POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA- CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
La casa, ubicada en la calle O´Donnell, propiedad de la familia Tomás y Tomás, ha tenido, desde hace más de tres centurias, fama en el pueblo de ser una vivienda señorial que en su día según la tradición, albergó la sede de “La Inquisición en Ulea”.
Ha sido santo y seña de las casas aristocráticas del municipio y, en ella se han alojado, visitantes ilustres, invitados por sus propietarios: la esta familia Tomás y Tomás.
La casa, ubicada en pleno centro del pueblo, tenía, en su parte posterior, unas vistas impresionantes: la fértil huerta y el serpenteante río Segura.
La espaciosa mansión disponía de un intrincado sótano semejante a unas catacumbas, en donde guardaban los productos obtenidos de sus fincas, así como aperos de labranza. Parecía una mazmorra y, según la tradición, se utilizaba para retener a todos aquellos que no fueran afines a la santa Inquisición.
Dicho sótano era una especie de cueva con pasadizos, escavada bajo la vivienda y la calle, en forma de zigzag que durante la contienda civil del 1936 a 1939, albergó a varias personas que eran perseguidas para darles el terrorífico “paseíllo”.
Entre las personas que se vieron asiladas y protegidas por las autoridades se encontraban: Cayetano Ayala, y sus dos hijas (de Villanueva); Juan Gómez (de Ricote) José María Garro; Joaquín Carrillo y otros muchos uleanos.
Todos tenían el respaldo del alcalde que, aunque no eran correligionarios suyos, tenían órdenes sus centinelas de que nadie se metiera con ellos, sin su permiso. Aunque el alcalde era de izquierdas y los asilados del bando nacional, les prometió qué, no se le daría el paseíllo a nadie; cualquiera que fuera su pensamiento político.
Eran personas de orden y nadie se metería con ellos. Así ocurrió y cuando acabó la contienda civil, “salieron de su guarida” en “las entrañas de la casa misteriosa”. Rehicieron su vida y reconocieron la valentía que había tenido el alcalde, al albergar a personas de pensamiento político distinto.
Tan pronto como les fue posible, le agradecieron, con creces, sus valores humanos; en momentos tan difíciles.
La vivienda, en pleno corazón del pueblo, quedó deshabitada durante varios años y, poco a poco, se fue deteriorando y amenazó con derrumbarse, con el consiguiente peligro para los viandantes.
En un Pleno del Ayuntamiento la Corporación Municipal, con su alcalde Víctor M. López Abenza a la cabeza, aprobó la compra de dicho inmueble; siempre que su valor fuera asequible a las flacas arcas municipales.
El Ayuntamiento la utilizaría para ensanchar la calle ya que la edificación hacía un recodo muy peligroso al paso de vehículos rodados.
A pesar de las intensas gestiones con los familiares, no se llegó al ansiado acuerdo económico y, por tanto, todo quedó como estaba.
El paso del tiempo, unos dos años, empeoraba la situación y, ante el peligro inminente de derrumbe, los técnicos ordenaron su demolición, de forma inmediata.
Aunque se suponía cual iba a ser el destino de “La casa misteriosa”, el diario “La Verdad de Murcia” del día 5 de agosto del año 2012, nos daba cuenta, en sus páginas, de la desaparición de dicho inmueble.
Con su demolición, poco tiempo después, hemos tenido que despedir a una casa emblemática ésta ya antigua y ahora desaparecida “La Casa de los Misterios”.