POR DOMINGO QUIJADA GONZÁLEZ, CRONISTA OFICIAL DE NAVALMORAL DE LA MATA (CÁCERES)
Antaño, se conocía con ese nombre a las instituciones que recogían a los niños expósitos (del latín “ex-posĭtus” = puesto afuera), palabra que se aplicaba a los críos recién nacidos abandonados generalmente en las puertas de las iglesias, conventos (donde los había), casa del párroco o de algún vecino pudiente; o, simplemente, en la calle…
Por desgracia, eran bastante numerosos entonces, dada la penuria existente y las dificultades para contraer matrimonio o alimentar a la numerosa prole habitual en aquellos años aciagos (y no digamos si se trataba de jornaleros, tan abundantes entonces, que sólo tenían trabajo contados días al año).
Los embarazos no deseados siempre han existido, sobre todo antes cuando se desconocían los métodos anticonceptivos. El aborto asumía graves riesgos, pues eran practicados por mujeres sin conocimientos, medios y medicinas apropiadas. Además, eran muchos los que pensaban (y pensamos) que era y es un asesinato (aunque sea legal, por imperativos políticos y de un cierto sector feminista…).
Así que, ante semejante desgracia, la madre y abuelos maternos del infante recurrían al “mal menor” citado.
Muy pronto surgieron entidades encargadas de recoger a esos recién nacidos, normalmente en las ciudades. Por ejemplo, y en nuestra diócesis, sabemos que desde finales del siglo XVI ya existía en Plasencia la “Casa de los Niños de la Doctrina Cristiana”, que tenía por objeto acoger a los huérfanos de la zona (Leticia Sánchez Leonato, 2005). A donde eran llevados desde Navalmoral (por ejemplo), según consta en los Libros Parroquiales que surgen entonces, por indicación de don Gutierre de Vargas y Carvajal (D. Quijada, XX Coloquios del Campo Arañuelo).
Los párrocos moralos, una vez que los registraban (con todo tipo de detalles, cuando podían) y bautizaban, tenían una doble misión: o buscarles una familia de acogida en el pueblo (lo que muchas veces se lograba), o se encargaban de enviarlos a la institución reseñada (cuando no se conseguía el objetivo idóneo y deseado).
Por medio de numerosa bibliografía conocemos que la citada fundación se convirtió en “Casa de Niños Expósitos” (ya en el siglo XIX), que mantenía a las criaturas desde su acogida hasta los 6 años, donde se les alimentaba y educaba. La lactancia era provisional, hasta que se les proporcionaba un “ama” de la propia ciudad placentina, o de algunos de los pueblos de alrededor, destacando prioritariamente los núcleos de las comarcas de Sierra de Gata y las Hurdes.
Las familias responsables de su crianza recibían un escaso sueldo mensual, hasta que los infantes alcanzaban la edad citada; momento en que, caso de no ser adoptados (prohijados), retornaban a la casa matriz de Plasencia y formaban parte de la “Casa de Misericordia”; donde recibían una educación, aprendían un oficio y “tomaban estado”: es decir, se casaban, ingresaban en algún convento o taller, etc. La educación de los niños y las niñas se realizaba por separado” (Leonato, 2005).
Pero he aquí que entonces surgen las Diputaciones provinciales, que se crearon en 1812 en las Cortes de Cádiz, pasando por distintas coyunturas políticas hasta su completo asentamiento en 1835. Desde entonces, dicha institución se encargará de la misión que comentamos hoy; fundando, tanto en Cáceres capital como en Plasencia, sendos hospitales y Casas-Cuna.
Los posteriores Decretos de los años 1849 y 1852 recalcarán la obligación de que en cada provincia extremeña haya, al menos, una Inclusa sostenida por fondos provinciales en donde se admitan los niños expósitos y abandonados.
Y es entonces cuando germina la Casa-Cuna de Navalmoral: según leemos en el Archivo Municipal, el 15 de diciembre de 1855 (en pleno “Bienio Progresista”) se hace realidad, como “hijuela de la de Cáceres” (“hijuela” = aneja o subordinada a otra principal), donde se recogen a los expósitos de este Partido Judicial.
Unos años después (1869), en pleno “Sexenio Revolucionario”, nos vuelven a informar que prosigue la Casa-Cuna de la Inclusa en Navalmoral, atendida por una mujer. No nos proporcionan más detalles.
Y habrá quien se pregunte que, ¿dónde se ubicaba?
…Pues en la actual calle León Moyano ya que, cuando le dedican esa calle el 14 de enero de 1906 (17 años después que se aprobara el anterior acuerdo, en este “Navalmoral de los olvidos”…), el Ayuntamiento acuerda “cambiar el nombre de la anterior calle Cuna por la de León Moyano” (prueba de que ya no existía).
Su evolución posterior fuera de nuestra localidad se fue gradualmente modificando. Y, como cada vez disminuía el número de niños abandonados al nacer, comenzó la adopción de niños huérfanos o pertenecientes a familias desestructuradas (pero ése ya es otro tema diferente al que hoy tratamos).