LA ANCIANIDAD DESEABLE
Nov 30 2021

POR FRACISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS).

La barca de Caronte, según la pintó en la Capilla Sixtina Miguel Ángel Buonarroti.

(Fallece Basilio Aramburu Campillo recién cumplidos 100 años)

En la mitología griega, Caronte era el barquero de Hades que se encargaba de transportar las almas de los difuntos en su barca, después de que éste hubiese recibido su óbolo, que no era otro que la moneda que se colocaba bajo la lengua o sobre los ojos de los muertos para pagar la travesía.

La leyenda decía que los que no podían pagar tenían que vagar durante cien años por las riberas del Aqueronte, uno de los cinco ríos del inframundo, y -tras pasar ese siglo deambulando por sus inmediaciones, en aquel lugar de dolor y esperanza- Caronte accedía a llevarlos al otro lado del río gratuitamente.

En las aguas del río Aqueronte todo se hundía, excepto la barca de Caronte, la cual representaba el futuro, una vida mejor, la esperanza, aunque fuese aplazada.

No es que la esperanza se relacione solo con el tiempo, pero sin ella resultarían muy desagradables muchas cosas durante nuestra vida, dado que la capacidad que cada uno albergue sobre la misma hace de ella el sabor de la vida.

Las horas más oscuras de la noche son las que preceden a los amaneceres; no en vano cuando se abrió la caja de Pandora (volvemos de nuevo la mirada a la mitología griega) tras desvanecerse todo lo que ésta contenía en su interior, solo quedó en su fondo el verde brillo de la esperanza, a modo de último rehén.

Cuando nos encontramos con algunos viejos (no hay porqué condenar esta palabra), a veces nos quedamos admirados de sus razonamientos y saberes, frutos de una experiencia vivida, muchas veces ilusionada, activa, limpia, positiva.

Son aquellos destinados a vivir dos, cuatro, seis vidas…como si la “tasa legal” de su exceso de vida la hubiesen tomado de los que el destino les forzó a vivir la mitad, la tercera, la cuarta parte de la suya propia.

¿Cuántas vidas habrán vivido Cleopatra, Aristóteles, Cervantes, Velázquez, Beethoven, Napoleón…?

A pesar de los enormes avances en el cuidado de nuestros mayores, aun se advierte que en esta sociedad nuestra no se dan demasiadas facilidades para envejecer bien.

Los medios informativos nos traen a veces noticias de muertes espantosas, descubiertas días, meses, años después de haberse producido.

Uno se pregunta si esos viejos no estarían, en cierto modo, ya muertos de antemano, olvidados de todos, especialmente los que viven en las grandes ciudades, casi anónimos, olvidados, considerados como trastos viejos que ya dieron de sí lo que debían y a los que nadie reconocerá, acaso sólo algún nuevo suplente del viejo Caronte se hará cargo de ellos.

El envejecimiento de la población forma parte ya de las transformaciones sociales más significativas del siglo XXI, con consecuencias para casi todos los sectores de la sociedad.

Por primera vez en la historia, el número de personas mayores de 65 años en el mundo supera al de niños menores de cinco años.

Suele describirse la tercera edad como una época de reflexión, descanso, e incluso de oportunidades para hacer otras cosas diferentes a las que se hacían en la vida laboral antes de la jubilación, cosas que quedaron postergadas por mil razones diversas.

Bien es cierto que el proceso de envejecimiento no es siempre tan idílico, y deberían tenerse en cuenta cosas como ser conscientes de las limitaciones físicas de todo tipo que puede tener un anciano, respetar sus preferencias personales, porque los cambios de vida a los que se ven sometidos muchas veces les resultan negativas y pueden ser reacios a adoptar nuevos hábitos.

Si la diplomacia siempre es bienvenida en las relaciones con los demás, debe estar muy presente con las personas mayores, y no olvidarse de esa expresión según la cual el anciano nos diría: “Te ves como me vi, te verás como me veo”.

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En este último día de noviembre -festividad de San Andrés- fecha que Arriondas celebró durante cerca de 300 años (desde los inicios del siglo XVII hasta el siglo XX) con feria de ganado, fiesta religiosa y profana en los alrededores de su desaparecida capilla, en el lugar del mismo nombre cercano a Pilanegru, nos ha dejado Basilio Aramburu Campillo, tras haber cumplido 100 años el día 1.º de este mismo mes.

Basilio -histórico parragués de adopción- dedicó más de 70 años a la elaboración de la sidra que lleva su nombre, uno de los últimos llagareros de la comarca.

Había nacido en Peñamellera Baja y se había dedicado a herrar caballos, ayudando a su padre.

Llegó a Arriondas el día 1.º de enero de 1952 para hacerse cargo del llagar de Ñico.

Con los años tendría su propio y afamado llagar en un local del que su desaparecido hijo Miguel decía “ser más antiguo que la Basílica de Covadonga” (1901).

En estas semanas de otoño -durante más de 70 años- Basilio recogía toneladas de manzanas en un ciclo que se repetía cada año. De allí salieron hasta 200.000 litros de sidra por temporada.

La siempre encantadora Isabel Melero Vega -también de Panes- fue su fiel esposa y compañera, madre de sus cinco hijos: Agustín, Basilio Tomás, Benigno, César y el desaparecido Miguel Ángel, los cuales cuidaron de su padre de un modo ejemplar, hasta culminar en este último día de noviembre, el mes por antonomasia dedicado a los que nos precedieron en la vida y que nos aguardan en otra dimensión desconocida para nosotros.

La vida del hombre -como un cometa ardiente- transcurre del recuerdo a la esperanza…y vuelve de ella a él.

FUENTE: https://www.facebook.com/franciscojose.rozadamartinez

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