POR CARLOS SANTIAGO, DE LA ASOCIACIÓN DE CRONISTAS MUNICIPALES DEL ESTADO DE DURANGO (MÉXICO)
La investigadora Elsa Malvido, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), aseguró que la celebración del Día de Muertos no tiene origen en una práctica prehispánica, como se nos ha hecho creer, sino que proviene de la tradición católica europea.
Elsa Malvido (falleció en 2009), quien colaboró en la Dirección de Estudios Históricos del INAH, indicó que los intelectuales de los años 30 fueron quienes inventaron la leyenda de que la Celebración de Muertos tenía origen prehispánico, ya que existe evidencia de que los escritores mexicanos de 1800, como Ignacio Manuel Altamirano y Antonio García Cubas, tenían mucho más claro el origen de este fenómeno.
De acuerdo con la historiadora, las costumbres de las fiestas de Día de Muertos provienen la Europa medieval, son tradiciones católicas, profundamente jesuitas, y están basadas, incluso, en la cultura romana.
“De ninguna manera, como se nos quiere hacer creer, representan resabios de la cultura indígena mexicana”, afirmaba la historiadora en un comunicado difundido por el INAH.
La investigadora explicó que fue el Abad de Cluny, en la Francia del siglo X, quien decidió dedicar el día 2 de noviembre a la celebración en honor de los Macabeos ? familia de patriotas judíos reconocidos como mártires en el santoral católico; y que, además, consagró el día anterior, 1° de noviembre, para la conmemoración de los santos y mártires anónimos, quienes no poseen nombre, apellido, ni festividad en el calendario ritual católico.
Asimismo, según las indagaciones de la historiadora, los elementos que integran actualmente la Ofrenda de Muertos tienen origen en las reliquias medievales, mismas que eran consideradas como intermediarias del hombre ante Dios, ya que, en aquellas épocas, era posible “negociar” clemencia para evitar que el alma de los fallecidos fuera castigada duramente.
“Es por ello que en México, mientras los indios eran enterrados en el atrio de las iglesias, la parte más barata, los acaudalados eran inhumados cerca del altar mayor del ara, para asegurar la intercesión divina para la salvación de su alma”, indicó.
Debido a la “negociación” del perdón para las almas, durante la fiesta de Todos Santos, los católicos recorrían la mayor cantidad posible de altares, iglesia por iglesia, para ganar indulgencias; anotando cuántas reliquias visitaban para calcular los años de perdón que habían obtenido. Antes de entrar al punto final, la Catedral Metropolitana, los feligreses compraban un pan o un dulce de azúcar, con forma de reliquia, mismos que el cura bendecía y que finalmente colocaban en su casa, en una mesa junto con el santo familiar y frutas variadas.
Asimismo, Malvido aclaró que la costumbre de la velación de los muertos tampoco es una celebración prehispánica y argumenta que los fieles solían velar el cuerpo de Cristo el día en que fue crucificado; lo mismo que hacían con sus familiares fallecidos el día en que los enterraban y el día de los Fieles Difuntos.
De esta manera, cuando las Leyes de Reforma retiraron los panteones de las iglesias y los volvieron cementerios civiles, la tradición y la verbena se trasladaron a dichos sitios.
“La tradición comenzó en las tumbas de los ricos, que eran vestidas con encajes y mantones, adornados con porta velas y candelabros de oro y plata. Durante la noche, los criados permanecían ahí para custodiar las tumbas. La gente acudía a los panteones a visitar estas tumbas adornadas y a pasear a sus hijas vestidas elegantemente, para buscarles marido bien acomodado; luego, cada quien comenzó a adornar, de acuerdo a sus posibilidades sus propias tumbas familiares. De ahí comenzó la tradición de visitar y pernoctar en los panteones la noche del día primero de noviembre”, concluyó.
Desde hace 25 años, la doctora Malvido fundó el Taller de Estudios sobre la Muerte, el cual realizaba conferencias. Ella falleció en el 2009.