POR ALFONSO ROVIRA MARÍN, CRONISTA OFICIAL DE ALZIRA (VALENCIA)
Francisco Sánchez Aranda fundó en los años 20 del pasado siglo, junto a otros familiares, una fábrica de caramelos que cerró en 1964.
Su clientela de aquella zona de la piel de toro, Alzira, donde realizaba preferentemente sus correrías como viajante, le llamaban “El Quijote de la Mancha”.
Francisco Sánchez Aranda, fue fundador con otros familiares, de la fábrica de caramelos y otros dulces “La Alcireña”. Francisco, oriundo de Cabezo de Torres, una pedanía de la huerta de Murcia, junto a la capital, llegó a Alzira a los 14 años, siguiendo los pasos de otros familiares establecidos en nuestra ciudad, como fueron Asunción, Francisco, Patricio, José y Salvador Aranda Martínez.Todos comerciaban con especies; esos exquisitos condimentos con los que aderezamos las comidas, que provienen de distintas plantas, tan intimamente ligadas a la historia de la humanidad.
Fracisco Sánchez Aranda se estableció en el número 13 de la calle Sagunto. Años más tarde contraería nupcias con Vicenta Sempere Simó, natural de Segorbe, con quien tuvo dos hijos, Francisco y José. Con los hermanos de su esposa, Manuel y Vicente, convinieron en 1927 crear una fábrica de dulces. Manuel Sempere, al poco tiempo de estableció como pastelero –sucrer- en la plaza de Emilio Castelar, 70. Fue el técnico que enseñó en estas artes a su hermano Vicente para la fabricación de los variados poductos que realizarían, como era el turrón de Alicante, de Xixona y de cacahuete; calabazate, peladillas, confites, anisetes y caramelos, como aquel que recordamos haberlo consumido llamado “farolito”. Con estos antecedentes comienza a funcionar la fábrica que estuvo ubicada en la plaza de Santa Catalina -Constitución- entre casa Merlando y la papelería de Rosa Llinares.
Francisco, con su carro tirado por un buen caballo; otrora con tartana y, finalmente con el avance de la técnica, su automóvil, recorría casi toda España para vender dulces, que sin lugar a dudas eran de primera calidad.
La casa donde estaba instalada la fábrica, también recaía a la calle de la Enseñanza, donde en la planta baja, Vicente Sempere, fabricaba el calabazate en una grandes calderas; allí también se tostaba el cacahuete para la fabricación del turrón de esta especialidad. La finca constaba de una plata baja y un piso donde habitaban los dueños y sus familiares; la parte superior, la andana, la utilizaban para secar los productos fabricados en los días de invierno, cuando hacía mal tiempo, o eran trasladadas al cuarto caliente del cercano horno de Enrique Camarena, situado enfrente, donde apilados en soporte de cañizos dejaban que se secaran, como eran especialmente las peladillas, que luego eran introducidas en un bombo para su acabado.
En la planta baja se hallaba la fábrica donde existían unos “boixets” para la fabricación del turrón de Xixona; un removedor para el de Alicante; refinadora para el cacahuete y un bombo para fabricar las peladillas, anisetes y confites. Artilugios que eran movidos con electromotores, como se anunciaba en la publicidad de la época.
Los hermanos Salvador y Bernardo Escribá, fueron los primeros empleados que tuvo la fábrica en sus comienzos allá por 1927; después formaron parte de la plantilla Jesús Ibáñez, un yeclano que tenía asombroso parecido con el torero Manolete; también entraron a trabajar Manuel el “portugués” y las jóvenesT eresa Llinares, Conchín Sancho, Rosario Sáez, Marieta Pérez, María Martínez y Manola Murillo, siendo Silvia Sáez la encargada.
Francisco Seva era el que acompañaba al dueño para visitar a los clientes de otras poblaciones, pero ya era en el tiempo moderno y viajaban con automóvil. De los últimos que entraron a trabajar el la fábrica de dulces “La Alcireña”, fueron Antonio y Manuel Alarcón Padilla; el primero de ellos , famoso en el arte de Cúchares, empleando el sobrenombre de “Carbonerito” en los carteles de sus corridas de toros.
Por aquellos años, en la década de los 20 a los 30 del pasado siglo, en Alzira existían cuatro pastelerías, las de Miguel Rosell Sansaloini, una a cada extremo del Pont de Sant Bernat, en la calle Calderón de la Barca, 14 y otra en Puente, 4. La de Eloy Arnalte, en la calle Mayor Santa Catalina, 39. Y la de Manuel Sempere, que continuaron sus familiares en la plaza Mayor, 70, que desapareció hace varios años
El mayor de los hijos de Francisco Sánchez, Paquito, fue el administrador de la fábrica y José, -Pepito-, con el que compartimos vecindad y amistad, falleció en 6 de abril de 1992. Años antes le precedieron sus padres, Francisco, el 28 de enero de1959 y su madre, Vicenta, el 4 de julio de 1966. En 1964 se decide cerrar la fábrica que se estuvo funcionando 37 años y se instaló en este local, la imprenta de Francisco Piera, un buen profesional que había dedicado la mayor parte de su vida laboral en la imprenta Muñoz.
En la foto que acompañamos, de izquierda a derecha, vemos envolviendo caramelos a Teresa Llinares, Conchín Sancho, Rosario Sáez, Marieta Pérez, María Martínez, la señora Vicenta Sem,pere, esposa del dueño y Manola Murillo. Fuente: ARM