POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
El domingo, de la que visité en Jovellanos la figura de Jovellanos, diseño sin figura, de Villanueva, pasé por Gascona a degustar la fondue de mil raciones donde participaba la quesería praviana Rey Silo, con Afuega’l Pitu. De ahí, a Pravia, al Colegio Santa Eulalia de Mérida, a degustar la paella gigante que la Escuela de Karate Joel organizó para sus niños y algún adulto: Tono, María José, Carlos, Berta…; asistí porque además cocinaba Asun Cavallé, y tras degustar las bollinas de Maruja (María Celsa), de Folgueras, visité la Casona del Busto para tomar con Jovellanos un café con leche de burra, que nos preparó su cuñada Gertrudis; y de ahí a un acto poético para escribir textos en el arenal de Barayo, e ir después a Puerto de Vega a disfrutar de la puesta de sol, con Jovellanos, en el Campo de la Atalaya y morirme finalmente con él, en su lecho, en la casa de Trelles.
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