POR JOSÉ ANTONIO RAMOS RUBIO, CRONISTA OFICIAL DE TRUJILLO (CÁCERES).
Anterior al año 1900, el índice de siniestralidad laboral que se venía padeciendo en España, en el sector de la construcción, y en la industria en general, debió de motivar al entonces Ministro de Gobernación, Eduardo Dato, a presentar un proyecto de Ley sobre los AA.TT.; Ley que popularmente se conocería como Ley Dato[1], en honor a su impulsor. Este Ley marcaría un antes y un después en la historia de la PRL en España, con una orientación moderna; valorada por Léger como “Posterior a todas las demás leyes semejantes de las grandes naciones europeas, ésta no deja de ofrecer una notable originalidad; no copia a ninguna de ellas, e incluso contiene disposiciones que le son peculiares”[2], y por Fernando Benavides como “Se considera la primera ley de seguridad social en España”[3].Poco después, el 28 de Julio de 1900, se promulga el Reglamento que impulsaría, aún más si cabe, la aplicación de la citada Ley.
Dada la importancia que tanto la Ley como su desarrollo reglamentario manifestaron en aquellos tiempos, para hacer de España un estado más moderno, con importantes avances en las condiciones laborales para la reducción de la siniestralidad, hay que hacer unas breves reseñas sobre lo que esta Ley, y su reglamento, contenía:
- Se definen conceptos como el de accidente (sin alusión a la enfermedad profesional), patrono y operario.
- Se establece, por primer vez, el principio de imputación objetiva, o responsabilidad del patrono, y propietario de la obra, al disponer el art. 2 “El patrono es responsable de los accidentes ocurridos a sus operarios con motivo y en el ejercicio de la profesión o trabajo que realice, a menos que el accidente sea debido a fuerza mayor extraña al trabajo en que se produzca el accidente”. La teoría del “riesgo profesional” atribuye al patrono reparar a su cargo las consecuencias de los accidentes de sus trabajadores, salvo casos fortuitos o de fuerza mayor.
La responsabilidad patronal es efectiva desde el momento en que ocurre el accidente; prestando, sin demora, asistencia médica y farmacéutica en los centros sanitarios más cercanos; la asistencia médica, durante el curso de la dolencia, corresponde a los facultativos designados por el patrono.
- Se hace distinción de las incapacidades: “incapacidad temporal”, “incapacidad permanente y absoluta”, “incapacidad parcial, aunque permanente”. En el caso de incapacidad temporal, “el patrono abonará a la víctima una indemnización igual a la mitad de su jornal diario desde el día en que tuvo el accidente hasta que se halle en condiciones de volver al trabajo”. En el caso de muerte del trabajador, el patrono queda obligado a sufragar los gastos del sepelio, e indemnizar, a la viuda e hijos.
- El Reglamento se hace mención, a fin de mejorar la seguridad de los operarios, a que se incrementaría, por la falta de previsión del patrono, “en una mitad más de su cuantía” las indemnizaciones, en los casos de “empleo de máquinas y aparatos en mal estado, la ejecución de una obra o trabajo con medios insuficientes de personal o de material, y utilizar personal inepto en obras peligrosas sin la debida dirección”.
- La Ley prescribe la constitución de una Junta Técnica para el estudio de los mecanismos inventados para prevenir los accidentes de trabajo, por medicación de la cual se desarrolla el Catálogo de Mecanismos Preventivos de los Accidentes de Trabajo, que se publicaría, por Real Orden, el 2 de Agosto de 1900.
- Se establece, en el artículo 12, que “Los patrones podrán sustituir las obligaciones contenidas en los artículos 4º (indemnizaciones por incapacidades) , 5º (indemnización por muerte del operario) y 10º (pensiones vitalicias) , o cualquiera de ellas por el seguro hecho a su costa en cabeza del obrero de que trate, de los riesgos a que se refiere cada uno de esos artículos[…] en una Sociedad de Seguros“
Artículo que, junto al desarrollo reglamentario, daría la opción de que se crearan sociedades mutuas que pudieran ofrecer este servicio.
Al objeto de aplicar el artículo 12 citado, se creó una Norma que regularía las atribuciones de las Mutuas. De este modo surge una nueva Real Orden, publicada el 16 de Octubre de 1900, que viene a decir, en su artículo 10, que “se considerarán Asociaciones Mutuas, las legalmente constituidas cuyas operaciones de seguros se reduzcan a repartir entre los asociados el equivalente de los riesgos sufridos por una parte de ellas, sin participación directa ni indirecta en los beneficios”, lo que abriría las puertas a las Mutuas de Accidentes de Trabajo.
Así, en el año 1901, aparece la primera mutua, “La Previsión. Sociedad Mutua contra Accidentes de Trabajo”; registrándose hasta 10 sociedades, como Mutuas de Accidentes de Trabajo, de forma uniforme, durante los primeros ocho años del siglo XX. Las mismas se concentraron en Barcelona (60%) y una (10%) en cada de las siguientes ciudades: Madrid, Vitoria, Santander y Gijón.
En el año 1902 se establece un horario laboral de 11 horas al día, o su equivalente de 66 horas a la semana, para las mujeres y los niños en los establecimientos industriales y mercantiles, mediante RD, aprobado el 26 de Junio de 1902; precedente para que el movimiento obrero nacional consiguiera, otro hito más, que se promulgara el RD de 10 de Junio de 1919, para la reducción de la jornada a 8 horas diarias, o 48 horas semanales, y se hiciera un cumplimiento efectivo de la normativa laboral para todos los trabajadores y oficios.
Otro importante acontecimiento fue la creación del Instituto de Reformas Sociales, en el año 1903, encargado de preparar todas las disposiciones legales referentes al trabajo, además de vigilar por su cumplimiento. Este fue creado por RD, el 25 de Abril de 1903, bajo la tutela del Ministerio de Gobernación.
El 17 de Junio de 1903, el Tribunal Supremo pone una sentencia para que se incluya la EE.PP. dentro del concepto accidente de trabajo.
También hay que reconocer el valor de la Ley del descanso dominical, aprobada el 3 de Marzo de 1904, en la que se establece en España, exenta de cualquier exigencia religiosa y “coincidiendo con la promulgación de las primeras leyes obreras” la prohibición de trabajar los domingos[4], al declararse día festivo.
El propio Ministerio de Gobernación, en el año 1906, presenta un importante Reglamento, el del Servicio de la Inspección de Trabajo, aprobado el 1 de Marzo de 1906. A partir de este momento, se establece un organismo que, a lo largo de su historia, ha sido claramente determinante en la mejora de las condiciones de trabajo y en la prevención de accidentes laborales. Tuvieron tareas como la vigilancia y cumplimiento de Leyes como la de Accidentes de Trabajo, la que regula las condiciones de trabajo de mujeres y niños (de 13 de marzo de 1900), o la del descanso en domingo (1 de marzo de 1904), entre otras. Transcurrido un año de su puesta en marcha, es decir, en el año 1907, se dan los primeros resultados de la aplicación de las Normas, referida, en este caso, a la Ley de mujeres y niños, aunque resultaron poco alentadoras “Le Ley de 13 de Marzo de 1900 no puede decirse que haya entrado aún en vigor en algunas regiones de la Península, cumpliéndose mal, o no cumpliéndose en casi toda ella”[5].
Y por último, como colofón a este importante impulso legislativo en materia de PRL, se crea, por Real Orden, aprobada el 27 de Febrero de 1908, el Instituto Nacional de Previsión que, entre otras finalidades, surgiría para estimular y favorecer las pensiones de retiro. A partir de entonces, comienza, realmente, la Seguridad Social moderna en España. El 8 de junio de 1910, se crea el Ministerio de Trabajo, del que dependerá “todo lo relacionado con el mundo del trabajo«[6].
En el ámbito internacional hay que destacar la creación, en Washington, de la OIT, en el año 1919, al término de la Primera Guerra Mundial, cuando se reunió la Conferencia de la Paz, destinado a promocionar de la justicia social y los derechos humanos y laborales, reconocidos a nivel internacional.
De este modo, el Modernismo puede definirse como un periodo en el que se rebelaría, por fin, la PRL, hasta entonces parcamente desarrollada; ni tan siquiera la Revolución Industrial, con la innovadora forma de construir, mejoraría las condiciones de trabajo de los operarios, tal y como se menciona en el libro sobre estadísticas históricas, “los datos relativos a accidentes laborales del primer tercio del siglo XX reflejan tres características: el proceso de implantación de esta legislación, la sistematización en la recogida de la información, y la ampliación del colectivo de trabajadores sujetos a protección en materia de siniestralidad laboral”[7]. A pesar de que el patrón o empresario tenía la obligación de dar parte de los AA.TT. (RD de 28 de Julio de 1900) a los gobernadores civiles provinciales, para que estos pudieran derivarlo al Instituto de Reformas Sociales, encargada de la elaboración de las estadísticas, el propio Instituto percibió “un subregistro respecto a otras fuentes del treinta por ciento”; citado, también, en ese mismo libro.
Como resultado de las condiciones de trabajo se estima que, a los condicionantes clásicos de peligro (caídas a distinto nivel, caídas de objetos, golpes, aplastamientos, atrapamientos, temperatura, carga física), se sumarían aquellos relacionados con la evolución tecnológica, derivados de: seguridad (electrocución, explosión…), ambientales (contaminantes, y el aire), psicosociológicos (conocimientos, y estabilidad laboral), y organizativos (carga física y carga mental). Especial mención merece la exposición a agentes químicos, físicos y biológicos, como consecuencia de la extracción minera y elaboración de los materiales, y de su posterior manipulación y ejecución, ya que debieron ser causa de importantes EE.PP.; repercutiendo negativamente en la esperanza de vida.
El clima político que se vivió, durante el Modernismo, coincidente con el fin del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, tuvieron diferentes matices en los países que conforman Europa. Mientras que en una buena parte de Europa sus gobiernos se preocuparon por mejorar la industria que, junto con la intervención del sistema bancario privado, se consideraba clave para conquistar el mundo, en España se padecía una gran inestabilidad; fracasando tanto el sistema conservador (Maura) como el liberal (Canalejas). A ello se sumaría la Guerra con Marruecos, las revoluciones sociales y las protestas generalizadas, la crisis de 1917, y un cúmulo de circunstancias que acabarían deteriorando, aún más si cabe, el menguado desarrollo económico y social de España; contribuyendo al aumento de las diferencias entre las clases sociales.
Fueron tiempos en los que la sociedad estaba en transición entre el modelo agrario y el industrial; generando un importante proceso migratorio a las ciudades. La nobleza y alta burguesía cederían un cierto dominio económico, político y social, a la clase media (pequeños empresarios, comerciantes, agricultores medios, funcionarios) en auge. Por otro lado, la clase trabajadora, compuesta principalmente por el campesinado y el proletariado industrial, anclada en la más profunda miseria y pobreza, no tardaría en emprender un periodo de agitaciones y reivindicaciones sociales. Mientras unos tenían, en propiedad, viviendas de varias plantas, con grandes salones, confortables habitaciones, servicios higiénicos, electricidad y abastecimiento de agua potable…; otros, como la clase trabajadora, seguía sobreviviendo en “el barranquismo y la autoconstrucción”[8], sin ningún confort ni salubridad. La promulgación de la Ley de Casas baratas de 1911, dirigida a la clase obrera y media-baja, aún no sería suficiente para atender al enorme número de personas desfavorecidas.
En esta época se construyen mercados de estilo modernista como el Mercado de Abastos de Trujillo o el de Fregenal de la Sierra.
El periodo entreguerras, también conocido como Interbellum, es un periodo histórico que data íntegramente en el siglo XX, entre los años 1918 y 1939 aproximadamente. O lo que es lo mismo, entre el triunfo de la Revolución Soviética y fin de la 1ª Guerra Mundial, hasta el inicio de la 2ª Guerra Mundial.
Durante este periodo convivieron un buen número de corrientes arquitectónicas, como el Racionalismo, el Constructivismo, el Futurismo, el Expresionismo, De Stijl, La Bauhausy la Arquitectura Orgánica.
Tomando el relevo del Modernismo, surge el Racionalismo. Este estilo fue fruto de la conjugación, en Europa, de una arquitectura impregnada de propósitos racionalizadores y funcionalistas que se venía cimentando desde la Revolución Industrial, y que se impulsaría a partir de la devastadora 1ª Guerra Mundial; el estado de destrucción e incertidumbre reclamaba un cambio organizativo de las ciudades, y en la visualización de los edificios. Fue un estilo que adquiriría cotas internacionales, entre los años 1925 y 1940, al ligarse a la labor de grandes arquitectos, como Peter Behrens, Adolf Loos, o Le Corbusier. Sus rasgos principales son la depuración de todo lo sobresaturado, la utilización de los nuevos materiales, las ventanas longitudinales, las cubiertas planas, la presencia de zonas ajardinadas, y la mejora del espacio interior, entre otros aspectos, se consolidan como los puntos básicos de una arquitectura que trata de lograr lo esencial, lo práctico y funcional de lo construido.
En España, el Racionalismo se introdujo, en torno al año 1926, por el arquitecto Fernando García Mercadal, con el diseño del monumento el Rincón de Goya, en Zaragoza. Otros arquitectos españoles que también influyeron en la expansión de este nuevo estilo fueron Casto Fernández Shaw y Rafael Bergamín. En el año 1930 un grupo de arquitectos activistas, crea el conocido GATEPAC al objeto de dar mayor difusión y fomento a la arquitectura contemporánea[9]. Aunque, a pesar de los esfuerzos, su legado no tuvo lugar hasta la década de los 50; momento, en el cual, sus publicaciones dejaron de estar censuradas.
Junto al Racionalismo aparecieron una serie de grupos o vanguardias que acabarían por definirse en estilos propios y que, en algunos casos, no sólo llegaron a plasmar sus ideales o proyectos, sino, además, a conseguir protagonismo internacional. Estos son los siguientes:
- El Constructivismo. Surge en Moscú (Rusia), después de la 1ª Guerra Mundial, de la mano de los escultores Naum Gabo y Antoine Prevsner, tras lanzar, en el año 1920, un “Manifiesto realista” donde las líneas y los planos eran los predominantes, de tal modo que resultara una “combinación y articulación compacta de diferentes objetos que pueden unirse en un todo”[10]. Estas características acabarían por influir en la arquitectura al que se relacionó con el cubismo, y que tenía por condicionantes el abandono de la decoración frente a la construcción, y la relación masa-espacio.
En 1922 se produce la Internacional Constructiva, donde el arquitecto ruso El Lissitzky adquiere el papel de promotor y divulgador de este estilo, y el principal enlace con la “vanguardia europea”[11], y el arquitecto holandés, Theo van Doesburg, quien proclamaría el importante papel de la maquinaria en las obras de construcción. Entre las proyectos internacionales más representativos, pero que nunca llegaron a construirse, se halla un monumento a la III Internacional que se construiría en espiral con puntales libres de acero.
- El Futurismo. Estilo que surge en Milán (Italia), en torno al año 1909, con inicios poéticos y literarios, pasando por la escultura hasta que la vanguardia italiana comenzó a preocuparse por la arquitectura, cinco años después. Sus características generales fueron el rechazo por la estética clásica, y la decoración, el empleo de la maquinaria, y el uso de los nuevos materiales (hierro, vidrio, cartón, hormigón armado) que sustituyeran a la piedra, la madera, y el ladrillo, y permitieran dar elasticidad y ligereza. Otras características son los edificios verticales, en ocasiones con ascensores, de formas simples y construidos a diferentes niveles.
Un importante arquitecto que impulsó este estilo fue el italiano Antonio de Sant’Elia. Antes de su prematura muerte, finalizó obras que poco más tarde acabaron por ser demolidas o transformadas. Otros arquitectos que siguieron la misma senda, fueron Chiattone y Marchi, aunque no llegaron a construir nada. Y de España, destaca el arquitecto Casto Fernandez-Shaw con ciertas afinidades futuristas.
Las propuestas futuristas no llegaron a tener peso y “rara vez escaparon del papel”[12].
- El Expresionismo. Se origina con una serie de creaciones vanguardistas en Alemania, para propagarse, inmediatamente por otros países europeos como Holanda, Austria, Checoslovaquia y Dinamarca, entre 1910 y 1924. Sus diseños se basaban en la distorsión de las formas, la novedad constructiva, el empleo de los nuevos materiales, que ofrecieran un cambio funcional y estético, como el cristal, que permitía hacer muros que dejaran pasar la luz, cambiar el carácter cerrado de las habitaciones y se pudiera observar el maravilloso mundo de los colores.
Arquitectos de la talla de Paul Scheerbart, con la publicación de la obra “Arquitectura de cristal”(1914), y Bruno Taut, quien también plasmaría sus ideales en la obra “Arquitectura alpina” (1919), contribuirían a la difusión de este movimiento. Como principales obras expresionistas estaría “El Gran Teatro de Berlín”, diseñado por Hans Poelzig; el “Pabellón del vidrio, exposición del Werkbund de Colonia”, diseñado por Bruno Taut; y La Torre Einstein, de Erich Mendelsohn, entre otros.
- De Stijl. Movimiento artístico que significa “El Estilo”, y creado en Holanda, de la mano de los arquitectos holandeses Theo van Doesburg y Gerrit Rietveld,y el pintor vanguardista Piet Mondrian, tras fundar la revista De Stijl, en el año 1917. Nace con el objetivo de integrar las artes y probar diseños diferentes, pero a la vez económicos, funcionales, y ligeros; en ellos predominan las líneas y los ángulos rectos, y aunque la base sea un cubo, no hay simetría, ni repetición de los alzados, ni modulación, pero sí un equilibrio transferido por factores como la proporción, la medida, el color y la posición. El edificio se proyecta abierto, sin rodearse de muro, y articulado por la forma y diferenciado por colores primarios (rojo, amarillo, y azul).
La casa Schröder, en Utrecht (Holanda), proyectada por Gerrit Rietveld, en 1924, se enmarca como uno de los edificios más emblemáticos de este estilo. Los materiales principales fueron el acero, el ladrillo y el vidrio. También fue muy conocida la fachada del arquitecto Jacobus Johannes, en la cafetería de la Universidad en Rotterdam (Holanda), destruida poco después por los bombardeos de 1940.
- La Bauhaus. Movimiento que se funda en el año 1919, de la mano del arquitecto alemán Walter Gropius, tras crear la escuela de arte, arquitectura y diseño en Weimar (Alemania). La definición de la palabra Bauhaus proviene de Bau= construcción y Haus= casa o, lo que es lo mismo, “la casa de la construcción”. Fue un movimiento muy influenciado por otros estilos como el constructivismo, el expresionismo, o de stijl. Las características principales son la ausencia de ornamentación, incluidas las fachadas, y la armonía entre la función y los medios artísticos y técnicos de elaboración; predominando las líneas rectas, formas rectangulares, y amplias superficies acristaladas y las estructuras de acero.
Aprovechando la posibilidad que proporcionaba la industria, fue un estilo que sacó gran partido a los nuevos materiales, como el hormigón armado, el acero laminado y el vidrio.
Para Gropius, el trabajo en equipo de todas las artes relacionadas con la arquitectura era la garantía del trabajo a ejecutar, en donde la acción creadora del artista y artesano prevalecía sobre el empleo de la máquina.
Los principales arquitectos de este estilo fueron los alemanes Walter Gropius y Ludwig Mies Van der Rohe. Gropius llevó a cabo proyectos como: el edificio de la Bauhaus en Dessau, la reconstrucción del Teatro Municipal de Jena junto con Meyer, la edificación de la Academia de Filosofía de la Universidad de Erlangen, la Casa Sommerfeld en Berlín, etcétera. Van der Rohe llevó a cabo proyectos como: el Pabellón Nacional de Alemania en la Exposición Internacional de Barcelona, el Proyecto Club de golf en Krefeld, la Casa Lemcke, el edificio administrativo para la industria de la seda, la Casa Hermann Lange, entre otros tantos más.
- La Arquitectura Orgánica. También denominada “organicismo arquitectónico”, fue un estilo promovido por arquitectos escandinavos entre 1930 y 1940, y por el arquitecto americano Frank Lloyd Wright. Fue un estilo que surgió para buscar la armonía entre la construcción y la naturaleza, no el desafío a la naturaleza como se pudo practicar con otros estilos. Para conseguir tal fin, los materiales principales serían los naturales (piedra, madera, arcilla…) y, a ser posible, del lugar donde se realiza la construcción.
Sin lugar a dudas, Lloyd Wright fue el precursor de este estilo arquitectónico, y el que lo bautizó bajo el pseudónimo de arquitectura orgánica. De sus numerosas obras hay que destacar la Casa de la Cascada en Pensylvania, sobre una cascada del río Bear Run.
Otros arquitectos como el finlandés Alvar Aalto, impregnó, de estilo orgánico, obras como el Ayuntamiento de la isla de Saynatsalo y los museos de Alborg y Bagdad; el también finlandés Eero Saarinen, dio esta misma identidad a obras como el Centro Técnico de General Motors (Michigan) y diversas terminales de aeropuertos, y teatros y embajadas, en territorio americano y europeo.
Cualquier de los estilos, surgidos durante este periodo, pudieron aprovecharse, en mayor o menor medida, de una construcción industrializada. Aunque ya se había inventado la prefabricación, el transporte y la producción en serie, fue significativa la agrupación de estas técnicas para que conscientemente se creara una forma de construcción, no de un edificio concreto, sino “como un sistema de componentes producidos en la cadena de montaje de una fábrica, y que pudieran transportarse a diferentes emplazamientos para construir edificios similares»[13].
Los importantes avances en las técnicas de fabricación y puesta en obra de las placas de elementos de prefabricados, evolucionaron hacia la creación de novedosos sistemas de doble placa unidas entre sí, pero separadas por una cámara de aire. Le Corbusier concibió la idea de crear casas tipo “Domino”, con un esqueleto en hormigón armado y/o acero que permitieran el recubrimiento de diversos tipos de cerramiento, y un forjado de vigas doble T; todo ello, sin necesidad de superponer los pisos según la organización de los muros.
Otro gran arquitecto de la época, Walter Gropius, también influyó en los sistemas prefabricados desde su labor docente, sus proyectos y escritos, ensalzando los costes y las técnicas de construcción, y las ventajas debidas a su independencia constructiva durante periodos de tiempos fríos y lluviosos; además de ahorrar tiempo de ejecución y reducir pesos en comparación con el hormigón armado.
Los ingenieros y/o arquitectos se consagrarían como los planificadores del crecimiento urbano y de las obras públicas (ferrocarriles, carreteras, abastecimientos de agua…), además de ser los encargados de llevar la gestión de cuantas obras se ejecutaban. Fue un periodo de gran repercusión para los montadores de prefabricados, al estar en auge la construcción con elementos prefabricados. Esta situación trajo consigo el detrimento de otros oficios, como la albañilería que, desde tiempos históricos, fueron el principal motor del sector de la construcción. La elaboración de los materiales en las fábricas también derivó a un descenso del empleo de los medios auxiliares hasta entonces imprescindibles, como andamios, cimbras, encofrados…, frenando la incesante evolución que hasta entonces se había producido. Sin embargo, vendría a dar un nuevo impulso para el desarrollo de los equipos de elevación de cargas, las grúas, donde los maquinistas también tendrían un papel destacado.
Los grandes edificios de hormigón armado de colosales volúmenes y pesos que venían proyectándose, se vieron favorecidos por los avances, hasta tal punto que, en el año 1930, la tecnología del hormigón ya ofrecía una inmensa libertad al proyectista[14]. El conocimiento de la elasticidad y del comportamiento estructural del hormigón armado serviría a la Europa Occidental, de aquellos tiempos, para alcanzar el mayor potencial mundial, gracias a las grandes proezas de la ingeniería. En España, el ingeniero Eduardo Torroja, transmitiría las posibilidades del hormigón armado en diseños como la “Tribuna del Hipódromo de Madrid” en el año 1935.
Los años de entreguerras estuvieron marcados por un espíritu de convivencia entre las obras artesanales de siempre, y las obras a base de elementos prefabricados. De un u otro modo, ambas formas de construir se vieron beneficiadas por las mejoras tecnológicas de las fábricas productoras de los materiales de construcción y de elementos prefabricados.
En España, se establece, en 1919, un nuevo programa de construcción de carreteras, el Plan Gasset, que se complementaría con inversiones para la conservación de las mismas, en el año 1935. Las sucesivas mejoras de las carreteras y caminos, y de los vehículos, acortarían distancias y plazos de entrega; permitiendo optimizar los asentamientos productores de materiales. En cambio, en la segunda década del siglo XX comienza a reconocerse el importante papel del transporte por carreteras y caminos, coincidiendo con la “profunda crisis que sufre el sector ferroviario”[15]. El vehículo de tracción mecánica, o motor de explosión, sería el sistema de transporte más habitual para el desplazamiento de los materiales de construcción.
Sobre el proceso constructivo, cualquiera de las construcciones necesitaban de cimientos donde se sustentaran; siendo el material más utilizado el hormigón. Con el hormigón se ejecutarían: losas, zapatas corridas y zapatas individuales, en sus más variadas formas. La maquinaria de perforación y excavación acabarían por accionarse definitivamente mediante tracción mecánica.
La construcción de los alzados con elementos prefabricados, como las placas de hormigón armado, tuvieron como principal protagonista la grúa, que se convertiría en el principal medio de elevación y colocación de las grandes planchas prefabricadas. En cambio, los alzados más artesanales seguían condicionados a los medios auxiliares clásicos, como los encofrados, las cimbras y los andamios; imprescindibles para el empleo de materiales como los ladrillos y el hormigón en masa o armado, entre otros materiales.
No obstante, tanto un sistema constructivo como otro se verían favorecidos, en mayor o menor medida, por los avances que manifestaron la, cada vez más imprescindible, grúa. Durante este periodo se produjo el afianzamiento de los engranajes helicoidales y el sistema de transmisión de cargas; en pro de mejorar la seguridad en la elevación de cargas. En la ejecución de las cubiertas y forjados aparecen los primeros elementos prefabricados, compuestos de hormigón armado como viguetas, bovedillas -de cerámica-, prelosas, e incluso placas nervadas y alveolares, o de acero, como vigas y viguetas. La escasez, propiciada por las guerras, agudizó el ingenio, buscando soluciones más eficaces para arañar gramos a cualquiera de los materiales empleados.
La estanqueidad al viento y al agua de lluvia se forjaría como imprescindible en el uso de la vivienda. El empleo del hormigón, la teja, el hierro y el aluminio, finalmente acabarían consolidados respecto a la piedra y el ladrillo. Con estos materiales se construiría cualquier tipo de cubierta, con sus más variadas formas, y con la que se ejecutaría la base de las clásicas cubiertas de tejas. A excepción de los materiales prefabricados, de autosustentación inicial, las cimbras, que seguían siendo el medio auxiliar más útil para la ejecución estructural con materiales como el hormigón.
A pesar de los importantes avances legales de los primeros años, del siglo XX, y de la creación de organismos estatales encargados de mejorar las condiciones laborales, los años de entreguerras no dieron los frutos deseados; la Inspección de Trabajo aún no disponía de los medios necesarios para cumplir todos los requisitos por los cuales se constituyó. La siniestralidad laboral seguiría al alza, motivando movilizaciones sociales y organizaciones sindicales para la defensa y protección de la salud en el trabajo. Accidentes por aplastamientos, caídas a distinto nivel, golpes, y atrapamientos, entre otros riesgos, debieron ser una constante, que, junto a los sobreesfuerzos, la fatiga, o el estrés, causaría importantes cifras de accidentes graves y mortales. La exposición a agentes químicos, físicos, y biológicos, durante la extracción minera y elaboración de los materiales, y de su posterior manipulación en fábricas y ejecución en obra, además de las aún exiguas protecciones y medidas de prevención, también fueron causa de EE.PP. Todas estas circunstancias debieron repercutir, en negativo, en la esperanza de vida de los trabajadores.
El registro de los AA.TT. fue una referencia que venía preocupando a los países europeos desde inicios del siglo XX. Aunque el primer tercio de siglo estuvo marcado por congresos internacionales, que tratarían de buscar acuerdos y homogenizar las estadísticas a ámbito internacional, esto no resultó posible; el principal inconveniente fue el modelo de Seguridad Social que tenía cada país.
En España fueron años en los que el control registral de los AA.TT. no estaban claros ni regulados. El general Marvá llegó a manifestar, en un informe de 1918, la diferencia existente, de los registros de accidentes, entre la Asesoría General de Seguros y el Instituto de Reformas Sociales[16]. Además, de los registros realizados las causas que producían los AA.TT. carecían de valor alguno, en la mayoría de los casos; siendo, en un porcentaje muy pequeño, los AA.TT. con causas conocidas.
A partir de la tercera década del siglo XX comenzaron a repuntar los registros de siniestralidad laboral, como consecuencia de un mayor control de las autoridades competentes, y por el ligero crecimiento económico del país, aunque, en buena parte, mermado por la contienda civil.
En cuanto a derechos laborales y de seguridad y salud se refiere, tras la creación, en el año 1919, de la OIT, España, adherida desde su fundación, ratificó el convenio nº 3 (sobre el empleo de mujeres antes y después del embarazo) en el año 1922, y el convenio nº 1 (sobre jornada máxima 8 h. diarias y 48 h. semanales) en el año 1931.
Al introducirse el concepto de Higiene industrial, a través del tratamiento y seguimiento de las EE.PP., surge la necesidad de modificar la famosa Ley de 1900, aprobando, en el año 1922, una nueva Ley de Accidentes de Trabajo, también llamada Ley Matos, y su desarrollo reglamentario a finales de ese mismo año, para incluir conceptos como la imprudencia profesional como accidente de trabajo. Por otra parte se abre un nuevo campo para el control de las EE.PP., apareciendo servicios e instituciones dedicados a la investigación, y a la publicación de resultados relacionados con la higiene industrial.
Después de crearse, en el año 1920, el Ministerio de Trabajo, se promulga, en 1926, el Código del Trabajo, que aglutinaría la Ley de Accidentes de Trabajo del año 1922, y trataría de fijar las condiciones de trabajo para la reparación de los accidentes. Sin embargo el Libro 1º de este Código se derogaría en el año 1931, con la promulgación de la Ley de Contrato de Trabajo, que vendría a regularizar los contratos y significaría “el tránsito de la vieja legislación obrera a la nueva legislación laboral[17]; precedente de lo que hoy conocemos como “Estatuto de los trabajadores”.
En el año 1932 se implanta la nueva Ley de Accidentes de Trabajo y, un año más tarde, su desarrollo reglamentario. Esta nueva normativa encomendaba, entre otros aspectos, la ampliación de colectivos protegidos, la obligación de seguro empresarial, la garantía de coberturas y asistencia médica de las Mutualidades de trabajo; aunque primaba el carácter esencialmente reparador.
Se redacta la Ley de Enfermedades Profesionales en el año 1936, conocida como Ley de Bases, pero no llegó a ver la luz. Recogía 21 EE.PP. y permitiría a los Tribunales relacionarlas con las actividades profesionales.
En definitiva, se puede decir que fue un periodo de la historia de España con claras manifestaciones de apoyo a la seguridad de los trabajadores, pero ciertamente empañada por las políticas del momento.
En los años que abarca el periodo de entreguerras se manifestaron, en España, una serie factores que condicionarían a la sociedad del momento: la consolidación de regímenes autoritarios, el gran desarrollo del capitalismo, y una gran crisis económica.
La mayoritaria sociedad rural, agrícola y pastoril, seguía siendo atraída por el desarrollo económico de la ciudad. Esta situación produjo un extraordinario crecimiento de las ciudades, que se vería reflejado en la falta de empleo, la explotación laboral y el incremento del índice de miseria. A pesar de ello, el mundo urbano impondría su moda al ambiente rural, y se acabaría por desarrollar una sociedad a medio camino entre lo agrario y lo industrial. Como consecuencia de ello, se radicalizan las revueltas sociales a finales de la tercera década, y se da un nuevo giro político a la historia de España; la monarquía absolutista de los Borbones sucumbe a la revolución republicana de 1931. Durante el control republicano, acabarían desencadenándose conflictos internos hasta originarse, en el año 1936, la Guerra Civil española, de la que se va a pasar de largo.
Al igual que durante el Modernismo, la sociedad estaba anclada al control de la nobleza y de la alta burguesía, aunque las disputas por el dominio económico, político y social, de las clases medias (pequeños empresarios, comerciantes, agricultores medios, funcionarios…) y bajas, fueron cada vez mayores; comenzaron a dominar ciudades, e irían imponiendo su forma de vida al resto de la sociedad. La oligarquía, temerosa del empuje obrero, se aproximaría al ejército para buscar apoyos. La clase trabajadora, que seguía estando compuesta del campesinado y del proletariado industrial, fueron los grandes desfavorecidos de la sociedad: la miseria y la pobreza fue el común denominador. Con estas condiciones de vida, optan por las movilizaciones obreras, y las agitaciones y reivindicaciones sociales.
En definitiva, fue un periodo en el que, a pesar de los avances tecnológicos y normativos, la sensibilidad de los que manejaban los hilos económicos, políticos y sociales, carecía de cualquier convicción humana, y de la defensa del prójimo y, por lo tanto, apenas existieron cambios en las condiciones relativas a: seguridad, ambientales, organizativas y psicosociológicas, respecto a las épocas pasadas. Por lo que debieron ser bastantes los riesgos de magnitudes intolerables debieron de coexistir en el sector de la construcción.
Finalizada la 2ª Guerra Mundial comienza un nuevo periodo. Un periodo, conocido bajo el pseudónimo de postguerra, que arrancaría en el año 1945 para remontarse a fechas relativamente recientes; en función a la capacidad de recuperación de los países actuantes. Esta situación dejó la huella, en estos países, de la penuria social y la destrucción de gran parte de las infraestructuras y de sus edificios.
A pesar de que España no participó en esta desdicha, su situación no fue menos compasiva. Tras la finalización de la Guerra Civil española, en el año 1939, la España dictatorial, de aquel entonces, tuvo que hacer frente a la ruinas de la guerra, al aislamiento internacional, y al grave déficit del equipamiento e infraestructuras; con un buen número de edificios destruidos y grandes obras públicas sin servicio.
Las guerras generalizaron la paralización de los avances que se venían dando, en la construcción, en las últimas décadas. De este modo, la España de entonces inicia su reconstrucción en la década de los 40 con el tradicional estilo historicista, aunque al poco tiempo fue desechado al relacionarse con el símbolo de la Segunda República, para pasarle el relevo al Eclecticismo y al Clasicismo; buscando el esplendor que se le atribuía a las grandes civilizaciones antiguas, y por el afán patriótico del régimen. Con este perfil sobresalió el arquitecto Pedro Muguruza Otaño, muy unido ideológicamente al régimen, y a quien se le confiere ser el precursor del nuevo estilo de la España imperial, el Renacimiento de Juan de Herrera. Esto fue posible, junto a los arquitectos de la talla de Pedro Bidagor, Luis Gutiérrez Soto, y López Otero.
Construcciones como el Valle de los Caídos (1958), la Casa de los Pescadores (Fuenterrabía) y el Hotel Alba en Palm Beach (EE.UU.) son algunos de los edificios y monumentos más representativos de Muguruza. A Gutiérrez Soto se le atribuyen grandes obras como el Mercado de Mayoristas de Málaga (1942) -actual Centro de Arte Contemporáneo de Málaga-, el Ministerio del Aire de Madrid (1943) y el edificio Axa (1946), entre otros. En cambio, otros arquitectos, como Secundino Zuazo, y algunos integrantes de la GATEPAC, como el represaliado Josep Lluis Sert, no tuvieron la oportunidad de desarrollar su actividad, en España, durante el régimen.
Dado el número de construcciones y sus tamaños podría pensarse que existió un desarrollo importante de la arquitectura, pero las dificultades del momento -paisajes arruinados, penuria económica tras la contienda, escaso desarrollo industrial, escasa demanda de viviendas vanguardistas por las clases medias, exilio de los principales arquitectos, etcétera- no permitieron demasiadas novedades técnicas ni visuales. En los siguientes años cogería el relevo una nueva hornada de arquitectos que volvieron a situar a la Península en el espacio internacional. Brillaron arquitectos como Corrales y Molezún, con obras como el Pabellón Hexagonal (1958); Miguel Fisac, que proyectó obras como el Edificio del CSIC (1943) y el Edificio IBM de Madrid (1968); y Francisco J. Saenz de Oiza, con sus Torres Blancas (1969).
Estos nuevos arquitectos tenían el reto de crear ciudades modernas, cómodas y simplificadas, que pudiesen albergar, en condiciones salubres y no hacinadas, a las decenas de miles de inmigrantes, provenientes de las zonas rurales, que buscaban en las urbes empleo y calidad de vida.
Por otro lado, la ingeniería tuvo un gran protagonismo durante un régimen que veía en las grandes infraestructuras su mecanismo básico de legitimación. El “Estado de obras«[18] trataba de transmitir una imagen de actividad, eficacia y progreso; alentando sueños de grandeza e imperio. De este modo, se construirían puentes, carreteras, ferrocarriles, embalses, repoblación forestal… y los ingenieros, en sus diversas especialidades, fueron “elevados a la categoría de valor social indiscutible”[19]. La política, en sentido clásico, comenzó a sustituirse por una administración de la cosa pública a cargo de ingenieros y expertos.
Un destacable ingeniero, plenamente activo antes y durante la postguerra, fue Eduardo Torroja. En su haber tiene un buen número de infraestructuras como: viaductos, acueductos, y puentes, antes de que se decantara profesionalmente a la investigación, en el Instituto Técnico de la Construcción y el Cemento (en la actualidad, el Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja).
Mientras tanto, en ámbito internacional la arquitectura de vanguardia (La Bauhaus, De Stijl, el Expresionismo), de las primeras décadas del siglo XX, sufriría una reacción a partir de la década de los 50, al proponerse un nuevo concepto estético de los valores modernos, conocido como el Neomodernismo; aunque también surgirían otras propuestas de construcciones radicalmente nuevas y de líneas claramente antimodernistas.A partir de la segunda mitad del siglo XX, los arquitectos de la llamada “tercera generación”[20] marcarían las bases para que posteriormente otros grandes arquitectos destacaran con sus estilos y sus maneras de enfocar la arquitectura, como el matrimonio Smithon, Aldo Van Eyck, Aldo Rossi, y Robert Venturi, entre otros.
Así pues la arquitectura neomoderna pasaría a convertirse en la forma dominante de la arquitectura de nuestros tiempos. Este estilo compartiría muchas de las características básicas del movimiento moderno de la primera mitad del siglo XX; ambos rechazan la ornamentación, las decoraciones aplicadas y la imitación del pasado. Los edificios neomodernos, al igual que los modernos, están diseñados para ser funcionales, pero con el distintivo de que el Neomodernismo es más cercano al urbanismo, esto es, a la planificación del paisaje y del espacio. De cualquier modo, tras los años de guerra, la producción de materias primas como el hormigón y el acero, hasta entonces muy utilizadas en numeras construcciones, se vio reducida. Esta circunstancia ocasionó un nuevo reencuentro con materiales clásicos como la piedra; muy vinculada, desde siempre, a las grandes estancias de la burguesía y la nobleza.
A pesar de que la guerra trajo consigo miseria, destrucción, y la interrupción de la evolución constructiva, entre otros avatares, paradójicamente los sistemas prefabricados se abrieron camino; proporcionando el estímulo adicional para sustituir la enorme cantidad de edificios destruidos. De este modo, la piedra, el hormigón y el acero compartirían escenario con otros más modernos como el aluminio y el caucho sintético. Gran Bretaña y EE.UU. se pondrían al frente de este sistema de construcción, para desarrollar la prefabricación y crear piezas que permitieran “tener más flexibilidad para las necesidades específicas de cada proyecto”[21]. Pero no sería hasta la década de los 70 cuando las casas prefabricadas comenzaron a extenderse por países como Alemania o España.
Para el transporte de los materiales, la guerra también supondría un lastre añadido. En España, el parque automovilístico, arruinado tras la guerra, no se restablecería plenamente hasta finales de los años 50. Las infraestructuras viarias no correrían mejor fortuna; en el año 1950 se promulga un Plan de Modernización de las Carreteras, como respuesta al progreso técnico del automotor, pero los peores efectos del periodo autárquico no comenzarían a superarse hasta los años 60. En el año 1961 se aprueba el Plan General de Carreteras, que sería la base para la mejora de la construcción y conservación de los corredores viarios; trayendo consigo, en definitiva, un pequeño anhelo de prosperidad para el transporte por carretera.
A partir de los años 60 los avances en el transporte, en las infraestructuras, en la industria, en los elementos prefabricados, y en la tecnología en general, acabaría siendo un referente de modernidad de la época. El acero y el aluminio empezaría a tener protagonismo en la elaboración de los encofrados, andamios, escaleras manuales y cimbras, empezando a desmarcarse del sistema tradicional de elaboración in situ, para convertirse en prefabricados; diseñados y confeccionados en fábrica, con caballetes, puntales, paneles; permitiendo una mejor manipulación y mayor aligeramiento.
Los equipos de la elevación de cargas también sufrieron un importante progreso. Las grúas, con motores de combustión interna, o eléctricos, estarían dotados de sistemas hidráulicos que proporcionarían mayor capacidad de carga. El sistema de transporte permitiría la opción de ser automotriz, al montarse sobre carros de desplazamientos de cadenas o neumáticos. Junto a estos equipos de elevación, operarían un buen número de máquinas más específicas que antaño[22], dedicadas al movimientos de tierra (excavadoras, cargadoras, camiones de transportes…), e incluso de la fabricación, transporte y puesta en obra del hormigón (camión hormigonera).
BIBLIOGRAFÍA
[1] Ley de Accidentes de Trabajo, 30 de Enero de 1900. Gaceta de Madrid 31 de Enero de 1900. Valenzuela de Quinta (2000). La Gaceta fue el antecedente del actual Boletín Oficial del Estado (BOE).
[2]Ecole Libre Des Sciences Politiques, 2010.
[3] Tardón, 2011.
[4] López, 2014.
[5] Espuny, 2006.
[6] Soto, 1989.
[7] Carreras y Tafunell, 1989.
[8] Tatjer, 2005.
[9] De Solá-Morales, 1975.
[10] Hereu, Montaner y Oliveras, 1994.
[11] Sanz, 1998.
[12] Mancebo, 2004.
[13] Strike, 2004.
[14] Strike, 2004.
[15] Frax y Madrazo.
[16] Carreras y Tafunell, 1989.
[17] Martínez, Arufe y Carril, 2006.
[18] Montaner, 1999.
[19] Pires y Ramos, 2006.
[20] Montaner, 1999.
[21] Strike, 2004.
[22] Barber, 2003.
Continuará……
FUENTE: CRONISTA