POR PEPE MONTESERÍN CORRALES, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS).
La amistad no se hace hablando, más bien se deshace. Las palabras confunden, tanto la hablada como la escrita. Dos líneas son suficientes para procesar a un inocente, ¡qué digo dos líneas!, una sola palabra y démonos por muertos. Siempre es mejor el silencio que la palabra, y póngase uno en lo peor si su palabra lleva fundamento y buenas intenciones.
La palabra es contraproducente, enemiga de la realidad y ofensiva si así lo desea el receptor; palabra y soga son lo mismo, idea y horca; la palabra innecesaria es insolente y la necesaria impía; la palabra no hay quien la entienda bien, sale torcida y aún se tuerce más, como la hiedra que cae del cielo y se enreda en el aire.
Decía García Márquez que problema que se dialoga en pareja acaba en pleito. ¿Por qué ese auge de las mascotas? Porque no hablan ni filosofan.