JOAQUÍN SABINA, EN GRIS
Jul 11 2015

POR ADELA TARIFA, CRONISTA OFICIAL DE CARBONEROS (JAÉN)

Un joven Joaquín Sabina.
Un joven Joaquín Sabina.

Lo confieso. Los viajes me parecen cortos cuando escucho a Joaquín Sabina. Creo que es un artista como la copa de un pino. O sea, soy fans de su música. Aunque muchas veces no comparto la letra. Ni su filosofía vital. Bueno, tampoco me gusta el talante humano de Picasso, pero no niego su genialidad. Al Cesar lo que es del Cesar…

Yo he visto alguna vez a Sabina por las calles de Úbeda. Creo que venía a visitar a su madre, Adela. Puede que viniera también a otras cosas. En su ciudad natal lo han tratado bien, me parece. Hasta le pusieron su nombre a la Escuela de Música. Y eso que Úbeda no se caracteriza por rendir homenajes. Dicen algunos que es una ciudad fría, como sus piedras. Y san Juan de la Cruz opinaba que era lugar difícil para el amor. Pero a cambio es bellísima, tiene cierto aire cosmopolita, y se puede vivir casi de incógnito. Yo estoy feliz aquí. Es mi patria adoptiva, y la nativa de Sabina, que vino al mundo el 12 de febrero de 1949, pocos meses antes que una servidora. Era el segundo hijo de un matrimonio tradicional, burgués. La madre, ama de casa. El padre, inspector jefe de la policía. La primera novia era hija de un notario, con la que acaso iba al cine de verano, aunque siempre pusieran una de romanos…. Al notario no le gustaba este mozo ácrata para su chica. Normal. Aquellos progenitores franquistas de “niños bien”, educados en colegios religiosos, no entendían por qué los retoños les salieran rojos. Más lógico es que Muñoz Molina tirara a la izquierda, viendo como su padre se deslomaba en el campo desde el amanecer para abastecer un puesto del mercado. En la casa de Sabina no había escasez. Cuentan que el padre le quiso regalar un reloj tras la reválida de cuarto, pero prefirió una guitarra. Su hermano sí acepto el reloj. Hoy es policía (creo que jubilado); una bellísima persona, dicen. Yo también acepté el reloj. Mi padre fue un poco más generoso, porque me lo compró nada más aprobar el ingreso de bachillerato. Todavía lo conservo. También nos regalo a mi hermana y a mí una guitarra, de las corrientes. Todavía la añoro. Aunque no se me pasaba por la cabeza ganarme la vida con ella. Es que, si quería romper la fuerza del destino, no quedaba otra que aprovechar la beca y estudiar. Así, entre exámenes de facultad, oposiciones, tesis doctoral, madrugones de trabajo, y malas noches para criar a los hijos, viví los coletazos del franquismo y la llegada de la democracia. Una vida sin sobresaltos, sin exilios a Londres por poner bombas o acoger a etarras en casa. Sin cambios de pareja. Sin fama. Sin Medallas de Oro Sin hacerme rica. Y sin amistades influyentes. Porque en los mentideros de Madrid se dice que a Sabina, republicano convencido, lo han visitado los monarcas a su casa, por la placeta de Tirso de Molina. A lo mejor es un bulo.

Sí, Sabina, con el que se han cruzado los caminos de mi vida alguna vez, eligió uno muy distinto al mío. Tenía derecho a hacerlo. Cuando él se matriculó en la facultad de Letras de Granada, en el convulso 68, yo ya iba por tercero de carrera. Seguro que nos vimos en los pasillos del edificio de Puentezuelas, aunque él era un novato aún. Se ve que el muchacho se tomaba lo de los estudios con calma. Se lo podría permitir. Por entonces casi todos los universitarios leímos la biografía de Mao, íbamos al cine de la placeta del Príncipe, y odiábamos a “los grises”. Luego cada cual sacó sus conclusiones. Que en eso consiste madurar. Pasados los años, con la transición, lo que más nos fastidiaba era ver a Borrell en la TV diciendo que hacienda somos todos. Pero comprendimos que llevaba razón. Hoy no me arrepiento de ser una buena ciudadana en este aspecto, y aplaudo cualquier medida que saque los colores, y los billetes, a los defraudadores. Lo que me irrita es que vengan a dar lecciones de justicia social, de solidaridad, o de marxismo, algunos famosos que predica lo que no practican. A Sabina, a quien no le gustaban los hombres con traje gris, al parecer lo han pescado con una deuda fiscal de 4 millones de euros. Lo siento amigo, tus canciones ya no me suena igual desde que te han hecho un traje gris, con corbata incluida. Porque a tus 65 años no sigues ni igual de flaco, ni igual de calavera. Colega, si no pagas, nos estas robando a muchos el mes de abril. ¡Qué preciosa canción!

joaquin sabina, en gris. 9 julio. 015

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