SE HA CONSEGUIDO, EN PALABRAS DEL CRONISTA OFICIAL DE CUENCA Y PROLOGUISTA DEL LIBRO (JUNTO A CERRILLO), MIGUEL ROMERO, «AUNAR LOS VALORES UNIVERSALES CON LA RADIACIÓN QUE EL TEATRO PROVOCA, GENERANDO ENTUSIASMO Y ALEGRÍA EN EL BENEPLÁCITO DE LOS SUEÑOS»
«Cuenta una antigua leyenda, muy pero que muy antigua, que durante las largas noches de invierno el viento Siroco estaba tan aburrido que se distraía atrapando en su red invisible las palabras bonitas y se las llevaba a una cueva, donde quedaban hechizadas para siempre. La gente, cuando se dio cuenta, comenzó a gritar: ―Eh, eh…, que el viento se lleva las palabras´´, otros decían: ―Sí, sí…, las palabras se las lleva el viento… Pero un día, allá por los tiempos de Maricastaña, tres niños que se habían perdido en el bosque fueron capaces de romper el hechizo. El viento entró en razón y dejó en libertad a las palabras. Desde entonces viven todas juntas de nuevo, las buenas y las malas, las tristes y las alegres, las bonitas y las feas (…)».
Con esa libertad conviven las palabras en La cueva de las palabras, obra escrita por el profesor Juan Clemente Gómez de la que han sido extraídas las que preceden, pero también, en el resto obras de teatro de su autoría dirigidas al público infantil que componen Decíamos ayer, título que da nombre al libro que el IDEC Instituto de Estudios Conquenses ha coeditado junto a la editorial Alfonsípolis, ha presentado recientemente en la Feria del Libro de Cuenca y aglutina, tras una portada ilustrada por Elisa Soria Gómez, una serie de obras de similar carácter: Telepito, La isla de Alí-Mansur, Pulgas Pulgonas, En el País de Cenicienta, la citada La Cueva de las palabras y Decíamos ayer.
En ellas, el autor habla sobre el peligro de la permanencia excesiva que el televisor supone para la infancia, sobre la convivencia entre el hombre y la mujer, sobre la igualdad de sexos y de los seres humanos en general, sobre el valor de compartir bienes, sobre la exaltación de la amistad, sobre la importancia de la higiene y la limpieza, sobre el uso y el disfrute de las palabras bellas y de la poesía, sobre el valor de hablar correctamente o sobre el mensaje educativo contemporáneo de Fray Luis a través de un lenguaje literario dinámico adaptado al público al que se dirigen: lectores infantiles y adolescentes. «No es fácil para los profesores disponer de textos teatrales atractivos para poder representar en la escuela; además, son pocos los textos que se escriben, expresamente, con esa finalidad, y es poco, en conjunto, el teatro infantil que se escribe en España. Por ello, es oportuno y necesario -según Pedro C. Cerrillo, catedrático de Didáctica de la Literatura- este libro de Juan Clemente Gómez»: profesor jubilado que creció en el hogar conquense de una familia de ocho hermanos y que vive desde hace años con el corazón partido entre Cuenca y Elche, donde reside desde 1977. Juan Clemente tiene una veintena de libros publicados y otras tantas obras de teatro que han sido representadas, diferentes premios literarios como el Primer Premio «Navidad en la Radio» de Radio Elche de diferentes ediciones, el Primer Premio de Narrativa Infantil «Ciudad de Alcorcón» o el «Primer Premio Internacional Altea de Literatura Infantil», dirige el teatro escolar del C.P Adolfo Martínez Chicano, de Las Pedroñeras, y dirige y promociona el Teatro Escolar, consiguiendo que el C. P San Agatángelo (Elche) represente por dos años consecutivos (1978 y 1979) a la provincia de Alicante en la fase final de RNE. Queda clara pues la vocación y trayectoria de este profesor que desea seguir enseñando durante toda la vida, que aún recuerda cómo «recorrió durante varios años toda la provincia vendiendo chucherías» y que cuenta que su fuerza es Jesús de Nazaret, que su compromiso social es el mismo de Jesús: «trabajar por el Reino de Dios, un reino de justicia, de amor y de paz».
«Para mí el cielo no puede esperar, tengo que hacerlo presente ya, aquí, entre los pobres y humildes», afirma textualmente. Y ello es, quizá, para que todos ellos puedan regresar a ese cielo en el que habita la infancia y donde en las largas noches de invierno, el viento Siroco ya no atrapa las palabras bonitas con el fin de que estas pueden convivir en libertad con las feas, con las alegres, con las tristes…, en obras espléndidas como Decíamos ayer, en la cual se ha conseguido, en palabras del Cronista Oficial de Cuenca y prologuista del libro (junto a Cerrillo), Miguel Romero, «aunar los valores universales con la radiación que el teatro provoca, generando entusiasmo y alegría en el beneplácito de los sueños».
Fuente: http://vocesdecuenca.com/