EDUARDO JUÁREZ, CRONISTA OFICIAL DEL REAL SITIO DE SAN ILDEFONSO (SEGOVIA)
No hay cosa que más duela a este humilde Cronista que la pérdida del Paraíso. Ese uso privativo que, a lo largo de la historia, han venido realizando algunos de los ostentadores o detentadores de este sin tener en cuenta la integridad de algo tan especial y la pérdida patrimonial a la que conduce el olvido de su utilización original. Así, en los últimos dos siglos, el Real Sitio ha ido viendo cómo algunos de sus recursos primigenios han pasado a mejor vida o a manos privadas, que viene a ser lo mismo.
Al calor de la ley de Patrimonio de 1865 y dada la necesidad de conseguir recursos económicos que aflojaran la deuda del Estado, el gobierno de Ramón María Narváez con la aquiescencia de Isabel II puso a la venta todo el monte público que constituía el Real Sitio, como bien referí en un artículo publicado en este centenario diario. Esta tropelía fue detenida por los diputados segovianos, cuando los diputados de Segovia eran segovianos y luchaban por Segovia, Aunque consiguieron retraer las ventas, algunas matas, como la del río Pirón, penan desde entonces separadas del Paraíso.
Alfonso XII no debió aprender la lección, pues regaló a Arsenio Martínez Campos la mata de la Saúca como premio al golpe de estado que le proclamó rey de España en Sagunto. Obviamente, el abandono del Palacio Real de Valsaín, vendido a mediados del siglo XIX, recomprado por Patrimonio a finales de siglo XX y asumido por la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena, ejemplariza con el destino que le espera al patrimonio perdido. Desde el teatro Infanta Isabel y la Casa de Comedias a la casa del Secretario de Estado, conventos y frontón, Parador de Viajeros y hospital de San Fernando, este Paraíso ha ido perdiendo gran parte de su identidad en los últimos cien años con cadencia deprimente. Y, puestos a recordar pérdidas, me viene al pelo una conversación mantenida con mi querido amigo y Maestro, Julio Martín Casas, acerca del aserradero de Valsaín, pero no el actual, sino el primero que hubo en el Real Sitio Primitivo.
En efecto, desde finales del siglo XVIII, la Corona española vino explotando el recurso maderero del Paraíso. Con la llegada de la industrialización, la multitud de talleres de explotación asentados en la Pradera de Navalhorno debieron centralizar su producción en el primer aserradero, ubicado en el paraje conocido actualmente, no sin razón, como la Máquina Vieja.
Allí, aprovechando la fuerza de los torrentes serranos, se construyó entre 1825 y 1829, una máquina de serrar madera absolutamente novedosa. La maquina hidráulica era capaz de mover hasta cuarenta y tres sierras, lo que jubiló el uso de la fuerza bruta. Desgraciadamente, la llegada de un nuevo estado, la sucesión de Fernando VII y las Guerras Carlistas acabaron con la Máquina Vieja y el incipiente progreso español en el año 1833. Desde ese año, se abandonó la infraestructura, reducido su uso al alquiler de los corrales para la explotación particular, llegándose a emplear los veranos hasta doscientos paisanos.
No obstante, la realidad de la Máquina Vieja cambió a principios del siglo XX. Según me relató mi querido Maestro, una millonaria venida de la Argentina, en una visita realizada al Real Sitio se enamoró del paraje, no parando hasta conseguir que el rey Alfonso XIII le cediera el uso y disfrute de la finca. Desmantelada la Máquina Vieja, se construyó una residencia alpina sacada del mismísimo Bariloche, donde reposar la vida entre pinos y agua, silencio y excursionismo, nieve y aislamiento.
Sea como fuere, la Máquina Vieja quedó reducida a un topónimo, su recurso hidráulico perdido y el agua que lo alimentaba continuó su devenir sobre el desmontado puente de Los Canales, carente de sentido industrial. Con el paso de los años parece ser que la detentadora del predio cayó en la ruina, siendo administrada la finca por el Banco Español de Crédito de donde pasó a ser utilizada como residencia ocasional de la familia Gómez Acebo, últimos titulares del uso de la finca.
Del mismo modo que ocurriera años más tarde con la desaparecida vivienda del Salto del Olvido que disfrutara el ingeniero visionario Federico Cantero Villamil, la Máquina Vieja ha pasado a ser uno más de los tesoros desaparecidos del Real Sitio Primitivo. Uno no sabe muy bien qué tendrá Valsaín con su patrimonio Industrial e Histórico que tiende al infinito, al sustento del desarrollo patrio, pero que no somos capaces ni de consolidarlo, ni de otorgarle la visibilidad que debiera. Que merece.
Al menos espero que sirva esta crónica para recordar que en el Paraíso hubo más de un aserradero y que el origen de la industrialización y mecanización maderera empezó allí, cerca de la estación eléctrica Infanta Isabel, en la cuna del Paraíso donde, desde hace casi ocho siglos, los segovianos nos hemos esforzado por mantenernos en el Paraíso serrano que tenemos la suerte de habitar.
Fuente: https://www.eladelantado.com/