevó a cabo el remate, presentándose solo la oferta del cura Pérez Marrero, por lo que fiscal recomienda su venta por las condiciones estipuladas por los dos últimos testigos y que se le extendiera la escritura correspondiente que es cumplimentada por el provisor con fecha 19 de febrero de 1831: “un pedazo de tierra labradía situado en el pueblo del Ingenio, compuesto de una fanegada y linda por el naciente con capellanía que fundó el Licenciado D. Sebastián Sánchez, por el poniente camino real que sale del Abrevadero al Molinillo, por el norte entrada y salida del cementerio, pared de éste línea recta hasta lindar con la expresada capellanía y por el sur camino real que va a la Cumbre”; obligándose a satisfacer anualmente a los mayordomos de la fábrica parroquial de Nuestra Señora de Candelaria la cantidad de 10 pesos dos reales plata seis cuartos y un mrs vellón corrientes, rédito anual de los 343 pesos 5 reales vellón corrientes en que se adjudicó el terreno. Para garantizar el pago del censo establecido el adjudicatario hipotecó el terreno adquirido, más un pedazo de tierra labradía debajo de riego pero sin agua en la jurisdicción del Ingenio en la Megía, otro pedazo en el Albercón y hora y media de agua por el heredamiento Acequia Real de Aguatona.
Desamortización del cercado de la Virgen
El resto del cercado, al norte del cementerio con tres horas de agua, fue desamortizado, incautándose del mismo el Estado en 1855 y puesto a subasta pública, anunciándose en los medios oficiales su remate, condiciones y descripción de “un cercado situado en la Banda, término del Ingenio, procedente de su fábrica parroquial, vulgarmente conocido con el nombre de Cercado de la Virgen” con una superficie de 2 fanegadas, 2 celemines 1 cuartillo y 16 brazas (11.294 m2), apto para el cultivo de millo y judías (regadío) y trigo, cebada y arrifes (secano), con 2 higueras 1 algarrobo 76 palmitones y dos chozas destechadas; lindante al naciente con el Conde la Vega Grande, plaza de la Candelaria y Calle de la Virgen; poniente, camino; norte, calle que baja a los molinos y sur terrenos de Teodoro Domínguez, camposanto y servidumbre del cementerio. Su valor 3431,25 pesetas, dividido en dos partes, estipulándose que una parte perteneció a la parroquia de Ingenio y otra a la de Agüimes, en cuyos remates celebrados el 7 de diciembre de 1865 y 7 de enero de 1866 se adjudicó como mejor postor a José Domínguez Estupiñán, soltero, de 38 años, secretario del Ayuntamiento de Ingenio, resobrino del cura Pérez Marrero, por las sumas 13775 y 1500 pesetas, a pagar en veinte plazos, constando que se obligaba ante notario a satisfacer dichos plazos el 9 de enero de 1871. En una relación de lugares habitados correspondiente año 1861 se especifica que en este terreno había unas casas de labranza habitadas por once vecinos. Como dato significativo, en los libros de cuentas de fábrica de la mayordomía de la parroquia de la Candelaria se especifica durante bastantes años su producción de matalahúga.
Decadencia del Cercado de la Virgen
La totalidad del cercado que fue del fiscal Fullana y sus hijos y luego de la ermita y parroquia de la Candelaria, había pasado a manos de una parte de los hermanos Domínguez Estupiñán y herederos y es a partir de esta saga familiar cuando se empieza a fragmentar a través de herencias, ventas, cesiones y permutas en razón al incremento de su valor al pasar de tierra de labor a solares.
Ya en los albores del siglo XX, José Domínguez Estupiñán deja su puesto de secretario de Ayuntamiento (1908) y se establece en Agüimes donde contrae matrimonio, pasando el cercado posteriormente a sus herederos, entre ellos su hijo José Domínguez González, reconociéndose a lo largo del siglo XX distintos dueños: Juan Domínguez Martín (sobrino), por su padre el maestro Juan Domínguez Estupiñán; Dominga Morales Domínguez, esposa del que fue concejal Domingo Estupiñán Díaz que vende al Ayuntamiento el solar donde se construyeron las seis viviendas y el cine Plaza, permutado por el consistorio por el terreno donde se construyó el colegio Dr. Espino Sánchez, Manuel Domínguez que vende su parte a Rita Silvera Espino en 1947 y ésta a su vez en 1956 a la parroquia de la Candelaria, estando de titular el sacerdote D. Andrés de la Nuez Rodríguez, parte que llegaba hasta la calle al Albercón por el norte y al cementerio y su camino de entrada por el sur (durante una época improvisado terreno de luchas en tres lugares diferentes dentro de la misma parcela). Como dato curioso, el trozo de Juan Domínguez Martín de 7 celemines constaba como bienes a incautar establecido por el Tribunal de Responsabilidades Políticas en caso de que fuera condenado en el proceso llevado a cabo por su actuación en relación al cargo de alcalde de Ingenio que ostentó durante la etapa republicana. Por parte del Ayuntamiento se construyó en el cercado por 1950 un depósito para el riego de los jardines de la Plaza. En 1982 se realizó una permuta, mediante la cual una parte de este este solar pasó a manos del carpintero Manuel Caballero Sánchez a cambio de en local situado más al norte. El resto del cercado se fue vendiendo a particulares donde se construyeron casas y abriendo negocios; desde las primeras en ambos extremos de Jeromito el ranchero, Pilarito o Pepe “el de Rosita”, sin contar las más antiguas situadas en la calle de la Virgen, entre ellas, las que habitó el alcalde Juan Domínguez o la que ocupó últimamente el insigne concertista Blas Sánchez, además de la dulcería de Anita, local parroquial, carpintería de Manuel Caballero, tienda de Castro, cafetín, casa del recordado Rafael “el de la luz”, local y sastrería de Pedro Quintana y tantos otros que navegan por el recuerdo.
Lo que hace cinco siglos fue el cercado del Fiscal y luego de la Virgen, luce hoy como un moderno y tranquilo barrio entre la Plaza y Los Molinillos.
FUENTE: CRONISTA