POR RAFAEL SÁNCHEZ VALERÓN, CRONISTA OFICIAL DE INGENIO (LAS PALMAS).
El cronista que suscribe, en los momentos que es invadido por la nostalgia suele dar algún paseo por el lugar donde nació y vivió durante parte de su vida, intentando recordar aquellos momentos felices donde el bullicio cotidiano invadía todo el ambiente; escrutando cada uno de los rincones en busca de algún vecino con el que dialogar y revivir épocas pasadas, para solo encontrar calles desiertas, filas de coches aparcados, ningún chiquillo jugando a la pelota, un cafetín donde saborear un café, ni una tienda donde poder satisfacer una necesidad inmediata en la casa; solo puertas herméticamente cerradas con el sonido de un televisor al fondo y multitud de casas deshabitadas.
El casco antiguo de Ingenio se muere lentamente. Solo la presencia de foráneos adquiriendo antiguas casonas que fueron de prominentes familias para uso particular, artesanal o viviendas vacacionales, está dando una fisonomía diferente a la histórica vía urbana.
Entendemos las transformaciones urbanísticas y el cambio en los usos y costumbres de las nuevas generaciones, pero no nos resignamos a que desaparezcan aquellos lugares que dieron vida a una comunidad a lo largo de siglos, mudos testigos, que han perpetuado un sello identitario y un paisaje y paisanaje que no debe desaparecer.
Los nombres de antaño perdidos en el tiempo
Durante muchos años, a medida que se fue configurando urbanísticamente el casco histórico de una forma un tanto anárquica, surgen pequeños barrios o agrupaciones de casas en torno a algunos caminos, donde el vecindario puso su nombre a algunas vías importantes en razón a alguna característica o hecho importante, hasta los últimos tiempos, que oficialmente fueron rotulados merced al criterio de los mandatarios de turno. Estas vías, en la actualidad, siguen conociéndose por ese nombre por la tradición oral, al menos por los habitantes del pueblo y fueron: La primitiva Calle Real que conducía al templo atravesando la población; Calle La Virgen (conserva este nombre), donde terminaba el primitivo núcleo urbano del siglo XVI; La Ladera (Francisco Dávila Ramírez), empinada calle que conducía desde el Puente hasta la Iglesia; Calle Nueva (conserva su nombre), abierta a finales del siglo XIX, para evitar la cuesta de La Ladera; calle del Sequero (Fernando Guanarteme), en el barrio de su nombre; Calle del Almendro o Calle de Atrás (José Ramírez); Calle de Alante (Antonio Rodríguez Medina); calle del Ejido (Juan Ramírez Sánchez y Palmeros), expansión hacia la costa del primitivo núcleo urbano y Calle de Triana, en el camino que conduce al templo del Carrizal.
Hacemos un llamamiento a las autoridades municipales, aunque por experiencia sabemos que tal propuesta va “a dormir el sueño de los justos”, para que se rotulen, al menos junto al actual nombre, la nominación histórica ya desaparecida, al igual que los pequeños barrios históricos (Mentidero, Magel, Andén, Bagacera, Cenicero, Repartimiento, Molinillo, Abrevadero, Almendro y Cuarto), como ya expusimos en un trabajo anterior publicado en “La Provincia”, dedicado a la Calle Nueva. Rotulación que en algunos casos podría estar acompañada de un pequeño texto alusivo al lugar, tomado de algún protocolo notarial o fuente documental debidamente contrastada.
La Calle de Alante
Debido a la configuración orográfica de un terreno en depresión, se desarrolla la primitiva trama urbana de Ingenio en el siglo XVI en un reducido núcleo poblacional en los aledaños del que fue molino hidráulico del ingenio azucarero en la umbría del llamado “barranquillo del Ingenio”, para luego expandirse hacia la solana en lo que se vino en llamar barrio del “Almendro”, configurado entre el camino real de la Cumbre (posterior calle del Almendro o calle de Atrás) y el acueducto de la Heredad Acequia Real de Aguatona, llamada también acequia de Algodones, junto a la cual se fueron construyendo las casas y se conformó una vía o calle real que conducía a la ermita de Nuestra Señora de Candelaria en su continuación por La Ladera, calle que posteriormente se vino en llamar calle de Alante, en contraposición con la Calle de Atrás, ambas con nacimiento en el lugar conocido como El Cuarto (hoy Plazoleta de San Pedro) y entre las cuales se desarrolla el barrio del Almendro. Es por tanto la Calle de Alante el eje central de este trabajo de recopilación histórica.
Configuración
Tuvo esta calle su esplendor en el pasado siglo XX, hasta entrada la década de 1960, a medida que la trama urbana se va desarrollando por el extrarradio, debido en gran parte a las transformaciones en el orden social, adelantos técnicos y cambio radical en las costumbres, coincidente también con el cambio político en lo que se vino en llamar la transición. Hasta treinta establecimientos productivos de distinta índole existieron en la céntrica calle, de los cuales no queda ninguno.
En una reducida distancia de apenas 150 metros de longitud se localizaban distintos edificios, cuya fisonomía no ha cambiado con el paso del tiempo, destinados a las más variadas actividades económicas y comerciales, especialmente hasta nueve cafetines: Juanita Suárez (al principio de la calle), Manolico Díaz (dos ubicaciones diferentes), Matías Romero (compartía con tienda de comestibles), cafetín-fonda (Francisco Ruiz) en la casa de Panchito Álamo, Ceferinito (en el edificio de la Hermandad Sindical), Hijos de Juan el de “Tomasita”, Panchito e hijo Pepe (el último en cerrar), bar del Casino (regentado por Pedro Sánchez) y ya en el Puente Angelito Caballero e hijo Pedro). En un mismo edificio: una escuela de niñas (Doña Paca); librería de José Sánchez y farmacia de Emilio Artiles (ambas en la misma habitación sucesivamente). Panadería de los hermanos Sánchez; tiendas de comestibles: Modestita, Juanito Marcial, Florentinita e Higinio y Pepita “la de Gando”; modas y mercería de Salvadorito, barbería de Bartolito Sánchez; Hermandad Sindical y Sociedad de Instrucción y Recreo “La Juventud” (ocupó dos lugares diferentes), central telefónica a cargo de Pepe Sánchez, cancha deportiva y local juvenil.
Pasada la segunda década del siglo XX, El “Punto” del Ejido toma el relevo y se convierte en el centro neurálgico social y recreativo, una vez desaparece la Sociedad de Instrucción y Recreo “La Juventud” del lugar. Allí van a parar los paseos domingueros y la actividad juvenil al amparo de los cines Moderno y Universal, además de llegada y salida de viajeros hacia otros lugares. Antes o después, la calle de Alante fue perdiendo su actividad comercial y lúdica y hoy es una calle desierta y sin vida.
La zona más céntrica y cosmopolita del pueblo se ha convertido con el paso del tiempo en un pasaje solitario, al desaparecer toda su actividad económica, comercial, cultural y recreativa.
Personajes significativos de la vida social en el pasado y numerosos vecinos anónimos dieron vida y color a la calle de Alante, como lo fueron: Patricio Pérez Estupiñán, polifacético personaje de las letras y fotógrafo aficionado, establecido en Telde, que supo plasmar en su primitiva cámara a principios del siglo XX, distintos rincones del pueblo, así como un relato escrito en décimas sobre el accidente ocurrido en 1903 en el templo de la Candelaria en construcción, en el que fallecieron dos obreros y del cual fue testigo. El labrador Juan Nuez Vega (Juanico Nuez), reconocidísimo y admirado personaje, recordado por sus composiciones lírico-satíricas, grabadas en su mente prodigiosa y sus actuaciones teatrales; los alcaldes: Bartolomé Espino Gil (1917-1920) y Ángel Caballero Pérez, conocido por Angelito (1935-1936); el concertista y pedagogo Blas Sánchez Hernández que nació en la casa de la “Sindical”; la maestra Doña Paca y tantos otros que por limitaciones de espacio no nombramos, pues se haría interminable la lista de personas que vivieron y trabajaron en la popular calle.
El estrado San Roque
De la voz de su padre, el cronista que suscribe escuchó una curiosa historia sobre la existencia del “Estrado San Roque”. De madrugada los labradores paraban en el popular cafetín de Francisco Ruiz Pacheco, para tomar su correspondiente café y marchar luego a las faenas agrícolas, en una etapa que podemos localizar durante la posguerra (década de 1940). Allí solía encontrarse D. Pedro Limiñana, hombre de fino humor que invitaba a los labradores a disertar subidos sobre cajas de agua “San Roque” amontonadas a las que le dio irónicamente el nombre de “Estrado San Roque”, donde cada uno exponía asuntos sobre temas cotidianos de cualquier naturaleza, menos de política (los tiempos no estaban para esas cosas).
Esplendor
Acontecimientos cotidianos dieron vida y actividad a la calle de Alante: el tránsito continuo de labradores desde la madrugada, el bullicio de las alumnas de Doña Paca, las conferencias en la central telefónica, los mentideros en tiendas y cafetines, los trabajadores a pagar los “sellos” en la “Sindical”, pero sobre todo lo que más caracterizó a nuestra calle fue la actividad diaria y bailes domingueros en la Sociedad “La Juventud” y los “paseos” a lo largo de la calle.
…Aún retumban los sones de la orquesta “Falcón” y el bullicio de la juventud en la calle de Alante, en el recuerdo de muchos vecinos.
FUENTE: CRONISTA R.S.V. https://www.laprovincia.es/gran-canaria/2024/07/02/calle-alante-mirada-nostalgica-pasado-104773576.html