POR JOSÉ MANUEL JEREZ LINDE, CRONISTA OFICIAL DE GUADAJIRA (BADAJOZ)
Una de las muchas consecuencias derivadas del confinamiento, ha sido y es, la imposibilidad de realizar desplazamientos aún dentro de la misma provincia. Como efecto de estas restricciones el sector hostelero ha visto mermadas sus expectativas llevando a muchos de estos establecimientos a su cierre, en los peores casos, indefinido. El simple hecho de plantearnos una futura visita a cualquier punto de la región implica necesariamente contar irremediablemente con estos bares o restaurantes por lo que, y dadas las actuales circunstancias, no hay garantías a la hora de tomar un desayuno o almorzar. El problema se acrecienta, además, a medida que nuestro destino se aleja de aquellas ciudades o poblaciones de mayor tirón turístico.
La proximidad con Mérida, declarada como ciudad patrimonio de la humanidad en 1993, nos brinda la posibilidad de descubrir o reencontrarnos con yacimientos, cuya puesta en valor, han permitido su integración en el conjunto monumental. Los restos de la casa del anfiteatro se sitúan al SE extramuros de la antigua Augusta Emerita, próxima a dos recintos tan señeros como son el teatro y anfiteatro romano (fig. 1).
Su descubrimiento tendrá lugar en la década de los años 40, siendo el arqueólogo E. Serra i Rafols quien inicie la primera de las campañas de excavaciones en esta casa. A estas primeras intervenciones le suceden varias más dirigidas entre otros por A. Marcos Pous, J. Álvarez y Sáenz de Buruaga o E. García Sandoval. Por la magnitud de los restos excavados estaríamos frente a una vivienda de proporciones llamativamente grandes. Una cuestión que no deja indiferente tanto a investigadores como a los propios visitantes. Algunos de los pavimentos de mosaico, que se exponen en la colección permanente del Museo Nacional de Arte Romano dan cuenta de estos grandes salones, una constante en algunas de las domus descubiertas en Mérida y fechados en torno a los siglos III-IV d C. El deterioro de algunas estructuras, junto con los pavimentos y restos pictóricos conservados, hacía necesario un plan especial para preservarlos, tanto por las condiciones atmosféricas como también por el propio impacto turístico, que repercutió muy negativamente en el conjunto. Su cierre, hace ahora 10 años, ha permitido adecuar el yacimiento mediante la cubrición de la casi totalidad de las estructuras descubiertas [1], siendo reintegradas tanto pinturas murales o los magníficos mosaicos descubiertos.
La estructuración de la vivienda (siglos II-III) gira en torno al peristilo, en torno al cual se disponen las habitaciones y salas con proporciones muy desiguales. Conserva parte del espacio dedicado a la cocina, que incluye un pequeño horno para la cocción del pan (fig. 2), restos de molederas, etc. Igualmente interesante es el complejo termal adaptado a la orografía del terreno, quedando en una zona más elevada que la propia vivienda. Los mosaicos están presentes en gran parte de las estancias, incluidos los pasillos junto al peristilo (fig. 3). Gran parte de estos son de estilo geométrico, con una gama cromática muy homogénea, que serían ejecutados muy posiblemente por un solo taller, dada la similitud en las composiciones. Destaca el conocido como “Salón del Otoño” con emblema que representa la pisa de la uva (fig. 4), dentro de una profusa decoración de ramas de vid y amorcillos vendimiadores. Otro emblema a destacar es el de Venus junto a Cupido en un diseño muy elegante, que combina las composiciones vegetales con aves. Bajo una pasarela de cristal podemos apreciar otro diseño que alterna medallones de especies marinas (delfín, morena, etc.) (fig. 6) con sogueados y motivos romboidales. Nos sorprenden igualmente dos pavimentos más cuyo motivo central lo constituyen dos grandes círculos compuestos de rombos, que a la vista, crean un efecto de movimiento continuo (fig. 5).
A escasos metros de la vivienda encontramos los restos de un imponente mausoleo que incluye en su interior varios enterramientos. Sorprende el grosor de sus sólidos contrafuertes, dispuestos para la sustentación de la desaparecida bóveda. Es conocido como el “mausoleo del dintel de los ríos” (fig. 7), al hallarse el dintel de mármol que jalonaría la puerta de entrada al edificio. Esta pieza constituye uno de los documentos más importantes de los últimos tiempos. Flanqueando la cartela con el epígrafe funerario, se encuentran dos figuras masculinas que son la personificación del río Ana (Guadiana), en este caso representado como un anciano barbado. A la derecha se sitúa la segunda figura, mucho más joven, bajo el texto Barraeca (Albarregas) afluente del Guadiana que discurre por la ciudad de Mérida.
NOTA:
[1] El conjunto arqueológico ha sido inaugurado el pasado día 19 de Junio de 2020.