POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE ASTURIAS)
Hace años, muchos años, que conozco -que conocí- a JOSÉ ANTONIO OLIVAR CUBIELLA.
Él, estudiante ya en los cursos de Teología en el Seminario de Oviedo, y yo en cuarto de carrera de Químicas, también en Oviedo. Él, «llastrín de Llastres» y yo colungués de San Juan de Duz.
Proximidad de pueblos y coincidencia de ideas y de sentimientos forjaron en nosotros una amistad y cariño entrañables.
Yo terminé mi carrera en 1962 y él se ordenó sacerdote en 1964; y recién ordenado buscó descanso en mi casa de Sahagún (León), ciudad donde yo dirigía un Centro de Enseñanza Media.
En el año 1968, mi Centro de Enseñanza, en colaboración con el Ayuntamiento, convocó un CERTAMEN LITERARIO DE NARRACÓN CORTA Y POESÍA.
Fue un éxito de participación de concursantes y un gozo de lectura para el Jurado formado por el catedrático D. Luis López Santos, don Victoriano Crémer, don Jesús Torbado, don Antonio González de Lama y un servidor, que actué como Secretario sin voz ni voto. El ganador en Narración Corta es hoy miembro de la Real Academia Española de la Lengua; el ganador en la modalidad de poesía fue DON JOSÉ ANTONIO OLIVAR.
Ese fue su PRIMER GALARDÓN en su dilatada vida literaria. Y yo, con perdón de ustedes, me vanaglorio de haber propiciado esa andadura de Toni.
Y quizá lo que nadie sabe es que JOSÉ ANTONIO OLIVAR fue el sacerdote que en Sahagún bautizó a mi hijo JOSE ANTONIO FIDALGO ALONSO, «Fidi Fidalgo», en abril de 1965.
Ya en Madrid, y habiéndose apartado del ministerio sacerdotal, orientó su actividad profesional hacia dos destinos literarios: el «periodismo del corazón» en la revista HOLA y la poesía llena de espiritual y finísima sensibilidad. El «poso» de su formación religiosa y cristiana afloraba en sus versos como nuevo mensaje evangélico traducido en oleaje, en brisa de mar, en murmullo silencioso de playa y hasta en tormenta de vendaval.
Recientemente el Coro Manín, de Lastres, le premió con el nombramiento de MANÍN DE HONOR y allí, una vez más, pude abrazarle con emoción. Abrazo que poco después nos unió cuando ambos participamos con una conferencia en la celebración del Centenario del matemático lastrín Agustín Pedrayes y Foyo.
Es la última vez que le vi.
No sabía nada acerca de su enfermedad, grave enfermedad, y hoy lloro su muerte. Pierdo a un amigo al que admiré y se que gano un amigo en el cielo.
Allí estará, con block y bolígrafo, entrevistando al Beato ANGEL CUARTAS y redactando un soneto a la Virgen del Buen Suceso, tan venerada por la marinería llastrina.
Descansa en paz, Toni, arropado en el regazo de tu Dios Marinero.