LA CAZA MAYOR EN EXTREMADURA (TERCERA PARTE )
Nov 06 2023

POR VICTOR GUERRERO CABANILLAS, CRONISTA OFICIAL DE ESPARRAGOSA DE LARES (BADAJOZ)

El rey Don Juan y la infanta Alicia de Borbón-Parma

Rehala

La caza fue la primera de las actividades que el hombre y el perro llevaron a cabo juntos. Los abundantes despojos cárnicos derivados de la caza y muerte de grandes animales –renos y équidos salvajes- precipitaron la alianza y domesticación de los cánidos venidos del lobo. A lo largo de los siglos el hombre fue seleccionando al perro para adecuarle a sus intereses hasta la actualidad.

La rehala está formada por un grupo de perros de distintas razas, entrenados para la caza mayor. La componen entre doce a catorce colleras–en Extremadura entre 20 a 30 ejemplaresbajo el dominio y la guía de un hombre experto a quien se conoce como perrero, el cual puede ser titular dueño de la jauría. O no, en cuyo caso actúa como un mero prestador de servicios por cuenta del rehalero dueño de los perros. A cambio de dicha prestación, capital para el desarrollo de la montería, el perrero en su caso o el dueño de la rehala reciben uno o más puestos de invitación, según el valor cinegético de la mancha, que en el primer caso suelen vender en el mercado.

La nobleza y las clases pudientes solían ser los dueños de rehala hasta el siglo pasado. Disponer de una rehala franqueabaal titular las puertas de muchas fincas que ni el dinero ni las influencias podían remover. Los dueños de fincas que se invitaban entre sí raramente dejaban resquicios para colarse en sus círculos muy cerrados e impermeables. Pero la aparición del mercado cinegético rompió con el status quo. La montería por invitación pasó a ser una montería comercial, abierta a todos los cazadores pudientes y los dueños de rehalas empezaron a ser perreros que dedicaban su rehala a la caza mediante el pago de un estipendio o su valor en puestos de caza.

La base de la rehala de caza mayor suele estar formada por un grupo mayoritario de podencos andaluces de talla grande y pelo duro, frecuentemente de genealogía incierta, a los que se suman dos a cuatro dogos, alanos, mastines cruzados o presa canario o de morfología y carácter afín y una collera o dos de perros punteros de vanguardia, con la delicada función trascendental de localizar y desencamar la caza. Encontrar la caza, emitir los ladridos de alerta,  acosarla contra las armadas y, a veces, sujetarla con la ayuda de los perros de presa para darle muerte a cuchillo, son los momentos estelares. La rehala es el fundamento de la montería. A los perros se les exigía oficio y sociabilidad, afición, olfato, tesón, valentía y dicha o ladra.

Sin embargo los podencos son muy poco tolerantes al esfuerzo, razón por la que se acudió poco a poco a un cruce de podenco con mastín leonés extremeño. Para mejorar su capacidad para el rastreo de las reses, el marqués de Valdueza introdujo en su grupo étnico canino el cruce de podenco con mastín, a los que, para mejorar su dicha y olfato, añadió sangre de grifón. Estos perros de talla grande, y pelaje blanco y duro, de gran prestancia, se muestran siempre muy activos, de mucho coraje. Son de aspecto rústico, pero de mucha presencia, con pelo blanquecino, dotados de gran olfato al viento y de rastro y de un ladrido potente. Durante un tiempo inicial estuvieron criándose en la finca Azagala de Extremadura de donde fueron trasladados a Piedrabuena (Ciudad Real).

Estos perros valdueza son el producto de más de 70 años de rigurosa selección iniciada por el entonces titular nobiliario Alonso Álvarez de Toledo y Cabeza de Vaca en los años cuarenta del siglo pasado,–quien contrató los servicios del excepcional perrero Pedro Castro, Periquillo-. La labor fue continuada por su hijo, Alonso Álvarez de Toledo, el actual marqués de Valdueza, hasta el día de hoy. Se trata de perros adaptados a los suelos duros y pedregosos de las sierras de Extremadura, Montes de Toledo y Sierra Morena; homogéneos y de carácter similar, es
decir conformando una nueva raza española de un biotipo estable con unas análogas morfología y funcionalidad. Poseen el poderío del mastín, la viveza del podenco campanero y el olfato, la habilidad rastreadora y la dicha del grifón. Han pasado pues de formar un grupo étnico a ser una raza pura canina española (Orden AFA/698/2020 del 21 de julio, actualizada en un anexo del Real Decreto 558/ 2001 de 25 de mayo), emblemática y muy icónica en los montes y sierras de Extremadura.

Parecido color blanco tuvieron los perros de la famosa rehala de la duquesa de Montellano, Hilda Fernández de Córdoba y Mariátegui, que disponían de asiento en la finca Valero, lindante con los montes de Monfragüe. Sus perreros monteaban a caballo monte, pero no importaba que fueran de padres desconocidos y de incierta genealogía. Era espectacular el remate con todos sus perros en el puesto, ocupado por la duquesa al final y como colofón de la montería que cada año se celebraba en los montes de la umbría del actual Coto Regional de Caza de Matallana (Alía);
lindante al norte con la finca Castañarejo de Juan Lladó, con quien tuve la fortuna de compartir espléndidas jornadas en las cumbres de las Villuercas.

La afición del uno y de la otra tuvo que ver sin duda con las influencias de la campera ejemplar y gran amante de los perros la Infanta Alicia de Borbón-Parma. Tía del rey Juan Carlos I, la mujer que pudo reinar en España. Vivió en su finca La Toledana, cerca de Retuerta de Bullaque en los Montes de Toledo. El lugar fue durante muchos años el punto de reunión de la alta sociedad y de la realeza europea aficionada a la montería española, una modalidad de caza mayor que solo se practicaba en España.

Entonces, la asistencia y participación en las monterías requería una rigurosa invitación. La Infanta fue una gran amante del campo, de los perros de caza y de la montería. Hasta el día de hoy, fue la única mujer en poder de un ejemplar de las diez especies de la fauna cinegética española. No había una finca en los enclaves territoriales de oledo, Ciudad Real y Extremadura, que se preciara como coto de caza mayor, que no tuviera el que se llamaba puesto de la Infanta, generalmente un sopié de la traviesa principal que nadie podía ocupar. Introdujo en España razas de perro como el teckel, drathaars y sabueso de Babiera, algunos inseparables ya de las monterías y cuya vista en el campo ya nos resulta familiar.

Otro grupo étnico que adquirió pronta popularidad y reputación fue el de los llamados perros naveños. Provienen del corazón de las Villuercas, una pintoresca villa, Navatrasierra, de donde les vino el nombre. Primero buscaron el cruce de podenco y mastín, que abandonaron por el del pointer con podenco, al que refinaron con un nuevo cruce con azul de Gascoña; de talla mediana para conseguir un  biotipo estable no muy grande, de pelo blanco con manchas negras, muy polivalente, sociable, con muy buenos olfato y dicha. Muy cabezones y valientes forman grandes ladras tras los jabalíes y ciervos, entrando con ímpetu a los agarres.

FUENTE : file:///C:/Users/ipuna/Downloads/Dialnet-LaCazaMayorEnExtremadura-9142127.pdf

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