POR ÁNGEL DEL RIO, CRONISTA OFICIAL DE MADRID Y DE GETAFE
Si empleásemos la metáfora como forma de lenguaje político, especialmente en campaña electoral, podríamos decir que algunos “tiran con bala” a la hora de arremeter contra el rival. Si vamos a los hechos más vergonzosos de la mezquindad humana, se puede asegurar que los hay que “amenazan con bala”. Son aquellos, desconocidos por el momento, sospechosos y cobardes, que envían cartas con metralla, es decir, cartas con munición para intimidar, para intentar meter miedo y cortar las alas al contrario. Todo es reprobable, venga de donde venga y a quienes vayan dirigidas esas cartas, apunten a quien apunten, como reprochable es el aprovechamiento en beneficio político propio de esas misivas cargadas de malas intenciones.
Agoniza una campaña para las elecciones del 4M cargada, como ninguna otra, de incidencias, descalificaciones, amenazas, trampas y mucho de esa picaresca, que como dice mi compañero, Enrique Aguinaga, decano de los Cronistas Oficiales de Madrid, es la “sabiduría” del pueblo español, desde Rinconete y Cortadillo hasta el marqués del Moño (antes de la Coleta). Una campaña donde casi todo ha estado bajo sospecha: desde Correos, hasta el CIS, desde el voto postal hasta las encuestas del cocinero Tezanos.
Madrid ha sido el claro objeto del deseo político. La gran guerra se gana batalla a batalla, y Madrid es la madre de todas las batallas para conseguir conquistar el feudo de la Moncloa. Todos se juegan mucho: el centro derecha, seguir en el poder, y su lideresa, Díaz Ayuso, comenzar una escalada de altos vuelos, de cara a un futuro a medio plazo; la izquierda en su conjunto, conquistar la plaza fuerte de la política española y condenar al PP y a VOX a las covachuelas de la “oposición permanente revisable”, mientras que el denuedo de Ciudadanos va por la supervivencia como pretensión de mínimos.
No recuerdo una campaña electoral a la Asamblea de Madrid, más cruda, agresiva y mezquina que ésta. El martes, las urnas dictarán sentencia irrevocable. Ya veremos quién gana y quién no se dará por vencido.