POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
«Los ríos de Colunga -escribió el coronel lastrín Juan Antonio Suárez Victorero Robledo en 1837 – como que no son caudalosos, no abundan de peces; no obstante se pescan en ellos truchas y anguilas, y hasta donde penetran las aguas del mar se cogen Mugiles, Barbos, Doradas y otros».
Es evidente que el ilustrado coronel estaba bien informado al respecto, si bien creo que dejó en el tintero algunos peces y otros bichejos de alta estima de pescadores..
Dejando truchas y anguilas en el curso alto de los ríos (¿alguien recuerda a personajes célebres cuya fama era debida a su habilidad para «pescar truchas a mano»?), siempre gustosas y valoradas en la mesa (de nuevo : ¿alguien recuerda a un párroco experto en la preparación de empanada de anguilas?) , voy a centrar mis recuerdos en esa zona fluvial «donde penetran las aguas del mar».
La ría, que decimos en Colunga.
Para muchos de nosotros «la ría» es el curso final del río Libardón (o riu Lliberdón), que tiene su inicio en el «Puente Santianes» (Pons Sancti Johannes) en la parroquia de Duz. Desde allí va serpenteando entre arbolado, xungleres y praderíos hasta desembocar en la mar por la playa de La Griega (de Colunga, de San Juan… o como la quieran llamar).
El tramo final, en curva pronunciada «a la izquierda» tomando como referencia el descenso, tenía un nombre especial y un atractivo de pesca: era el llamado POZU LOS CÁMBAROS.
En él, durante el otoño-invierno, confluían pescadores de «furagañes» (lubinas pequeño-medianas) y de angulas, despreciando «moíles» (mugiles) que saben mal.
En la primavera-verano era foco y convergencia de pescadores de CÁMBAROS, que es como en Colunga llamamos a los cangrejos de mar.- Esos crustáceos, que si de buen tamaño y colorados en su parte ventral, son tan exquisitos como la mejor de «les andariques» (nécoras).
Los cámbaros se pescaban a truel, artilugio formado por un aro metálico que sujetaba un trozo de red en forma de embudo en cuyo vértice se colocaba «la carnada» (el cebo), consistente en cabezas de sardina o de otro pescado, desperdicios de carne, sebo de vacuno («cantador»)… El aro iba provisto de una cuerda para, después de sumergido en la ría, poder sacarlo… y aprovechar la pesca (si «picaba» algún «cámbaru»).
Los cámbaros tenían tres destinos culinarios.
El más sencillo consistía en cocerlos en agua con sal y consumirlos como «andariques» (nécoras).
En otro caso, se guisaban, una vez partidos a lo largo en dos mitades, con un sofrito de cebolla, ajo, pimiento verde y rojo, tomate, un puntín de guindilla y un chorrín de vino blanco para dar alegría al conjunto.
Y ahora vemos con la tercera opción.
Un arroz con cámbaros en paella.
Muy fácil.
Primero vamos a guisar los cámbaros (los cangrejos de mar) como indicábamos antes.
En una paella (también se dice paellera) echamos un poco de aceite, doramos uno o dos dientes de ajo y, ya en su punto, rehogamos el arroz.
Inmediatamente sumamos el guiso de cangrejos, rehogamos y añadimos caldo de pescado en doble cantidad que de arroz.
Cuece durante 5 minutos a fuego fuerte; después durante 12 minutos a fuego medio y finalmente, fuera de fuego, reposa durante 5 minutos en la paella tapada con un paño.
Y… ¡a comer!
Quiero dedicar este comentario a las hermanas CARMEN LUISA Y CHARO VALLE CONLLEDO, mucho más que mis vecinas en Loreto, que durante los años de su niñez-adolescencia me acompañaban a pescar cangrejos de mar al POZU LOS CÁMBAROS.