POR SANTOS BENITEZ FLORIANO, CRONISTA OFICIAL DE CÁCERES
Entrando a la Ciudad Monumental de Cáceres por la desaparecida Puerta de Mérida y girando a la derecha por una calleja, siguiendo la línea de las murallas, desembocamos en la plazuela de Pereros donde se encuentra la casa-palacio de los Pereros, edificio actualmente en obras para retomar la función de Colegio Mayor “Francisco de Sande” que ya tuvo hace algunos años, dependiente de la Excma. Diputación Provincial de Cáceres.
La construcción de esta casa fuerte se produjo en diversas etapas a lo largo de los siglos XV y XVI. Del siglo XV, siendo la característica de los palacios de Cáceres, destaca la espectacular portada con arco de medio punto, rodeada de grandes dovelas llegando arco y espacio de jambas hasta el suelo. Esta fachada es armoniosa y muy simétrica, realizada de mampostería, con esquinas de sillares, dos ventanas sobre la puerta y cuatro más a cada lado muy hacia el extremo.
Debajo de cada una de las ventanas del piso alto, encontramos el escudo de la familia de los Pereros, primeros propietarios de la casa, procedentes de Portugal (Pereiro), un peral (árbol) con las raíces al descubierto. Aunque la mayoría de los autores señalan que los Pereros que llegaron a Cáceres procedían de Valencia de Alcántara.
Pero la primitiva fachada es la que podemos apreciar en el callejón de los Pereros, que da acceso al barrio judío; con su portada de medio punto, ventana y timbres heráldicos, todo enmarcado en un precioso alfiz. Tiene escudos cuartelados de Perero-Golfín y Sánchez-Paredes.
Pasando el zaguán se llega a un precioso patio, de estilo Renacimiento, de dos pisos, cuadrado de ocho arcos a dos por lado, de medio punto los de la planta baja y los del piso superior escarzanos bajo los cuales corre una balaustrada de piedra granítica, que voltean sobre columnas de fustes lisos casi cilíndricos coronadas por bonitos capiteles clásicos.
El patio es obra del gran arquitecto Pedro de Marquina, de origen alavés, uno de los más hermosos que existen en los palacios cacereños. Como en todos ellos con un bello brocal con un pozo lleno de agua.
En el patio podemos contemplar los escudos de la familia Perero, de la familia Figueroa (De oro, cinco hojas de higuera de sinople, puestas en aspa), de Ovando (De plata, cruz floronada de gules, cantonada de cuatro veneras de lo mismo) y Golfín (Cuartelado: primero y cuarto, de plata, lis de azur; segundo y tercero, de gules, castillo de oro).
Existe un documento de 22 de Septiembre de 1561, en el que Alonso de Perero, propietario del palacio, se conviene con el cantero Pedro de Marquina, para que éste realice: “vn corredor, e patio, e paredes, portadas e pieças, e la demás obra que estás
pintada e debuxada en dos papeles”, firmado por las partes contratantes. La obra se debía de realizar en dos años por un precio de “quatrozientos ducados que suman e valen ciento e cincuenta mil maravedis”.
En el siglo XVIII, según Antonio Floriano, la casa padeció otras obras cerrándose la puerta de la calleja con una reja, colocándole como antepecho un relieve con el escudo de la familia sostenido por ángeles y se hicieron unos finísimos esgrafiados en el patio.
En la reforma realizada en el siglo XX desaparecieron los esgrafiados y se abrió la puerta antigua retirando el antepecho que se había puesto.
Fue esta casa de la familia Pereiro, fundadora de la Orden Militar de San Julián del Pereyro que después fue la Orden de Caballeros de Alcántara. Se cree que el primer miembro de la familia que se asentó en Cáceres fue Sancho Fernández Perero, a principios del siglo XV; después allí vivió el capitán Juan de Perero; a mediados del siglo XVI Alonso de Perero, que hizo la obra principal.
A comienzos del siglo XX la casa es adquirida por la Diputación Provincial de Cáceres instalándose en ella el Colegio Provincial de “La Inmaculada” de Cáceres, que tanto hizo por la integración social de las menores de la provincia con problemáticas familiares y sin recursos.
Sirva este modesto artículo para rendir un homenaje a todos los trabajadores que realizaron su ejemplar labor en este Centro, sobre todo para aquellos que ya no están entre nosotros.