POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)

Nacido en Villanueva, se trasladó, con su familia, a Ulea, siendo un niño, Juan Martínez Gómez “El baldao”. Con ese mote se le conocía al quedar con ambas piernas paralíticas, tras sufrir una poliomielitis, cuando tenía cuatro años. Su cuerpo era normal hasta las rodillas. De ahí para abajo sus extremidades estaban atrofiadas e inservibles. Andaba arrastrándose y apoyado con ambas rodillas y las dos manos.

Para ello le habían adaptado unas rodilleras de goma. Fue creciendo y este singular ciudadano se hizo querer por todos los vecinos. Cuando su hermana se casó- ya habían fallecido sus padres-, se independizó y se fue a vivir a una casa de planta baja que le dejó Gregorio Tomás, junto a la acequia. Montó un taller de “lañador y paragüero” y los vecinos del pueblo acudían a reparar ollas, sartenes, lebrillos, cántaros, paraguas, etc.

Allí tenía sus herramientas para taladrar los objetos a reparar y su punzón de estaño para soldar las zonas rotas o resquebrajadas.

Su minusvalía no le impidió ser un hombre dinámico, alegre, trabajador y enamoradizo. Como deambulaba a ras del suelo, cuando las mozas le veían venir se apartaban para que nos les mirara las piernas.

Los ojos se le abrían de par en par cuando transitaba alguna moza. Solía mirarlas pícaramente y esbozaba una sonrisa. A veces les dedicaba algún piropo. Las mujeres lo sabían y unas le eludían pero otras se hacían las remolonas: les gustaban los requiebros de “Juan el baldao”.

Su caminar con cuatro puntos de apoyo; casi reptando, le fue cada vez más dificultoso y auspiciado por el párroco José Muñoz Martínez, por el maestro Felipe Carrillo Valiente y por toda la juventud, se acordó preparar una función de teatro cuya recaudación sería destinada a comprar una bicicleta de tres ruedas cuyos pedales estaban adaptados para ser accionados manualmente.

Se ensayó la obra “Gigantes y Cabezudos” bajo la dirección de Isaías Garro y un elenco artístico en el que participaron muchos jóvenes del pueblo: Pepito Miñano, Antonio Cascales, Felipe Carrillo, Luz Tomás, Consuelo Cascales, Pepita Miñano, Mari Cruz Cascales, Rosa Herrera, etc. Todo el pueblo colaboró de forma desinteresada y la función fue todo un éxito, de público y de recaudación.

Al día siguiente el carrillo-bicicleta fue trasladado al pueblo en “el camión del pequeño” y su entrega, en la plaza Mayor, fue un acontecimiento sin parangón. Allí estaba todo el pueblo con las autoridades a la cabeza. El grupo de Coros y Danzas interpretó varias jotas, cerrando el acto, el baile de “la jota uleana”.

“El baldao” adquirió gran destreza en el manejo de su medio de locomoción y no podía disimular su agradecimiento al pueblo: que le acogió siendo un niño de corta edad.

Las personas mayores recordamos a Juan circulando por las calles, sin tener que ir arrastrándose por los suelos. Presumía de su carrillo y de la destreza con que lo manejaba, pues como era un hombre fuerte, y lo dirigía con los pedales manuales, la rueda delantera iba zigzagueando acorde con sus impulsos.

Juan siguió siendo un hombre trabajador, alegre y, sobre todo, agradecido.

El ayuntamiento le puso un kiosco, junto a la casa de Joaquín “el de los muebles”. Allí en su lugar de trabajo, un infarto de miocardio acabó con su vida de forma fulminante. El pueblo lamentó el fatal, y prematuro, desenlace, acudiendo masivamente a despedir a tan popular y querido personaje.