POR SANTOS BENÍTEZ FLORIANO, CRONISTA OFICIAL DE LA CIUDAD DE CÁCERES.
En esta época otoñal en la que estamos inmersos, en plena temporada de caza, no estaría de más recordar que el sector cinegético es uno de los motores de la economía en muchas zonas rurales cacereñas. Cifras oficiales hablan de que el sector en Extremadura en la última temporada entre los meses de Octubre y Marzo movió alrededor de 400 milones de euros, con unos 90.000 jornales y más de 15.000 personas que nos visitaron para disfrutar del turismo cinegético.
Pero en este artículo vamos a retroceder unos siglos en la máquina del tiempo y reseñar cómo era la caza en el Cáceres medieval. En primer lugar, decir que era una actividad económica importante ya que completaba la riqueza que aportaban los principales sectores económicos de la agricultura y la ganadería.
La caza se desarrolló en aquella época para completar la dieta alimenticia de los cacereños, como negocio y como afición para llenar el ocio y tiempo libre de la nobleza.
Los nobles cazaban además para alimentar a sus familias y a sus hombres. En la Edad Media había poco ganado vacuno, se consumía mucha carne de cerdo y se hacía necesario la caza del jabalí, del ciervo, del corzo, etc.
Con cierta frecuencia los agricultores se quejaron de que algunos animales que se consideraban alimañas destrozaban sus cosechas y entonces se dictaron leyes para estimular la caza de algunos animales, como los lobos, jabalíes, etc. que infringían graves daños a la agricultura medieval.
Siguiendo a Floriano Cumbreño podemos señalar que en Cáceres al disponer de un terreno bravío y cubierto de monte y maleza, la caza era muy abundante y se realizaba para la subsistencia.
En el Fuero de Cáceres, concedido por Alfonso IX, se habla de «Caza» como aprehensión de animales terrestres que viven en estado salvaje para aprovechamiento de sus carnes y de sus pieles.
Esta actividad abarcaba dos modalidades: la caza menor, de animales pequeños como el conejo, la liebre, la perdiz, la paloma bravía o la paloma torcaz y la caza mayor o montería, que en los textos aparece como «ir a monte». A la cetrería o caza de volatería se la consideraba un tipo de caza menor.
A los animales pequeños se les cazaba con trampas («paranzas» o «madijos»), o bien al salto, por medio de perros. El Fuero cita entre los armadijos, la «lína» (lazos con alambres), el «cepiello» (cepos o perchas) y la «losa» (trampas con piedras llanas basculantes).
La caza al salto o con perros se hacía con el «sauuoso» o sabueso, el «can rostro», el «carauo», el podenco y el galgo, estos dos últimos muy apreciados y se señalaban penas para los que les matasen o dejaran en mal estado.
De la caza mayor se nombra al venado, al jabalí y varios tipos de cérvidos. Los venados se cazaban con ayuda de perros y con trampas. Se utilizaban los podencos y los «alanos» que rodeaban la pieza hasta que llegaban los cazadores y los remataban con cuchillos y lanzas.
La cetrería era muy practicada y se prohibía a los forasteros prender en el término de Cáceres azores, halcones o gavilanes y si alguien mataba aves ya adiestradas para la caza, los Alcaldes, los Sex, poco después llamados regidores y que eran como nuestros actuales concejales y los Hombres Buenos, debían investigar la calidad del ave y de sus condiciones de adiestramiento para tasarla y obligar al matador a pagar su precio.