EL CRONISTA OFICIAL, PEDRO SÁNCHEZ NÚÑEZ, APUNTÓ QUE, AL PARECER, “EN MÁS DE UNA OCASIÓN, HAN APARECIDO RESTOS INEQUÍVOCOS QUE CONFIRMAN QUE MUCHOS CADÁVERES DE SOLDADOS FRANCESES FUERON ARROJADOS A LOS POZOS DE LAS CASAS DE LA VILLA
Paralela a la actual avenida de Andalucía se encuentra esta histórica calle de Dos-Hermanas que lleva el curioso nombre ‘de la Francesa’, nombre por el que siempre fue conocida por los nazarenos a pesar de cambiar de denominación en numerosas ocasiones, por aquellos “caprichos” de la política local. Su origen hay que situarlo en las últimas décadas del siglo XVI (la primera referencia documental es de 1592) como resultado del aumento poblacional que experimentó la entonces villa en aquellas fechas.
De todas formas, la primera vez que aparece mencionada esta vía en un padrón de vecinos es en el de 1631, confeccionado con motivo de la venta de Dos-Hermanas al duque de Alcalá de los Gazules. En ese referido padrón aparecían registradas un total de treinta casas y 149 vecinos, todos ellos humildes trabajadores del campo. Esta sería una de las principales características de la calle de la Francesa en los siglos posteriores: el ser hogar de humildes familias jornaleras.
Ya a mediados del XVIII y principios del XIX se ubicaron en esta vía numerosos hornos de pan, como los que tenían Andrés López Vaquero y Manuel Díez, que dieron mayor dinamismo a esta zona de la villa.
A las espaldas de esta calle, donde actualmente se encuentran la calle Divina Pastora y la manzana de casas existente entre esta última y la avenida de Andalucía había en un principio un pequeño ejido, donde iba a pastar el ganado (cabrío, lanar…) de algunos vecinos. Pero a mediados del siglo XVIII se abandonó tal uso y comenzó a ser frecuentado por los chavales para jugar allí lo que entonces se conocía como el ‘juego de bolas’, y que no era otra cosa que el antecedente de la actual petanca.
Aunque siempre fue una calle sosegada y tranquila, no quedaba libre de las inevitables y comunes desavenencias entre vecinos. Así, por ejemplo, en 1807 hubo problemas de linderos entre dos vecinos: el alarife Juan Antonio de los Reyes y Pedro Gómez Riscardo. Resulta que separando los patios de las casas de ambos había una pared y Juan Antonio afirmaba que toda ella le pertenecía. Gómez Riscardo, por su parte, defendía que se trataba de una pared de medianía y, por tanto, la propiedad de la misma recaía en los dos. Esta discusión sería motivo de disputas posteriores que terminaron ante el juez de paz de la villa.
En cualquier caso, la calle de la Francesa estuvo, a lo largo del siglo XIX, abandonada por parte de los distintos Ayuntamientos que se fueron sucediendo. Fue una calle de albero, intransitable durante la mayor parte del año y que sólo era reparada de tarde en tarde. A principios del siglo XX no se vio beneficiada por la llegada del alumbrado público a nuestra villa. Y tampoco se encontró en las listas de calles que iban a ser adoquinadas. Como no contaba entre sus vecinos con personalidad destacada… Habría que esperar hasta principios de la década de 1970 para proceder al asfaltado de la vía, siendo entonces cuando parece ser que aparecieron numerosos restos humanos y armas de la época napoleónica. Las últimas obras de reurbanización de la calle tuvieron lugar hace bien poco, en 2015, dándole el aspecto que hoy podemos ver.
Estrechamente vinculada con Francesa se encuentra la calle Santa Cruz, que surgió a mediados del siglo XIX como un simple callejón “que sale al olivar de don Juan”, según se decía en las primeras referencias documentales. Por aquel entonces carecía de denominación, si bien en 1902 ya era conocida como callejón Cruz o callejón de Clemencia. Desde 1967 lleva su actual nombre.
También guarda un vínculo especial con Francesa la actual calle Divina Pastora. Su nacimiento estaría en los años finales del siglo XVIII con el nombre de callejón de la Imagen o del Juego de Bolas, estando muy vinculada desde sus inicios a la calle Francesa. A este callejón daban las partes traseras de las casas cuyas fachadas principales estaban en la calle de la Francesa, y, poco a poco, cada vivienda contaba con un postigo en esa parte trasera. Tantos postigos llegaron a abrirse que pronto se conoció al callejón como ‘de los postigos’. Conservaría esa denominación hasta que en 1902 recibió el nombre de Divina Pastora.
¿Qué nombres tuvo? El nombre de Francesa le fue dado a finales del siglo XVI por el hecho de que en esta calle tenía unas casas la esposa de Alonso Sánchez Francés, apodada precisamente ‘la Francesa’.
Sería bueno recordar que en aquellas fechas era algo normal que una mujer fuera conocida entre sus convecinos con un mote y que éste derivara del apellido o apodo del marido. Con la curiosa denominación de calle de la Francesa llegó hasta 1892 en que pasa a llamarse Duque de la Victoria en honor del general Joaquín Baldomero Fernández-Espartero (1793-1879), que gozó de gran fama en nuestro país después de haber ejercido la regencia en 1840-1843, haber ganado la primera guerra carlista y haber presidido el Consejo de Ministros en varias ocasiones. De esta forma continuó llamándose hasta que en 1931 se proclamó la II República. Entonces se decide cambiar el nomenclátor nazareno y la calle Duque de la Victoria recibió el nombre de la poetisa Carmen de Burgos.
Todavía viviría esta vía varios cambios en su denominación. El primero llegó meses después del golpe de Estado de julio de 1936, cuando la Corporación Municipal la bautizó ‘Queipo de Llano’, por el general Gonzalo Queipo de Llano (1875-1951). Con este nombre se conocería a esta calle hasta que, en febrero de 1980, el Ayuntamiento presidido por Manuel Benítez Rufo decidió restablecer la denominación “tradicional” de la calle, la cual aún se mantiene.
Muerte a los franceses
Cuenta la tradición que esta popular y céntrica calle debe su nombre al enfrentamiento que hubo en ella entre los vecinos y las tropas napoleónicas que ocuparon en Dos-Hermanas en 1810. Sin embargo, ¿qué hay de realidad tras esta tradición que se ha venido repitiendo de generación en generación? Un destacamento del ejército francés llegó a nuestra villa el 29 de enero de 1810 con el fin de ocuparla y controlarla.
A diferencia de lo ocurrido en Sevilla, aquí tal ocupación no se hizo de manera pacífica. Como es lógico, tras la entrada de las tropas francesas muchos soldados protagonizaron saqueos y rapiñas que dieron lugar a serios choques con los vecinos del lugar, algunos de los cuales fueron recogidos por Fernán Caballero en su obra La Familia de Alvareda (por ejemplo, el enfrentamiento entre Ventura y el granadero francés, que termina con la muerte de este último, y su cadáver en el fondo del pozo de la casa de Ventura).
De todos esos choques resultaría ser el más importante y duro el que se desarrolló precisamente en la calle de la Francesa, donde todos los vecinos de la misma se enfrentaron valientemente a los soldados napoleónicos.
El historiador coriano Daniel Pineda Novo, llegó a afirmar que cuando a principios de la década de 1970 se llevaron a cabo obras de pavimentación en esa calle, aparecieron numerosos restos humanos y armas de la época de la Guerra de la Independencia.
Y el cronista de la ciudad, Pedro Sánchez Núñez, apuntó que, al parecer, “en más de una ocasión, al profundizar pozos, han aparecido restos inequívocos que confirman la veracidad de esta tradición secular” que afirmaba que muchos cadáveres de soldados franceses fueron arrojados a los pozos de las casas de la villa.
Sin embargo, si hubo muertos (en un bando o en el otro) a resultas del citado enfrentamiento, curiosamente en el libro de enterramientos de 1798-1821, conservado en la parroquia nazarena, no se registra ninguno. Entre los días 21 y 30 de enero de 1810 no existe entierro alguno, pero la tradición oral dice que sí hubo caídos. Ahí queda la incógnita.
Vecinos vinculados
A pesar de ser siempre, como hemos dicho, una calle de humildes jornaleros, también residieron en ella algunos personajes destacados, como es el caso de Andrés López Mérida (c.1746-1826), quien sería alcalde ordinario de la villa en varias ocasiones (1801; 1809-1810), alcalde de la Santa Hermandad en (1794 y 1810) y regidor en 1812.
También ocuparía el cargo de mayordomo de la fábrica parroquial (1813-1816), continuando en 1815 el pleito para recuperar los terrenos que habían pertenecido a la ermita de Cuartos.
Otro destacado vecino fue Juan Arahal García (1857-¿?), que trabajó durante muchos años como tejedor en la fábrica de tejidos de yute y fue un destacado carlista y concejal en el consistorio nazareno en los primeros años del siglo XX.
En el número 42 residió durante muchos años el presbítero Francisco Romero Cordonero (1807-1880), cura coadjutor de la parroquia nazarena. Pero también encontramos personajes enigmáticos, envueltos en un verdadero halo de misterio, como Lucas Rodillón, fallecido “de un dolor en la calle de la Francesa” en marzo de 1874 sin que se supiese su naturaleza, ni la razón que le llevó a residir en nuestra villa; o don Agustín Esteban de Cuello, nacido en la localidad granadina de Lanjarón, muriendo en la pobreza en su domicilio de la calle de la Francesa en 1871.
Fuente: http://www.periodicolasemana.es/ – Jesús Barbero