POR RAFAEL SÁNCHEZ VALERÓN, CRONISTA OFICIAL DE INGENIO (LAS PALMAS-GRAN CANARIA)
Los núcleos urbanos históricos de los municipios del sureste de Gran Canaria en su desarrollo urbanístico, tanto hacia sus extremos como en la creación de barriadas periféricas, tienen la tendencia a expandirse hacia el litoral a partir de la segunda década del siglo pasado, en virtud de la desaparición del modelo tradicional de producción agrícola y ganadera de labranzas en las zonas medias de regadío y en las de secano de medianías y cumbres que favorece el desplazamiento humano hacia zonas costeras que ya se había iniciado con los cultivos de tomates y la proliferación de almacenes de empaquetado, a lo que se añade el desarrollo industrial, aeropuerto y áreas turísticas, con las ventajas que ofrecía la autopista, tanto hacia Las Palmas como a las amplias playas sureñas, favorecidos por una etapa de bonanza económica que propiciaba la vivienda autoconstruida. Apreciamos este fenómeno en Arinaga-Cruce con respecto al municipio de Agüimes; Vecindario-Doctoral-Pozo Izquierdo en Santa Lucía y Juan Grande-Castillo del Romeral en San Bartolomé de Tirajana, constituyendo un caso aparte Playa del Inglés-Maspalomas con un fenómeno exclusivo de desarrollo turístico. Los primitivos núcleos de población en los cascos históricos sufren un parón en su desarrollo y se descentralizan en beneficio de estos nuevos núcleos poblacionales que van acaparando paulatinamente el desarrollo comercial y los servicios, así como las oficinas de los organismos político-administrativos.
Amplio territorio costero en desarrollo
Un ejemplo claro de este fenómeno se aprecia en Carrizal-Burrero que fue durante siglos inferior en población y actividad al casco de Ingenio, llegando a igualarse e incluso superarlo en consideración a la actividad generada por el paso de la antigua carretera general, hoy convertida en la amplia y cosmopolita avenida de Carlos V y posteriormente la autopista del sur.
Primitivamente todo el territorio costero entre el barranco del Obispo y Guayadeque estaba cubierto de vegetación potencial propio de la zona litoral donde proliferaban arbustos como balos, tarajales y tabaibas, entre otros, que una vez desmontados se convierten en fértiles tierras de cultivo en un interfluvio que abarcaba la extensa cuenca de Guayadeque, en una amplitud considerable en su desembocadura, con abundante material de aluvión y sedimentos transportados por sus caudalosas aguas. La comarca quedaba atravesada y casi dividida en su mitad por un barranquillo de corto curso, nacido en La Hoya del Carrizal conocido por “Las Cañadas”, cuyo cauce casi ha desaparecido por distintas fincas encadenadas y sobre todo por la trama urbana que sobre él se ha desarrollado en los últimos tiempos, conservándose dicho cauce delimitado por paredes junto a la carretera que baja al Burrero pero que se vuelve a perder en la ampliación urbanística del Burrero hacia el Sur.
Estas tierras, convertidas en áreas de cultivo en siglos posteriores a la Conquista se dedicaron a plantaciones de secano y regadío, favorecidos por el agua de los nacientes de Guayadeque a partir del barranquillo de Adeje, administradas por el
Heredamientos “Principal y Mina de Carrizal” y el de las Majoreras que recogía las aguas nacientes en ese barranco y la mina situada en la finca del Obispo y trayectoria subálvea por terrenos en el cauce de la llamada finca de “los Ponce”. Una amplia red de acequias de estos heredamientos hacía que el agua llegara a los distintos predios de la comarca produciendo ricas cosechas gracias a la fertilidad de sus terrenos. Cuando las aguas mermaron y se intensifican los cultivos, especialmente de tomateros, ya en el siglo XX, se llegó a recibir aportaciones de agua procedentes de pozos, algunos de los cuales se encuentran dentro del propio paraje, quedando todavía algún vestigio en la zona como el llamado pozo de D. José Ramírez, abandonados en la actualidad por la salinidad de sus aguas y absorbidos por la trama urbana.
Todo este inmenso paraje agrícola, hoy altamente antropizado, tenía sus vías de comunicación desde el antiguo núcleo urbano de Carrizal por caminos reales, también llamados caminos de herradura, que lo atravesaban de manera transversal de oeste a este hasta el litoral, el primero que bajaba desde El Ejido por el margen izquierdo del barranco de Las Cañadas y otro más al norte a la altura del barranco de Los Aromeros, pasando por las cercanías de una extensa finca conocida como finca del Burrero con distintas dependencias que fue propiedad del Seminario Conciliar, que hoy se encuentra en estado ruinoso, hasta llegar a lo que históricamente se llamó la Punta de Utigrande con su pequeña rada y poblado tradicional de pescadores. Ambos caminos se han perdido en su casi totalidad conservando algunos vestigios de lo que fue una importante vía de comunicación hacia la costa, utilizada por los carrizaleros para llegar a las distintas haciendas y para disfrutar de los pocos días que se disponían con los baños o practicar la pesca de orilla de marisqueo, pulpos y morenas en la amplia zona intermareal de la desembocadura de Guayadeque.
Para llegar desde lugares lejanos como eran los núcleos de Ingenio o Agüimes existían varias vías de comunicación: desde Agüimes por el llamado camino de los Mondragones atravesando el casco antiguo del Carrizal; desde Ingenio por un camino coincidente con la actual carretera, y desde Telde que conectaba con Las Palmas, el camino real que pasaba por los altos del Goro, Los Moriscos, El Cardón y llegaba a la Casa del Obispo para continuar hacia el sur por Las Rosas hasta la hacienda del Conde en Juan Grande en una vía conocida documentalmente desde el siglo XVI y que posteriormente se la denominó “Camino del Conde”. Pero la principal vía histórica de comunicación fue el llamado “Camino de La Madera” que venía desde Telde pasando por Jerez y después de cruzar el barranco de Silva atravesaba la parte baja del Goro, poblado de Ojos de Garza, Lomo de Solís, todo el actual barrio de las Majoreras, trasera del almacén de Bonny y se adentraba en Carrizal por la finca de Medina-Quintero, pasando por los actuales barrios en estudio (Jurada-Capellanía) que atravesaba de norte a sur aproximadamente desde la rotonda de la bajada del Burrero hacia las inmediaciones del Instituto para pasar el cauce de Guayadeque por el paraje de Las Palmitas. Este tradicional camino se ha perdido en su casi totalidad tanto a su paso por zonas agrícolas como en las zonas urbanas, sustituido por el trazado de las calles, sobre el cual se trazaron las primeras viviendas cuando se empezó a desarrollar el barrio. Se debe considerar la importancia estratégica del lugar en relación a su cercanía a los lugares históricos de Carrizal-Ingenio-Agüimes y de la bahía de Gando, así como el lugar necesario de paso por la costa hacia las tierras meridionales de Gran Canaria. También se debe tener en cuenta que el tránsito rodado de carretas sacó del aislamiento a la zona a partir de la construcción de la carretera Telde-Ingenio finalizada en 1885, para bajar desde Ingenio, y se adquiere mayor protagonismo con la construcción de la carretera del Goro hacia el Lazareto a finales de la de segunda década del siglo XX y la llamada carretera general del sur hacia los Llanos de Sardina que hoy se ha convertido en la moderna avenida de Carlos V, constituyendo el límite de estos barrios en constante
desarrollo. En época más reciente es la autopista general del sur la que atraviesa el paraje por su banda oriental.
Se puede describir esta zona como un espacio costero en suave pendiente que llega aproximadamente los 50 metros de altitud, estando delimitado: al naciente por la Hoya del Burrero; por el poniente llegaba hasta el primitivo núcleo urbano de Carrizal y el paraje de los Arenales -que perdió su primitiva denominación para convertirse en lo que hoy se conoce por “Barrio Nuevo”, una vez convertido en trama urbana- al norte queda el barranco de las Majoreras, llamado también de Carrizal, o del Obispo, en su curso bajo y que hoy recibe el nombre de Aromeros; al sur se sitúa el barranco de Guayadeque, quedando el barranquillo de las Cañadas marcando la frontera aproximada entre los dos parajes.
La Capellanía
Su desarrollo urbanístico se inicia en el camino real que conducía al litoral, al norte y sur de la desembocadura del barranco de Guayadeque (La Florida) desde el Ejido. En lo que se refiere a la evolución del territorio desde la perspectiva de su localización en el espacio y en el tiempo, podemos deducir que es parte de una gran comarca agrícola que ocupa el margen izquierdo del barranco de Guayadeque en su curso bajo. El nombre del topónimo LA CAPELLANÍA se va consolidando a partir del siglo XVII. El término capellanía hace referencia de manera general a un legado testamentario de misas que hace una persona y como pago establece los productos de terrenos de su propiedad, administrados por un capellán. En este caso se trata de lo establecido mediante testamento en 1616 por el canónigo doctoral de la Catedral, el agüimense Juan Bautista Espino Pelos, donde instituye una capellanía con pensión de cuatro misas semanales con responso, impuesta sobre una hacienda en el Carrizal de 115 fanegadas y dos días y tres noches de agua del heredamiento del Carrizal entre otros, en el lugar que posteriormente sería La Capellanía y La Jurada, cuyas escrituras se conservan en Archivo Histórico Provincial donde se especifica que sus propiedades llegaban de un Barranco a otro (Majoreras-Guayadeque). Esta capellanía que a lo largo de varios siglos pasa ser administrada por distintos capellanes, se adjudica en 1830 al sacerdote de Ingenio Juan Ramírez, párroco del Sagrario en la Catedral, sobrino del primer alcalde real, José Ramírez; por esa época varios vecinos manifiestan que “ocupaba la mayor parte del Carrizal”. El cura Ramírez pone en arrendamiento las tierras y agua a distintos labradores de Carrizal y a su fallecimiento, según providencia del Juzgado en abril de 1844 se declaró a favor de sus descendientes: Cristóbal Juárez, María Leonor Urquía, Juan de Morales, Julián de Morales, Francisca Dávila y Agustina Suárez, vecinos de Agüimes, Ingenio y Carrizal, procediéndose en 1.853 a efectuar entre ellos la partición de los bienes de esa capellanía, entre ellos la hacienda en el Carrizal, jurisdicción del Ingenio de 115 fanegadas 2 celemines 20 brazas y 50 centésimas, lindante por el naciente con las orillas del mar, poniente las casas del Carrizal, norte barranquillo y sur barranco de Guayadeque, con un valor de 1.600 pesos, más dos días y tres noches de agua por el heredamiento Principal del Carrizal que servían para el riego de aquellos terrenos. Correspondió a Cristóbal Juárez la primera parte que se hallaba dividida en dicha hacienda por el poniente que comprendía los terrenos y arrifes, una parte cubierta de tuneras. A Agustina Suárez la parte de alante hacia Guayadeque. A Juan de Morales, la parte sur hasta llegar a la orilla del mar, el cercado del medio y la mitad del cercado de la Jurada por el poniente. A Leonor Vega un lomo hasta llegar a la cañada por el sur y la otra mitad de la Jurada. A Julián de Morales, terrenos con dos cadenas unidas con higueras, palmas y varios árboles con un cercado grande. Dentro de esta inmensa hacienda se encontraban casas, dependencias agrícolas y una era. El agua de riego también fue distribuida en distintas porciones. Una gran parte de la hacienda fue adquirida en 1.854 por José Ramírez Martel, personaje que
había llegado desde las cumbres de Telde y contraído matrimonio en Carrizal; después de viajar a Cuba donde se enriqueció, compró infinidad de propiedades en Carrizal; fue alcalde de Ingenio en 1.851 (año del cólera). El gran terreno que compró era limítrofe con el del actual barrio de La Jurada y según las escrituras de la época lindaba al naciente tierras de Curas, poniente las casas del pago del Carrizal, por el norte barranquillo de las Majoreras y lo que se denominaba la Juradada y por el sur barranco de Guayadeque, en precio de 145 pesos. Gran parte de estas tierras pasaron a sus descendientes y se conocen actualmente como las de D. José Ramírez Bethencourt, que fue alcalde de Las Palmas.
La Jurada
El llano y extenso territorio que conforma el actual barrio de LA JURADA, se localiza en la plataforma costera del municipio de Ingenio y forma parte de una amplia comarca que históricamente recibió el nombre de Hoyas de Bogailas, topónimo de raíz aborigen que según el doctor en filología, Ignacio Reyes García, en su diccionario lexicográfico ïnsuloamaziq describe que Bogailas desde el punto de vista etimológico puede referirse en distintas variantes a: cercado, reclusión, de forma circular.
Lo que más llama la atención, sin duda, es el estudio de la toponimia que da lugar al actual nombre del joven barrio, desde el punto de vista de su evolución lingüística a lo largo de los siglos en el campo de la semántica y la etimología. La palabra llega a nosotros a través de distintas transformaciones y simplificación constituyendo uno de los más significativos ejemplos de la rica y variada toponimia del municipio. Los primeros documentos escritos de los que se tiene constancia histórica hacen referencia al término HORADADA o JORADADA. La dificultad que ofrece su pronunciación conduce a la acepción Juradada, y por simplificación llegar al nombre de JURADA como se conoce en la actualidad.
Documentos de finales del siglo XVIII confirman esta primitiva acepción. En 1760 el vecino del Carrizal Luis de la Cruz vende a Felipe Lorenzo un trozo de tierra donde llaman la Joradada, en el paraje del Carrizal, lindante por abajo con tierras de la Capellanía que fundó el arcediano Juan Bautista Espino. Por 1764 figura un cercado de tierra calma en el Carrizal donde dicen la Joradada, bajo los heredamientos del Carrizal y las Majoreras. En 1755 María Hidalgo, vecina del Carrizal era dueña de un cercado en la Horadada.
Pasada la mitad del siglo XX, con el amplio desarrollo urbano del municipio hacia la Costa desde el llamado casco antiguo del Carrizal la trama urbana empieza a extenderse hacia el norte por la inmediaciones del almacén de Philcher, hacia el gran paraje de Los Arenales (Barrio Nuevo para traspasar la carretera general del sur (Avenida de Carlos V), hacia el litoral, formándose poco a poco un barrio que se desarrolló posteriormente a medida que se iban adquiriendo solares, principalmente por gente modesta que construían sus casas con ayudas y mucho sacrificio.
A las dificultades del principio con carencias de infraestructuras urbanísticas, podemos hablar de una zona en constante desarrollo urbano con una amplia plaza, comercios, establecimiento sanitario, instalaciones deportivas y centros de enseñanza.
FUENTE: https://www.laprovincia.es/gran-canaria/2023/01/30/capellania-jurada-82183820.html