POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
Dentro de las X Jornadas de Música de la pedanía murciana de Espinardo se celebra, hasta el 30 de diciembre, una exposición bajo el título ‘Bailes de Inocentes’. Se trata de un recorrido fotográfico realizado durante varios años de trabajo de campo por Joaquín Zamora y Tomás García. La muestra representa los rituales que aún perviven, recordando antiguos bailes de inocentes que durante siglos se celebraron por toda la Región.
-¿Por qué se decidieron a exponer sobre los bailes de inocentes?
-Hace ya unos años que mi buen amigo Tomás García me animó a acompañarlo fotografiando las fiestas rurales de esta Región. La primera fue el inicio de la Navidad con la cuadrilla de Patiño. Y la segunda fue el baile de inocentes de El Garrobillo, en Águilas, una fiesta entrañable y genuina.
-¿Considera que esta tradición se conoce lo suficiente?
-No. Las nuevas generaciones se están perdiendo mucha cultura rural, mucho baile y mucha fiesta que, si vieran y escucharan, reconocerían inmediatamente como suyas. Las tradiciones son, sin desmerecer, mucho más que el Bando de la Huerta. De hecho, casi cuanto más pequeño sea el pueblo y la fiesta, mejor. En el Encuentro de Fuente Librilla fotografié a un pequeño cuadrillero con su abuelo, tocando la pandereta y ajenos al mundo. Era puro traspaso de conocimiento, de folclore vivo.
-¿Cree que el baile corre el riesgo de perderse?
-El baile de inocentes se ha perdido en muchas poblaciones, pero donde permanece no creo que haya riesgo. En Fuente Librilla, Mula y El Garrobillo hay tres generaciones, casi diría cuatro, que mantienen la fiesta a tono. Antes era uno de los eventos más importantes del año y alguno, como el de Espinardo, convocaba a muchos murcianos. Las pujas eran fuertes y se esperaban todo el año.
-¿Qué otras iniciativas impulsa?
-Llevo tiempo con fotografías y vídeos aéreos, que ya aplico con normalidad en mis trabajos comerciales. Es un campo en evolución, imparable y gratificante. Además, preparo algo de Semana Santa, todavía en proceso y otros proyectos que llevan su tiempo. Ya verán la luz algún día, espero. Yo no me considero artista, así que no tengo la necesidad de exponer. El ego lo tengo más que satisfecho con los ‘me gusta’ de las redes sociales y un montón de fotos mías a la vista de todos en las calles de la ciudad.
-De su extensa producción, ¿con qué fotografías se quedaría? ¿cuáles le enorgullecen especialmente?
-Con un primer plano de la Dolorosa y otro plano medio del Ángel de la Oración del Huerto, ambos de Salzillo. Me encantaría que esas imágenes llegaran a formar parte del acervo cultural y popular, que me transcendieran, que dentro de unos años ningún murciano supiera quién fue su autor, pero al pensar en esas tallas barrocas le vinieran a la cabeza mis fotos.
-¿Qué le falta por inmortalizar?
-Bueno. El objetivo de mi cámara ahora sube a 120 metros de altura, así que todo es nuevo, es como volver a descubrir la Región. A veces es un poco decepcionante (zonas de huerta perdidas) pero muchas otras es emocionante. Nunca olvidaré mi primer vuelo de dron al amanecer sobre los arrozales de Calasparra, el Cañón de Almadenes, la Contraparada… ¡Murcia revisitada!
-¿Cree que el desarrollo de las tecnologías (cámaras de móvil, sobre todo) perjudica a la fotografía?
-Lo cambia irremediablemente, ahora todos hacemos fotos, a veces de forma compulsiva. Pero es la nueva forma de comunicarnos, a través de imágenes más que de palabras. Así que está bien. Creo que en no demasiado tiempo los móviles serán reemplazados por microimplantes, aunque no sé si me gusta la idea de llevar una cámara, un disco duro, un GPS y una tarjeta de crédito conectados a mi cerebro. Luz y color, siempre.
Fuente: http://www.laverdad.es/