POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
El 21 de junio, en una comida en Gijón, en el Molino Viejo, con el abogado y escritor Adolfo Menéndez y el poeta Miguel Mingotes, nos encontramos con Jerónimo Granda. Uno de ellos me preguntó qué tal las ventas de mi novela, respondí que como siempre, mal, que la mejor manera para que una historia desaparezca es publicarla; a su vez, preguntamos a Jerónimo cómo se presentaba el verano, me dijo que flojo, que el estío era más propicio para el hijo de la Pantoja, que en Asturias congregaba a miles de personas, cuando él reuniría a lo sumo cien. Entendía yo lo de Kiko Rivera como una metáfora, pero estos días vi que fue contratado como pinchadiscos en Tuilla, que en un rifirrafe con algún envidioso faltó poco para que le pincharan a él y que salió por patas antes de actuar, plantando a sus fans. Pues bien, este sevillano ágrafo, redundante, sonso, sin son y sin historia, agota todas sus ediciones.
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