LA BODEGUILLA
Feb 22 2018

POR FRANCISCO PUCH JUÁREZ, CRONISTA OFICIAL DE VALDESIMONTE (SEGOVIA)

Antigua tasca «bodeguilla» madrileña

Cuando llegué al barrio, y hace de esto la friolera de 60 años, ya existía la “bodeguilla”, de mi barrio, situada a más o menos unos cincuenta metros de mi casa.

Mi buen padre cuando se vino a vivir a nuestra casa en Madrid, después de haber fallecido su siempre y muy querida esposa, solía entrar en ella cuando bajaba a la farmacia que estaba al lado, y aprovechaba el viaje para entrar a tomarse un vinito.

En aquella época, la bodeguilla no era más que un establecimiento de venta de vinos a granel y tenía al fondo a la derecha un tosco mostrador de madera, en el que aparte de servirte el vino desde la botella, que tenías que llevar, te servían en un tosco vaso de vidrio de taberna, el vinito a la temperatura ambiente, por el módico precio de un real, es decir 25 céntimos de peseta. A mi querido padre le servía de pretexto para ‘pegar la hebra’ con algún vecino mientras dejaba desgranar el tiempo de su soledad.

En aquella época, yo no disponía de tiempo para entrar en la bodeguilla, pues por mi trabajo, pasaba la jornada laboral un tanto alejado de mi lugar de residencia, y cuando llegaba a casa, mi muy amada esposa me esperaba impaciente después de haber estado ‘bregando’ todo el día con nuestros hijos, que impacientes me esperaban para que les ayudara en las tareas del colegio.

Mas mira por donde, también a mí, como a todos los humanos se me va escapando el tiempo por entre los dedos de las manos como se escapa el aire y al llegar la anochecida, para distraer mi soledad, suelo recorrer esos cortos cincuenta metros que separan la bodeguilla de mi casa a la que bajar se baja bien pero subir es mucha cuesta arriba.

Hoy la bodeguilla se ha modernizado, tiene un mostrador de mármol bajo unos vistosos baldosines, un botellero con vinos y licores de todo tipo, y ya no huele a vinazo a granel, ahora se sirven exquisitos vinos de Rueda, de Ribera del Duero, de Rioja, “cubatas”, “Wiskys” y dado que mi amigo Pedro que la regenta desde hace tres años es asturiano, escancia “sidrina” con la habilidad con la que los asturianos tienen para ello cuando espichan un barril, golpeándola en el borde del vaso sin verter una gota fuera.

Y en esa hora vespertina, en la que el sol se amarra a los tejados de las casas en su lucha para no ser engullido por las sombras de la noche, se van concentrando algunos vecinos del barrio al terminar su jornada laboral, para charlar sobre lo humano y lo divino, contar algún chiste, jugar a ‘los chinos’, a los dardos, echar una partida de tute o ver la televisión, sobre todo si dan un partido de fútbol del Real Madrid, o del Atlético.

Y allí se concentran entre otros, Luis, Ángel, Jesús, Manuel, Víctor, Adolfo, Antonio, Diana, Ana, Inés, Ester, Pedro, Raúl, Clemente (perdón por los que no cito, que a todos conozco aunque no recuerde sus nombres), y en su afán de hacer llegar el Evangelio hasta la taberna, algunos días también acude el párroco que teniendo sus salones parroquiales casi enfrente de la bodeguilla, entra a ver el fútbol, cuando juega el Real Madrid, al tiempo que hace llegar las palabras de su sagrado ministerio a algunos descarriados que poco van por la iglesia, en un intento de atraerles al redil..

En un amplio conglomerado de españoles, que amamos a nuestra Tierra, allí nos congregamos, gallegos, asturianos, leoneses, conquenses, toledanos, segovianos, canarios, andaluces, sorianos y en toda esta argamasa de españoles que amamos a España y donde no ha lugar para separatistas que la odian.

Y en esta acogedora bodeguilla, dejo pasar el tiempo que me separa de la paz del hogar, escuchando las conversaciones, tomando parte en ellas, o echando un vistazo al periódico para estar medio informado de lo que pasa en España y en el mundo, antes de subir a mi casa, a prepararme una frugal cena, mientras veo una película del Oeste americano, y me apresto a conciliar la mente con el sueño, enfrentándome a mi soledad, mientras que estando en la bodeguilla le doy un breve reposo al agua de mis ojos. Paco Puch

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