LA ARQUITECTURA COMTEMPORÁNEA EN EXTREMADURA. PUESTA EN VALOR, SIMBOLOGÍA Y NECESIDADES CONSTRUCTIVAS (1)
Ago 04 2021

POR JOSÉ ANTONIO RAMOS RUBIO, CRONISTA OFICIAL DE TRUJILLO (CÁCERES).

Vostell – Malpartida de Cáceres

A mediados del siglo XVIII surge, en Europa, una reacción contra la arquitectura ornamental del estilo Barroco, que se prolongó hasta bien entrado el siglo XIX. Fue un movimiento estético, originario de Francia e Inglaterra, y trasmitido paulatinamente al resto de Europa a partir de la revolución francesa. Tras iniciarse en las artes, los principios intelectuales de La Ilustración, consecuentemente se propagaron por el resto de ámbitos culturales y artísticos.

Las construcciones ejecutadas durante el Barroco llegaron al siglo XVIII con las fuerzas un tanto exhaustas. Como consecuencia de ello, sumado a los ligeros matices clásicos que aun perduraban en las construcciones italianas, debieron haber influido en el deseo de los arquitectos en recuperar el gusto por lo antiguo, por la simplificación artística, por poner orden, y por servirse de reglas útiles sin necesidad de inventarlo todo.

En consecuencia, se comenzó a proyectar un segundo Renacimiento de la antigüedad, con la diferencia de que ya se habían descubierto las técnicas y el modo de trabajar de los griegos y de los romanos; tal vez, durante el Renacimiento, estas técnicas no llegaron a descubrirse debido al dominio turco en el territorio ateniense, coartándose, de este modo, la disposición de los fabulosos ejemplos constructivos de Atenas.

Tras surgir la necesidad de retomar las reglas grecorromanas, se inician trabajos arqueológicos, dentro de la región de Campania, en las antiguas ciudades helenísticas de Pompeya y Herculano, enterradas por las cenizas del volcán Vesubio durante el Imperio Romano, y en la misma Atenas; con el objeto de redescubrir la civilización griega. De este modo, poco a poco, se fue conociendo el mundo de la purísima arquitectura griega, para estudiarla, dibujarla y, finalmente, imitarla.

Todo esto, generó el gusto y la vuelta a lo clásico, impulsado, principalmente, por el monarca Carlos VII, Rey de Nápoles, y por la internacionalización de la economía que promovió la universalización de los gustos. En España, el Rey Carlos III sería quien introduciría el Neoclasicismo, mediante el cual, un buen número de personalidades y de arquitectos de la época, logró implantarse este estilo en la mayoría del territorio europeo y, por mediación de las colonias, en América.

También contribuyeron, en la expansión del estilo, la obra de Wincklemann ”Historia del arte de la Antigüedad”, la publicación de libros como “Antigüedades de Atenas”, de los arqueólogos ingleses James Stuart y Nicholas Revett, y la llegada de la “colección Elgin” a Londres, que ensalzaban la simplicidad y el gran sosiego del estilo grecorromano.

Otros factores influyentes, en el desarrollo de la arquitectura neoclásica, fueron los que determinaron aspectos relativos a los contextos económicos, políticos y sociales de la época, como: la Revolución industrial, el Enciclopedismo, y las Academias, entre otros.

  • La Revolución industrial. Influyó en los adelantos técnicos y constructivos, en los equipos de trabajo, y en la creación de nuevos materiales para la construcción.
  • El Enciclopedismo. Fue el precursor de la revolución francesa, atrayendo la concepción romántica de la Grecia Antigua. Fue un movimiento pedagógico, que implica el conocimiento de lo antiguo, expresado a través de la enciclopedia, a la que se le atribuyo la capacidad de influir en el pensamiento y en las costumbres de las personas.
  • Las Academias. Medios de transmisión del conocimiento, como de Tratados clásicos y renacentistas, y de obras de carácter técnico y científico que racionalizaban su práctica y ejecución. A partir de entonces, la arquitectura comienza a sufrir las críticas libres, fundadas en principios académicos.

De este modo, la arquitectura neoclásica pasó a considerarse la arquitectura de la Academia, de la Razón, y, el siglo XVIII, el Siglo de las Luces. Fue un estilo que se administró desde el poder, ya que sus reglas estaban escritas en los libros, y pasó a convertirse como la “arquitectura oficial de los nuevos países. EE.UU. de Norteamérica la adoptó como estilo nacional al independizarse de Inglaterra.

A mediados del siglo XVIII se produce, en Gran Bretaña, la revolución industrial, para extenderse, posteriormente, al resto del conteniente europeo, e incluso a Norteamérica. Las ciudades empezaron a crecer a ritmos desorbitantes, con un gran volumen de construcción de edificios, mayor que en todas las épocas anteriores juntas, proliferando, también, los núcleos residenciales próximos a las fuentes de energía y de materias primas para la industria. La industrialización, y el descubrimiento de la máquina de vapor, permitió abandonar las limitaciones de las fuentes de energía tradicionales, proyectando nuevas construcciones (fábricas, estaciones de ferrocarril, viviendas…), y disminuir el tiempo de producción y abaratando costes; aportando, al mismo tiempo, nuevas soluciones técnicas a estas construcciones. Así la arquitectura y el urbanismo evolucionarían junto al ritmo que imponía la industrialización.

Los avances logrados con la Revolución Industrial, en pro al descubrimiento de nuevos materiales de construcción y de la evolución tecnológica, abrió las puertas a un amplio abanico de construcciones, y opciones estructurales, antes, jamás pensadas.

Esta nueva realidad, estos nuevos materiales (hierro colado, vidrio, cemento, hormigón armado…) permitieron alcanzar grandes producciones en las áreas industrializadas, y los avances tecnológicos ofrecerían la posibilidad de transportarlos a lugares, antes, impensables.

De este modo, comenzaron a proliferar otras tantas construcciones que contribuyeron, sin duda, a la mejora de calidad de la vida humana, como fueron: hospitales, bibliotecas, museos, mercados, puertos, caminos, carreteras, puentes, almacenes, teatros, universidades y academias, e incluso parques y jardines públicos; muchos de los cuales conservan hoy en día la misma función. Dentro de la arquitectura neoclásica se pudieron distinguir dos tipos: el llamado “Barroco vitrubiano” que fue el más extendido en Europa y exaltaba el poder, y la “arquitectura de la razón” para obras de tipo práctico o industrial; levantándose construcciones tan dispares como abadías o arcos del triunfo, o la creación de puentes de hierro. En el ámbito del urbanismo se buscan trazados geométricos, de damero o estrellados, con amplias avenidas y plazas, y zonas verdes.

En el caso de España el Museo Nacional del Prado fue creado a raíz del mandato de Fernando VII, para trasladar la colección real desde el Palacio Real de Oriente al edificio de Carlos III mandó construir, el proyecto estuvo a cargo del arquitecto Villanueva.

Más tarde, también en España con la desamortización de Mendizábal, en época de Isabel II, al desposeer las órdenes religiosas de sus bienes mueble e inmuebles, los museos experimentaron un gran desarrollo, convirtiéndose así los antiguos y grandes conventos y monasterios en Museos Provinciales, precedente de los actuales Museos de las Bellas Artes, albergando colecciones de pintura y escultura religiosa principalmente. 

A finales del siglo XVIII y siglo XIX con el auge de la investigación, los descubrimientos de lugares exóticos, sobre todo del Extremo Oriente, y en gran medida del afán de estudio de la Naturaleza, surgiendo nuevos estudios como las Ciencias Naturales.

Pero esta clase de Museo se relacionaba más con un Mausoleo que con el lugar interactivo y de encuentro con la cultura que es típico de fines del siglo XX. Cabe recordar que la palabra Museo viene de Mausoleo (Templo de las Musas).

Precisamente, el carácter funcional que comienza a tener la arquitectura, unido al descubrimiento de los nuevos materiales y a los avances tecnológicos, conlleva a separar las competencias del ingeniero respecto a las del arquitecto, para un mayor desarrollo de las especialidades profesionales; siendo los primeros en introducir, en España, este esquema de división del trabajo el ejército, con los ingenieros militares, con obras (caminos, puentes, carreteras, puertos, fortificaciones…) que requerían un gran trabajo de proyección, un sistema de representación gráfica, y de cálculo presupuestario suficientemente claro para que pudiera pasar de un oficial a otro. Aunque no siempre era así; las nuevas y atrevidas obras se encargaban a los ingenieros mientras que las obras más tradicionales (edificios públicos, iglesias…) eran proyectados por los arquitectos, propiamente dichos. Los ingenieros formados en universidades o escuelas técnicas aprendían el uso de los nuevos materiales, y serían quienes propiciarían el rápido proceso de la industrialización de los materiales; en cambio, los arquitectos seguían formándose en academias y estudiaban estilos tradicionales de base artesanal, mostrándose contrarios al “deshumanizado maquinismo”; pero ambas profesiones, compartirían la proyección de sus dibujos arquitectónicos, en papel, para convertirse en instrumentos claves de la modernización del saber arquitectónico.

Del Neoclasicismo hay que destacar arquitectos de renombre, pioneros de este nuevo estilo, como: Robert Adam y John Soane (Gran Bretaña); Claude Nicholas Ledoux, Charles Percier y Pierre François Fontaine (Francia); Von Klenze y Karl Friedrich Schinkel (Alemania); Francesco Sabatini y Giovanni Battista Piranesi (Italia); y los españoles Ventura Rodríguez, y Juan de Villanueva, que proyectaron obras como el palacio de los duques de Lidia, y el museo del prado, respectivamente.

Las características propias de este estilo fueron las formas clásicas, la simetría, la elegancia y la sobriedad. Para ello, utilizan elementos grecorromanos como las columnas, el frontón, el pórtico y las proporciones armoniosas. En el campo decorativo, se apostó por una ornamentación clásica, y el gusto por revivir las esplendorosas puertas y arcos de las ciudades de la antigüedad.

Los oficios, seguían organizados mediante gremios, pero, en el año 1834, se manifestaría un importante acontecimiento en su funcionamiento; por RD sobre “Libertad de Asociaciones gremiales y ejercicio de la industria, los gremios se veían obligados a cumplir una serie de requisitos para conseguir la condición de “Real aprobación”, aunque “no podrán formarse asociaciones gremiales destinadas a monopolizar el trabajo en favor de un determinado número de individuos”. Estos, ya muy debilitados, fueron desapareciendo, siendo sustituidos por la iniciativa privada, y por la libertad de la industria y del comercio, propios del capitalismo. Aun así, los oficios del sector de la construcción, seguían siendo los mismos de los periodos anteriores; en toda construcción intervenían canteros, albañiles, carpinteros, vidrieros, orfebres; y aparece un nuevo oficio, el del montador de los elementos prefabricados; además de los ingenieros y arquitectos, y de los maestros de obra o aparejadores, que ocuparían la cúspide jerárquica de toda obra de construcción.

La impactante entrada de un nuevo elemento estructural de las construcciones, “el hierro, ocasionó un nuevo impulso tecnológico de los hornos, a partir de los cuales se fundía y modulaba el material férreo, extraído de las minas, para fabricar piezas que se empleaban como pilares y vigas; aumentando el número de plantas de los edificios y los espacios entre columnas, respecto a las épocas pasadas. Para lograr tal fin, los hornos, se alimentaron, inicialmente, con carbón vegetal de las grandes masas arbóreas, pero con el tiempo este se convirtió en un material caro y escaso, además que el proceso requería mucha mano de obra. A partir de la Revolución Industrial, el carbón vegetal dio paso al carbón mineral, incrementándose notoriamente la producción del hierro.

De este modo, materiales como el hierro y el carbón, con el tiempo, acabaron por centralizar la producción; impulsando, quizás de forma recíproca, el desarrollo de carreteras y canales, de los ferrocarriles, y de la máquina de vapor.

El vidrio también tuvo su papel en la construcción. El juego que ofrecía el hierro hizo que se proyectaran edificios que intercalaban una estructura de hierro con un revestimiento de vidrio; prueba de ello fue el invernadero de Syon House, y la Casa de Hierro o Palm House, construidas en la primera mitad del siglo XIX en Londres (Inglaterra). Estos materiales se encargarían de introducir una nueva técnica constructiva, la de los elementos prefabricados; concebidos como mecanos, para reducir los tiempos de ejecución.

Otro gran descubrimiento fue el cemento portland o “piedra artificial”. Con la Revolución Industrial se reaviva el interés por el conocimiento del cemento, con lo que el cemento romano fue experimentando cambios hasta que Joseph Aspdin adquiere un cemento capaz de revestir exteriormente las fachadas de los edificios, a fin de lograr la apariencia de sillares de piedra, y conseguir la sustitución artificial de la costosa piedra natural. En 1835, en la ciudad de Swanscombe (Inglaterra), se construiría la primera vivienda de hormigón; de hormigón eran los muros, las tejas, los marcos de las ventanas y los detalles decorativos, con el mismo aspecto que cualquier otra casa victoriana. Poco después, en 1838, el ingeniero Brunell, al entregar la obra del túnel bajo el Támesis hizo constar en los documentos que el aglomerado utilizado era “cemento portland”; consolidándose, de este modo, el nombre a un producto de resistencia y dureza jamás imaginado.

Los medios auxiliares, como andamios, cimbras y encofrados, también evolucionaron a la vez que se desarrollaba al cemento “Portland”. Se crea una nueva cimbra, denominada “retroussé que, a base de polígonos, permitía ahorrar material y espacio -a costa de una excesiva deformación-. Los encofrados también fueron objeto de un estudio más especializado, con la puesta en marcha de las patentes del cemento “Portland” y la difusión del hormigón en la construcción. La materia prima principal, de los medios auxiliares, seguía siendo la madera; a partir de la cual se formaban elementos como montantes, largueros, travesaños, pisas o plataformas, y moldes o planchas de encofrado, entre otros. De este modo, el descubrimiento del cemento “Portland”, y los avances revolucionarios de la época, abrirían un amplio campo de la investigación que comenzaría a dar frutos a lo largo del Historicismo y Eclecticismo, y en el posterior Modernismo.

Aunque la máquina de vapor, o también llamada máquina atmosférica, comenzó a dar sus pasos, el transporte de los materiales seguía haciéndose con carros, tirados por caballos o bueyes, en condiciones parecidas a los periodos anteriores. Durante el Neoclasicismo se produjo una gran aplicación de ensayos de penetración del terreno, especialmente bajo el agua, que se reflejaría en un mayor conocimiento de las características de los terrenos para afrontar la ejecución de los cimientos de cualquier construcción. Los cimientos se ejecutaban, generalmente, sobre canchales, o mediante excavaciones, a profundidades variables según la calidad del suelo y la escala de la construcción, para, posteriormente, rellenarlas de macizos de piedras y mortero. 

En lo que respecta a las ejecuciones arquitectónicas, la ejecución de columnas, pilares, muros o alzados en general, las condiciones de trabajo fueron iguales a las épocas anteriores. Se emplearon los mismos medios auxiliares que ya se conocían, como los andamios y las escaleras de madera. En cuanto a la elevación de cargas, las pequeñas piezas o materiales se remontaban por los trabajadores, a la vez que ellos mismos subían por las escaleras, y para aquellas de mayor envergadura se empleaba la grúa y cabrestantes, de tracción humana y/o animal; evolucionando con la rotación reversa del cabrestante o del treadwheels, para prevenir caídas en picado de las cargas.

Las cubiertas continuaban la misma senda venida de antaño, ejecutándose con las técnicas y los recursos hasta en entonces conocidos. A los clásicos materiales con los que se construía, como el ladrillo, la madera, la piedra y la teja, se incorporaron esos otros que mayor repercusión e innovación tuvieron en este periodo, como el “cemento Portland”, el hierro y el vidrio. Elementos creados en sus respectivas fábricas, y puestos a pie de obra para que, con una combinación lógica, se construyeran cubiertas abovedadas, cúpulas coronadas, o las clásicas cubiertas de tejas. Generalmente, para que estas cubiertas pudieran ejecutarse, y adquiriesen resistencia y estabilidad, era necesario el empleo de cimbras fabricadas con madera; una vez dispuestas, se ejecutaban los arcos y/o vigas, y se rellenaban los paños.

En definitiva, las condiciones de trabajo del Neoclasicismo, que se desprende de las técnicas constructivas, es que apenas se dieron cambios respecto a los siglos anteriores, y, por lo tanto, debieron haber sufrido un buen número de AA.TT. Además, en el territorio español, también ha de sumarse la precariedad laboral de esa época; Molina (2006) describe las deficientes condiciones de trabajo y, por consiguiente, la maltrecha seguridad y salud de los trabajadores, extendida durante todo el siglo XIX, y que se refleja en unas condiciones inhumanas de explotación infantil y de la mujer, de hasta 66 horas semanales (a partir de los 6 años), y con salarios inferiores a las necesidades mínimas para subsistir. Resumiéndose en la existencia de numerosos riesgos de magnitudes intolerables.

En el ámbito social hay que destacar la liberación de la mano de obra, como consecuencia de los avances tecnológicos, en los que el uso de la máquina, y su rentabilidad, terminaron por desplazar al hombre. La tecnología influyó en todos los ámbitos de la industria, de la agricultura, el comercio… permitiendo romper los techos de producción; creando y mejorando los sistemas de transporte como el ferrocarril o el barco de vapor. Mientras que la nobleza y el clero mantuvieron sus privilegios, estos hechos provocaron cambios estructurales en las actividades laborales, económicas, sociales y políticas; y se constituye la base de una estructura comercial, dueña de los medios de producción y detentores del poder económico, conocida como burguesía. Estas gestas repercutieron, aún más si cabe, en el empobrecimiento de la clase obrera, también conocida como el “proletariado”, con salarios muy bajos, y desproporcionados con el número de horas y los esfuerzos realizados. La ausencia de Leyes y la desaparición del sistema gremial, que protegiera a los trabajadores en materia sanitaria y salarial, propició la explotación obrera, en pro de la burguesía; desencadenando manifestaciones y protestas del proletariado, ante la situación, en diversos momentos de este periodo.

La situación política que se vivía en aquellos tiempos estuvo muy condicionada por la gestión realizada por la casa real Borbónica, procedente de Francia. Los borbones, convencidos de la necesidad de impulsar la cultura de la Ilustración francesa en España, reinaron según los cánones del Despotismo Ilustrado, resumido con el lema “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, hasta que las tropas napoleónicas invadieron España y obligaron a ceder el trono; promulgándose en 1812, por las Cortes Generales, la primera constitución española.

Aunque poco después, y perdurando en el tiempo, vendría a intercalarse la soberanía del estado (sin Rey) con las sucesivas restauraciones del absolutismo borbónico. En el aspecto religioso, desde la primera constitución, el país se declaró como estado confesional católico, quedando prohibida, en ese mismo documento, cualquier otra religión.

La religión de la Nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera. La Nación la protege por leyes sabias y justas y prohíbe el ejercicio de cualquier otra.

Como bien se ha dicho anteriormente, el periodo que comprende el Neoclasicismo en España no fue objeto de normativas que mejorasen las condiciones de trabajo, más bien todo lo contrario. Por Decreto, en 1813 se promulgó la desaparición oficial del régimen gremial en España, con lo que la clase obrera quedó aún más desamparada respecto a sus patronos, y aunque se elaboró un Proyecto de Código Civil, en 1821, que regulaba los horarios de trabajo y la educación para el trabajador, nunca llegó a publicarse; como consecuencia de la vuelta al poder de los absolutistas. De la normativa europea hay que reseñar la Ley del parlamento británico “The Factory Act”, de 1833, que reglamenta el trabajo de las mujeres y los niños.

En pleno siglo XIX la construcción continuaba la senda concebida a partir de la Revolución Industrial; en plena ebullición por el progreso tecnológico. Las ciudades se favorecieron de ello para convertirse en el símbolo de las actividades productivas, del intercambio, de la economía, y de las decisiones. La constante evolución y empleo de las máquinas de vapor comenzaron a proporcionar un mayor perfeccionamiento de los productos, a la vez que iba habiendo mayor demanda de mercado que, de un u otro modo, influiría en el aumento del nivel de vida de los habitantes.

Aparecen, alrededor de 1830, dos modos de pensar y construir: el Historicismo, también conocido como Romanticismo, que consistía en la aplicación de cualquier arquitectura del pasado como referente a la concepción de la arquitectura del presente, en especial para edificios y para motivos ornamentales; y el Eclecticismo, considerado una tendencia artística que, como apéndice del Historicismo, trató de refundir elementos de diferentes estilos y épocas de la historia del arte y de la arquitectura, para dar forma a algo nuevo. Estos estilos pasarían a ser la base de la arquitectura hasta el año 1900 aproximadamente.

 1) La Ilustración. Época histórica que presentaba el deseo de los filósofos de la época de la Razón (filosofía) por racionalizar todos los aspectos de la vida y del saber humano. Vino a sustituir el papel de la religión (como organizadora de la existencia del hombre) por una ética laica que ordenará desde entonces las relaciones humanas y llevará a un concepto científico de la verdad.

NOTAS:

(2)  Bassegoda, 1984.

(3) Revolución Industrial. Desde mediados del siglo XVIII y principios del XIX se producen transformaciones socioeconómicas, tecnológicas y culturales de la historia de la humanidad, desde el neolítico. Se aumenta la cantidad de productos y se disminuye el tiempo en el que estos se realizan, dando paso a la producción en serie, ya que se simplifican tareas complejas en varias operaciones simples, que pueda realizar cualquier obrero, sin necesidad de que sea mano de obra cualificada, y de este modo bajar costos en producción y elevar la cantidad de unidades producidas bajo el mismo costo fijo.

(4)  García, 1984.

(5) Strike, 2004.

 (6)Cemento Portland. En 1834, Joseph Aspdin obtuvo la patente de fabricante de cemento “Portland”, tras realizar varias experimentos para conseguir un cemento artificial, por calcinación de mezclas de caliza y arcilla. No exenta de agrias polémicas y rivalidad. Wikipedia.

(7) Strike, 2004.

(8) Gomá, 1979.

(9) López, 1996.

(10)  De Vicente, 2012.

(11) Definición “Eclecticismo”: término procedente del vocablo griego eklego (επιλέξτε), excoger. Su origen se enfunda en el desbloqueo de la creatividad del arquitecto a las normas clásicas, impuesto por la Academia. Wikipedia.

 (12)Estilo. Su origen en arquitectura se remonta, según Peter Collins, a comienzos del siglo XVIII. Jean François Blondel, el teórico francés, lo definió como “el carácter auténtico que debe escogerse como adecuado para el propósito de un edificio”, y lo calificó como “poesía de la arquitectura”. Aloys Riegl lo trabajó, posteriormente, como “un concepto aplicable al estudio histórico de la ornamentación”. Nikolaus Pevsner, lo definió como “el conjunto de logros estéticos de individuos creativos de la época”. Varios autores “Documentos de historia y arquitectura. Textos 9”. Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Artes. Colombia (2003)

Continuará…………

FUENTE: CRONISTA

 

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