ISIDRO, EL PRACTICANTE
Ago 09 2019

POR JOSÉ ANTONIO MELGARES GUERRERO, CRONISTA OFICIAL DE LA REGIÓN DE MURCIA Y CARAVACA

Con Pepe Barrancos y un colega.

Hasta hace relativamente poco tiempo, a los actuales ayudantes técnicos sanitarios, conocidos colectivamente con el acrónimo ATS, se les denominaba practicantes y estaban vinculados generalmente a la mancebía de las farmacias locales y al trabajo como enfermeros en las consultas médicas de la ciudad. En uno y otro lugar recibían los avisos para inyectar fármacos en los domicilios particulares, hasta donde se desplazaban con su pequeño maletín en el que guardaban el instrumental necesario: una cajita metálica niquelada y alargada, que servía para guardar la jeringa y las agujas, y también para hervirlas con fuego proporcionado por el alcohol que se depositaba en la tapa de dicha cajita, ritual que se llevaba a cabo a la vista de la familia del enfermo y del propio enfermo que recibía el pinchazo.

Uno de los más populares practicantes caravaqueños, cuya actividad profesional se desarrolló a lo largo de toda la segunda mitad del S. XX, fue Isidro Villalta López conocido y admirado popularmente hasta hoy como Isidro el Practicante.

Isidro nació en el número 7 de la C. Adanes, el 16 de febrero de 1925, en el seno de la familia formada por José Villalta Robles y María Gracia López Rodríguez (de Moratalla), quienes engendraron, además de Isidro, a Mari Cruz, Concepción, Josefa y Andrés, siendo éste el tercero de los hermanos.

Isidro, con su mujer, en la Gran Vía.

La madre falleció muy joven, a los 29 años, de leucemia, y el padre tras una angina de pecho, a los 44, quedando los hermanos menores al cuidado de los mayores, en una situación muy precaria desde el punto de vista económico.

Isidro, con un colega del trabajo.

Prohijado por el prestigioso médico oftalmólogo D. Miguel Robles Sánchez-Cortés en 1936, durante el día Isidro ayudaba en la clínica del oculista, y por las noches acudía a las clases nocturnas impartidas por los recordados maestros D. José María Sandoval, D. Pedro Luís Angosto y D. Basilio Sáez (quien le llamaba el Sabio por sus ocurrencias y sentencias impropias de su edad, y también por la seriedad y el orden que acompañaban su actividad escolar).

Estudio tres años de bachiller en el Instituto de Los Andenes, con una beca del Ayuntamiento, e hizo la carrera en otros tres como alumno libre, examinándose en el entonces Hospital de S. Carlos de Madrid, adscrito a la Facultad de Atocha (donde hoy abre sus puertas el Centro de Arte Reina Sofía), todo ello gracias a la ayuda económica y el apoyo moral del Dr. Robles quien lo quería como a un hijo. Su experiencia como ayudante de éste desde los 11 años, le valió el que se le eximiera de hacer las preceptivas prácticas profesionales obligatorias para el ejercicio de la profesión, las cuales no sólo las había hecho con creces, sino que las siguió haciendo en el establecimiento oftalmológico siempre conocido en Caravaca como El Sanatorio.

Termino la carrera en 1943 y en 1948 ganó las oposiciones a la Asistencia Pública Domiciliaria, dependiente de la Administración Municipal, con sueldo de 140 pts. mensuales, sustituyendo, tras su jubilación D. Alfonso Martínez Carrasco (el recordado D. Alfonso el Practicante, que vivía en el Puente Uribe), y compartiendo clientela con otros colegas locales, entre ellos Pedro Ruiz, Alfonso el de Teléfonos, Bernardo Robles, Jesús Sánchez Asturiano, José María de Haro López y Pedro Guerrero.

También atendió Isidro la Asistencia Pública en Archivel durante 13 años, compatibilizando el trabajo de Caravaca y el del Sanatorio. Hasta allí se desplazaba (dos veces al día) en su moto marca Ossa, de color negro, con motor de caballo y medio y dos tiempos, que luego sustituiría por otra marca Montesa, siendo médico del lugar D. José María Mata.

Entre tanta actividad tuvo tiempo Isidro para casarse, con María Lucas Guillén, de Nerpio, en 1953, fijando su residencia familiar en el nº 32 de la C. Mayrena, donde siempre ha vivido, nacieron sus hijos (Isidro y María del Carmen), falleció su mujer y contempla el presente con envidiable fuerza física en la actualidad.

Isidro, caballista.

D. Miguel Robles falleció, como recordará el lector entrado en años, el 2 de febrero de 1974, víctima de un estúpido accidente de tráfico en la alameda de acceso a la ciudad desde Murcia. Desde entonces Isidro se dedicó exclusivamente a su trabajo en la seguridad Social, recordando tiempos en que ayudó en el Sanatorio a innumerables partos, en que actuó como anestesista, en que colaboró en operaciones de cataratas, cesáreas y traumatológicas (con los doctores Cesar León, Manuel Bernal y Antonio Calvo Mur), e incluso participó en la intervención oftalmológica que Robles practicó al sacerdote caravaqueño D. Tomás Hervás, devolviéndole la vista, operación que le hizo famoso en toda España, de la que se hizo eco la prensa nacional y que trajo hasta aquí a la Niña de la Puebla, cantante ciega, con la que no pudo hacerse nada.

Isidro, a pesar de su frenética actividad profesional, hizo sus escarceos en el fútbol local, jugando con los cadetes caravaqueños y, muchos años después, presidiendo el club (en la década de los 80), en cuya junta directiva le acompañaron Pepe Molina y Manolo Mané, entre otros, habiéndole costado la experiencia futbolera un dinero que nunca pudo recuperar. También participó activamente en la Comisión de Festejos de la Cofradía de la Cruz, durante los años como Hermano Mayor del Dr. Robles (1950 y 1951), y como promotor caballista, habiendo vestido tres caballos del vino con mantos bordados por su propia mujer (premiados todos ellos en el apartado de enjaezamiento), caballos que nunca corrió, buscando para ello a caballistas de raza como Antonio el de Zalamalla y El Barroso (uno y otro de la finca de Santa Inés).

Isidro, el practicante, que viviendo con su padre humildemente en una de las almenas del Castillo, fue uno de los dos niños que dieron la voz de alarma cuando el robo de la Cruz, a primera hora de la mañana del 13 de febrero de 1934, ha visitado a lo largo de su vida profesional todos los domicilios caravaqueños, habiendo visto el trasero de cuantos vivían en ellos. Fue uno de los fundadores de la cofradía pasional de El Silencio. Se libró de la mili haciéndose pasar por tuberculoso, y abrió (junto a otros) el primer ambulatorio de la Seguridad Social local en los bajos del antiguo Colegio de la Compañía de Jesús, que luego se trasladó a las inmediaciones de la actual Plaza Elíptica, donde se jubiló a los 62 años, por culpa de una angina de pecho como la que se llevó a su padre a la tumba.

Fuente: https://elnoroestedigital.com/

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