«LA CATALINA ERA, CON PERDÓN, UN PENDÓN DONDE LAS HUBIERA» • POLO DE MEDINA INMORTALIZÓ A UNA TAN CÉLEBRE COMO SUPUESTA PROSTITUTA PARA COMPONER EL PRIMER CALLEJERO MURCIANO
Ene 16 2017

POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA

DOCU_VERDAD

Hubo muchas cuyos nombres registran las crónicas. Pero quizá ninguna fue inmortalizada por pluma más genial. Otra cosa es que existiera aquella célebre Catalina, conocida como ‘La Embustera’, prostituta de la Murcia de comienzos del siglo XVI y que Polo de Medina utilizó para escribir el primero y más escueto callejero que se conserva en la historia de la ciudad. Tan escueto es que apenas conforma un romance.

Salvador Jacinto Polo de Medina (1603-1676), que no sobrará el anotarlo, nació y estudió en la capital del Segura, en el seminario de San Fulgencio, y se convirtió en uno de los discípulos más queridos del Licenciado Cascales. Pero no haría carrera en esta Región ni tampoco, como ya entonces era costumbre, lo recordarían siquiera.

Polo de Medina marchó a Madrid, donde cultivó la literatura humorística de Góngora y Quevedo. Allí publicaría ‘Academias del jardín’, obra que recuerda las tertulias que mantuvo el autor en el palacio de los marqueses de Espinardo, y ‘El buen humor de las musas’, libro en el que incluyó el texto que hoy nos detiene.

El romance de Catalina, en realidad, está dedicado por Polo de Medina ‘A las calles de Murcia’. Así que, utilizando la vida de esta supuesta y afamada meretriz, el autor propone un recorrido por aquellas vías más populares y conocidas de su época. Así, el autor cita la Puerta del Sol, apertura de la remota muralla que estuvo en la actual Glorieta, o el Molino del Amor y la posada del León, ambos lugares que existieron. Aunque quizá se refería el autor a otro molino, habida cuenta de que el actual está y estaba bastante alejado de la ciudad que describiera el autor.

La obra así empieza: «Catalina la embustera, la que en Murcia mereció, nombre de linda su cara, de falsa su condición. La que por su gran belleza, vivió en la Puerta del Sol, y en la plazuela de Gracia, por las gracias de su humor».

Ismael Galiana, en su obra ‘Insólita Murcia’ y en fecha más reciente, refería la historia de esta mujer, a quien consideraba un personaje histórico, y destacaba que mantuvo una casa en la calle Baraundillo, «en donde abrió sus puertas contemporáneamente la famosa casa de lenocinio de la Tina. De ésta y de sus pupilas decía el ilustre caminante y fornicador Camilo José Cela, que eran gentes respetables y de mucha confianza».

María Adela Díaz Parraga también dedica un capítulo de su obra ‘Mujeres para un romance’ a la misteriosa murciana Catalina. La autora se pregunta si acaso algún juglar de la época le dedicaría «algún pliego de cordel, algún romance de ciegos, que luego se cantaría por toda la calle de Bodegones y en las plazuelas de la ciudad». Además, María Adela apunta que «la Catalina era, con perdón, pendón donde las hubiera».

De fregona a acaudalada

Como señala la investigadora, la mancebía ocupaba en aquella Murcia del siglo XVI «la Arrixaca nueva, es decir, la colación de San Miguel que llamaban, a la vera de la Casa de la Compañía» de Jesús, institución a la que dieron no pocos disgustos.

Sin citar fuentes, Díaz Párraga mantiene que Catalina era hija de una familia establecida en la plaza de Los Gatos y, aunque comenzó a trabajar como fregona, tanta era su belleza que pronto supo cómo darle a su cuerpo utilidad más allá de la escoba. Pronto adquirió gran fama en aquella antigua Murcia, tanto por su hermosura, que le permitió despuntar entre cuantas se dedicaban a la prostitución, como por lo astuta, lo que le valió para siempre el mote de ‘La Embustera’.

Tiempo después consiguió engatusar a un indiano, de no muy alta cuna pero sí gran fortuna. Se llamaba Cosme. Catalina le contó entre lágrimas que unos piratas, aun siendo ella una niña, la raptaron de su hogar para trasladarla a África, donde la obligaron a casarse con un moro.

Después de mil peripecias -tantas como imaginaba ‘La Embustera’ a medida que hablaba- logró retornar a Murcia, aunque su familia la despreció por aquel casamiento. Total: que don Cosme, como ya se veía venir, le puso una casa, según Díaz Párraga, en el Cantón del Cabrito, otra de las calles que menciona Polo de Medina cuando se refiere al indiano: «Y al que más franco la sirve, y con más lealtad la amó, en el cantón del Cabrito, la da por manso, mansión». Tela.

Catalina, ya acomodada, en lugar de aquietarse, que hubiera sido lo suyo, pronto volvió a las andadas puteriles, en esa ocasión con la ayuda de una alcahueta, de nombre ‘La Pedigüeña’. Así que don Cosme le recriminó su conducta y ella lo echó a patadas de la casa. Poco habría de durarle a la mujer su fortuna y acabó, según la tradición, pobre como una rata.

Vivió en La Pellejería

Aunque antes, como escribió Polo de Medina, «junto a los Descabezados me dicen que se mudó», lo que prueba la existencia de esta calle que recuerda el legendario crimen pasional que sucedió entre los muros de un imponente palacete que fue derruido en 1832. El romance así concluye: «Mas después de sus trabajos, para pasarlo mejor, vivió en la Pellejería, y en la Puridad bebió».

Fabulaciones al margen, bien merece la pena disfrutar del romance de Catalina en la excelente edición crítica que del genial murciano hiciera en 1987 el catedrático Francisco Javier Díez de Revenga ‘Poesía. Hospital de incurables’.

Díez de Revenga, aparte de aportar indispensables estudios para comprender la obra del literato, incluso logró encontrar en Barcelona la edición príncipe del ‘Hospital de incurables’», impresa en 1633 en Orihuela y en cuyo prólogo lamentaba Polo de Medina que en su patria no lo habían ayudado a publicar. Tiene el lamento, como convendrán muchos autores contemporáneos, una actualidad inquietante.

Fuente: http://www.laverdad.es/

Add your Comment

Calendario

noviembre 2024
L M X J V S D
 123
45678910
11121314151617
18192021222324
252627282930  

Archivos

UN PORTAL QUE CONTINÚA ABIERTO A TODO EL MUNDO