POR ANTONIO VERDÚ FERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE JUMILLA (MURCIA)
Jumilla, ciudad Autónoma de la Región de Murcia, en España, tiene una antigüedad de más de tres mil años. La presencia de una gran Acrópolis Ibera, con más de doscientas viviendas y tres Necrópolis a su alrededor, avalan su antigüedad, destacando la tumba funeraria de los “Jinetes Ibéricos”, de similar importancia que la Dama de Elche.
Importantes Vil-las romanas acogieron a famosos generales, cuyos yacimientos arqueológicos demuestran su importancia.
Larga presencia musulmana, con la construcción de una importante Fortaleza, que ocuparían hasta el año 1241, cuando el futuro rey Alfonso X el Sabio, tomo posesión del reino de Murcia para la corona de Castilla.
Durante el siglo XIII y XIV, Jumilla perteneció unas veces al reino de Castilla y otras al reino de Aragón.
De 1241 hasta 1288, estuvo bajo la tutela de Castilla. Después lo sería al de Aragón desde el año 1288 hasta 1358.
La muerte del infante D. Fernando de la Cerda, primogénito del Rey Sabio, ocurrida el año 1275, da origen al grave asunto de la sucesión a la corona de Castilla. Con arreglo a derecho correspondía empuñar el cetro al alcaide jumillano D. Alfonso, hijo del infante D. Fernando; pero su tío, el infante don Sancho se opuso a que así
fuese, logrando después de una serie de incidencias y sangrientas luchas, ser proclamado rey a la muerte de su padre. Durante la minoridad de su hijo y sucesor, D. Fernando IV, las fuerzas de la corona de Aragón, acaudilladas por D. Blasco de Maza lograron conquistar Jumilla.
El momento histórico más importante para los habitantes de la población, tuvo lugar en tiempo de los reyes de Aragón Pedro IV el Ceremonioso, y el rey de Castilla, Pedro I el Cruel, y para nosotros el Justo.
Puesto que nuestra labor como educadores es llevar el conocimiento de nuestra historia a los alumnos, este momento histórico, se incluía todos los años en la programación del centro. Con el objetivo de hacer llegar ese conocimiento, se aprovechaba todo aquello que tuviera relación con el acontecimiento histórico que debíamos desarrollar. El día exacto de su realización es el 27 de abril de cada año, ya que lo que recordábamos ocurrió esa fecha del año 1358.
La actividad consiste en rememorar lo ocurrido en ese día para la toma de la Fortaleza. En este momento estaba en poder del reino de Aragón. Antes de la mencionada fecha, tenemos que tener en cuenta que Jumilla pertenecía a la corona de Aragón, en poder de Pedro IV.
Pedro IV el Ceremonioso, rey de Aragón, tenía un hermano llamado Fernando de Aragón. Pedro I el Justo, de Castilla, tenía un hermanastro llamado el Infante D. Fadrique.
Surgen problemas entre los reyes y sus hermanos, lo que motiva que Fernando se pusiera al servicio de Pedro I; y el infante D. Fadrique hiciera lo mismo poniéndose al servicio de Pedro IV. O sea, el hermano del rey de Aragón se va con el rey de Castilla; y el hermano del rey de Castilla se va con el rey de Aragón.
En 1357, Fernando de Aragón, como digo al servicio del rey de Castilla, viene a Jumilla y se apodera por las armas de la Fortaleza y término, y desde ese momento Jumilla de nuevo pasa a depender de Castilla.
En 1357, al poco de la mencionada conquista, Pedro IV de Aragón, manda a Bernardo Cabrera, a Jumilla para que convenza a su hermano Fernando y le devuelva Jumilla a la corona de Aragón. Bernardo Cabrera supo hacer valer sobre el infante el peso de su razonamiento, despertando en el corazón del jefe de Jumilla la cuerda sensible de los estrechos vínculos de sangre que le unían con el rey de Aragón, con el objeto de que volviera con su hermano y de nuevo entregara Jumilla. Supo hacer su trabajo ya que al final consiguió que Fernando devolviera Jumilla a la corona de Aragón.
En efecto, en el mes de diciembre del mismo año, salió con su gente de armas de la fortaleza de Jumilla, simulando nuevas empresas militares contra sus deudos de Aragón, llegó a Benalop (Alicante), disfrazado, y, acompañado de Cabrera, su genio instigador e infatigable que, no se apartaba de su lado ni a sol ni a sombra, marchó a Albarracín, donde le esperaba el rey de Aragón, su hermano, el cual le recibió con los brazos abiertos. Allí le concedió amplio perdón por sus pasadas veleidades, y para sellar más estrechamente la concordia, le prometió toda suerte de honores y recompensas. La reconciliación de los hermanos desunidos era un hecho, y en prenda de seguridad de ella, acuerdan que el infante vuelva a Jumilla, la declare pueblo de Aragón y la entregue a su antiguo y desposeído señor D. Pedro Maza Lizana. Regresó
D. Fernando a Jumilla sin pérdida de tiempo, y allí aguardó la oportuna ocasión para que la traición se consumase.
Apercibidos los jumillanos de que en la fortaleza del castillo tenían lugar estos conciliábulos y manejos entre Cabrera y el infante Fernando, y para contrarrestarlos en lo posible y hacer fracasar la conspiración, de funestas consecuencias para la villa caso de triunfar, pues era volver a sufrir el yugo de los señores feudales aragoneses, los vecinos también se reunieron con gran misterio para no infundir sospechas a la vigilancia del infante Fernando, acordando enviar comisionados a D. Pedro I rey de Castilla y contarle la traición que estaba a punto de cometer el infante Fernando, de devolver otra vez Jumilla al reino de Aragón.
Por estas fechas había ocurrido también la conciliación y paces entre el rey D. Pedro y su hermano D. Fadrique, Maestre de Santiago, que como expusimos antes se hallaba al servicio del rey de Aragón. A las paces siguieron las demostraciones de afecto, que se patentizaron con la concesión que le hizo D. Pedro de honores, rentas y el mando del ejército castellano, para que al frente de tales tropas fuese D. Fadrique el encargado de desbaratar los felones planes de D. Fernando, y procediese en el más breve plazo a la conquista de Jumilla.
Para la puesta en escena, vamos recordando el por qué la población quiere que eso ocurra, ya que quieren seguir perteneciendo al reino de Castilla. La población no estaba de acuerdo con la forma de gobierno de los aragoneses, y en concreto de D. Pedro Maza Lizana, por lo que se reúnen de forma clandestina, como hemos apuntado, para tomar las medidas oportunas que permitan recuperar los privilegios que les reconocía el reino de Castilla. Para ello, mandaron a dos comisionados, Hernando de Núñez y Jaime de Grañana con plenos poderes de la representación que le otorgaba el pueblo, como diputados electos, para desplazarse en el más absoluto secreto, hasta Sevilla y pedir ayuda al rey D. Pedro I el Justo. Le pedirían un ejército para afianzar la conquista, capaz de oponerse al aragonés si éste daba pruebas de acometer la plaza, y abogarían porque Jumilla gozase del dominio directo de su territorio, considerándole pueblo de realengo, con exclusión para siempre de todo señorío de vasallos a merced de cualquier magnate.
Viaje de larga duración en aquella época y que entrañaba peligrosidad, puesto que los caminos no ofrecían seguro tránsito y el bandidaje y las frecuentes «razias» de los moros granadinos atemorizaban a los viandantes. Sin embargo, Nuño y Grañana llegaron sin novedad a Sevilla y allí se entrevistaron con el rey, al que informaron ampliamente de la situación en que quedaba Jumilla y de sus propósitos futuros. Hizo mella en D. Pedro la petición de los vecinos y mucho más sus promesas de lealtad para con su persona, logrando la diputación jumillana totalmente sus propósitos. Arrancaron al monarca la concesión del ansiado privilegio, en 21 de octubre del año 1357, que es en realidad un verdadero pacto entre la corona de Castilla y el pueblo jumillano.
Recibidas las oportunas órdenes reales, no tardó el infante D. Fadrique en llevarlas a cabo. Movilizó el ejército en dirección a la frontera de Valencia, y aunque estos movimientos se intentaron realizar con el mayor recato y sigilo, no pasaron desapercibidos para D. Fernando, quien recelaba, y con razón, que todo aquel desplazamiento de tropas castellanas en maniobra hacia el reino valenciano, en realidad se dirigían contra el destacamento aragonés de Jumilla. Entonces su genio titular, Cabrera, le aconsejó lo más prudente, que fue escapar él y D. Fernando de la Fortaleza de Jumilla, dejando su Castillo y su plaza de armas encomendadas a la defensa de D. Pedro Maza de Lizana, que acababa de poner el pie en la villa.
Puesto D. Fadrique en antecedentes de lo que ocurría, actuó con rapidez e irrumpió en el territorio jumillano en son de conquista. Atravesó la Cañada del Judío. Llegó a la Punta del Molar, y desde este lugar avanzó con sus huestes hacia oriente, por la Jimena y el Cerrico del Oro, por donde la subida al cerro del castillo le ofrecía más ventajas estratégicas. Inmediatamente se sucedieron las primeras escaramuzas con los defensores del recinto amurallado. Lucharon con singular bravura y heroísmo aragoneses y castellanos. Pero al fin las tropas de la guarnición no pudieron soportar el empuje de las de don Fadrique y acabaron por encerrarse tras el cinturón de las murallas que guarnecían la primitiva población.
El Maestre de Santiago organizó entonces el asedio, dispuesto a no dar tregua al enemigo. Durante tales preparativos, la población civil jumillana, se determinó a cumplir lo pactado con el rey, y dando pruebas de su lealtad para Castilla, hicieron causa común con los sitiadores, arremetiendo contra las tropas aragonesas, poniendo en grave aprieto a Lizana y los suyos, que para salvar la piel hubieron de apresurarse en buscar el refugio de la Fortaleza, a cuya defensa se aprestaron.
Las tropas castellanas, aprovechándose de estos momentos de confusión, y del apoyo de los vecinos, ganaron las murallas y penetraron en la villa. El júbilo de la población fue inenarrable. Las aclamaciones dominaban el fragor de los que aún combatían. Los efectivos de D. Fadrique se vieron notablemente reforzados por la colaboración entusiasta de los jumillanos. Y ya más serenos los ánimos, comenzaron los ataques reiterados al castillo, sin conceder tregua a los exaltados sitiadores, a los indomables aragoneses, que no menguaban en su tesonera resolución de defender caras sus vidas. La proporción entre defensores y atacantes era desproporcionada. La superioridad de las tropas castellanas, sería de unos cinco mil, más la ayuda del pueblo, contra trescientos aragoneses.
Mas una mañana, la del 27 de abril del año 1358 antes que llegara la caballería catalana enviada en auxilio de Lizana por el rey de Aragón, D. Fadrique ordenó el asalto definitivo, que coronó el éxito, y la bandera de Castilla ondeó por segunda vez victoriosa en la torre del homenaje.
Cuenta la leyenda que Lizana huyó disfrazado de campesino para evitar que lo hicieran prisionero. Se dice que utilizó un pasadizo secreto para escapar, pero ese pasadizo no ha sido encontrado hasta ahora. Sí sabemos que escapó, pero cómo lo consiguió, no alcanzamos a saberlo. Lo cierto es, que lo que ansiaba el pueblo se había conseguido. El rey de Castilla le concedió una serie de privilegios y exenciones muy importantes a la Villa y sus habitantes, destacando la propiedad de los montes para el común de los vecinos.
Desde esa fecha, Jumilla, ya no ha dejado de pertenecer a Castilla, ni al antiguo reino de Murcia. Actualmente pertenece a la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, España y a la Unión Europea.
Fuente: A.V. Fernández