POR JOSÉ MARÍA SUÁREZ GALLEGO, CRONISTA OFICIAL DE GUARROMÁN (JAÉN)
Durante la segunda mitad del siglo XVIII la Historia de España va a contemplar cómo el espíritu reformador de la Corte de Carlos III alumbrará lo que conocemos como el mejor espíritu de La Ilustración. La pasión de “verlo todo claro” y la manifiesta oposición de los hijos del siglo XVIII a soportar el misterio y el oscurantismo, darán a esta centuria el apelativo de Siglo de las Luces, fenómeno éste que no será privativo de los ilustrados españoles, sino que habría de calar en los “eclairés” franceses, en los intelectuales germanos de la Aufklárung, o en los británicos del Enlightenment. Europa y América van a verse inmersas en una fiebre innovadora que emanaba desde la razón.
El rey Carlos III, sobre todo después del “Motín de Esquilache”, cuya excusa costumbrista fue debida a querer cortar la longitud de las capas largas y subirles las alas a los tradicionales sombreros de ala ancha para dejarlos convertidos en los típicos “tres picos” que tanto identifican la indumentaria del siglo XVIII, buscando que los malhechores no ocultaran su cara tras ellos para delinquir, se rodeará de un equipo de gobierno en el que cada uno de sus ministros tiene una reforma en cartera encaminada a procurarle al pueblo la felicidad que éste no podía lograr por sí mismo. En esta esfera de influencia gravitarán nobles de rancio abolengo, como es el caso del Conde de Aranda, llamado a presidir el Consejo de Castilla, junto a otros nobles como Campomanes, Floridablanca, Múzquiz y Jovellanos, que desde sus puestos de responsabilidad habrán de diseñar los cambios económicos que traerían consigo, sin duda, las pretendidas reformas sociales.
Como primera medida los ilustrados de Carlos III vieron necesario dinamizar las estructuras agrarias, anquilosadas secularmente por los mayorazgos (herencia de los nobles concentrada en el mayor de los hijos) y las manos muertas (propiedades agrarias improductivas de la Iglesia). Se trataba, en suma, de crear una nueva clase de propietarios agrícolas extraídos de los grupos menos favorecidos, senareros y jornaleros primordialmente, a los que se les cederían tierras, 50 fanegas (unas 33 hectáreas) por familia, bajo determinadas condiciones de arrendamiento y de usufructo, que hasta el momento habían supuesto para la Real Hacienda unas fuentes de producción mal rentabilizadas, o no explotadas. Se pretendía, a fin de cuentas, propiciar una sociedad modelo cuyos componentes “deben estar destinados a la labranza, cría de ganados, y a las artes mecánicas, como nervio de la fuerza de un Estado (…porque) todo país en que la agricultura no florece, será siempre desdichado, porque con ella todas las artes se fomentan y adelantan, y sin ella todas se debilitan y se pierden”, como dejaría escrito el propio Pablo de Olavide.
La inauguración de un magnífico auditorio en Guarromán con el nombre de la “Casa
de la Ilustración” es una buena muestra de que el espíritu ilustrado sigue vigente hoy
en este pueblo, y está llamado a ser la luz que haga posible que otros vean. Luz de cultura, luz de conocimiento, luz de respeto, luz de tolerancia, luz que en definitiva apague la mayor de tolas
las tinieblas: La obscuridad de la ignorancia.
En mis treinta siete años como cronista oficial de esta Real Población del Sitio de Guarromán, he comprobado que un pueblo es lo que sueña su alcalde. Y Pablo de Olavide nunca pudo imaginar que su sueño como intendente tuviera un tan extraordinario reflejo en el sueño de este alcalde, Alberto Rubio, al que como cronista oficial me uno dispuesto a soñar realidades como ésta en favor de nuestro pueblo y nuestra comarca.
Esta Casa de la Ilustración es, como la propia Ilustración lo fue en el Siglo de las Luces, un faro luminoso que diluye las tinieblas de la incultura promoviendo la capacidad de ser libres desde la dignidad humana, fieles a la letra del himno de Andalucía: “Hombres de luz, que a los hombres, alma de hombres le dimos.” Ese es el compromiso de la Cultura entendida como un arma cargada de futuro para la libertad y el progreso.
FUENTE: https://www.diariojaen.es/opinion/articulistas/la-casa-de-la-ilustracion-LD8959481