POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
La Cuaresma tiene su fin en el mediodía del Jueves Santo, momento en el que se inicia el entonces llamado Triduo de Pasión, que finaliza con la Pascua de Resurrección.
La celebración litúrgica del Jueves Santo, con especial incidencia en la conmemoración de la institución de la Eucaristía, ofrecía dos actos de singular relevancia: el lavatorio de pies y la PROCESION AL MONUMENTO con las posteriores «visitas» al mismo.
El MONUMENTO era una «arquitectura ornamental», normalmente de forma piramidal escalonada y preciosamente adornada con flores y ramaje, situada en un lateral de la iglesia,nunca en el presbiterio ni en la nave central, cuyo destino era «reservar» las sagradas hostias consagradas que se consumirían durante los Oficios del Viernes Santo; de ahí que antiguamente también se le denominara «Altar de la Reserva». El MONUMENTO completaba su ornamentación con multitud de VELAS (cirios), perfectamente identificadas con el nombre, que llevaban los feligreses y que, pasada la Semana Santa, recogían y guardaban en sus casas.
Tales velas cumplían varios destinos: Se encendían en días de tormenta para protegerse contra los rayos; en solicitud de protección ante una adversidad; y, sobre todo, cuando un enfermo grave recibía el Viático y la Extremaunción (ahora se dice la Unción de los Enfermos) en los ya casi últimos momentos de su vida.
Tras la procesión al MONUMENTO era costumbre realizar SIETE VISITAS en oración y adoración al Santísimo. En las ciudades se visitaban siete iglesias diferentes; en los pueblos las visitas se hacían en misma iglesia parroquial o en ella y otras próximas. Después, ya a la anochecida, una HORA SANTA brindaba tiempo de reflexión ante la Pasión de Jesús- Los nuevos tiempos han dejado en el olvido muchas de estas tradiciones; desde aquí pretendemos recordarlas.