SE CUMPLEN AHORA 25 AÑOS DEL CIERRE DE LA FÁBRICA DE YUTE (DOS HERMANAS)
El yute es una planta tropical de la que se extrae una fibra textil que se emplea fundamentalmente para sacos, embalajes o cordeles. Su tratado y elaboración fue durante décadas el sustento de muchas familias de Dos Hermanas y de otras tantas venidas de fuera, que trabajaron en la fábrica que producía estos telares hasta que en 1989, hace ahora 25 años, cerró sus puertas definitivamente. Hoy, una gran chimenea de más de 30 metros de altura y 10 de diámetro constituye el recuerdo más vivo de lo que en su día fue la fábrica por excelencia de Dos Hermanas.
El barrio de San José o el majestuoso Palacio de Alpériz tuvieron su origen en el esplendor de esta fábrica que se instaló en Dos Hermanas en torno a 1870 de la mano de Manuel Alpériz Bustamante, en unos terrenos entonces conocidos como «Hoyo del Negro» en la carretera de Dos Hermanas a Alcalá de Guadaíra, según recoge el cronista oficial de la ciudad nazarena, Pedro Sánchez Núñez, en un artículo publicado en 1992 en la Revista de Feria.
Una estratégica ubicación en las inmediaciones de Dos Hermanas –hoy a escasos minutos del centro histórico- que permitía potenciar el tráfico ferroviario, con el tren pasando al lado, y daba la oportunidad de incorporar una zona de expansión para albergar a los obreros que llegaban de fuera construyendo un nuevo barrio para acogerlos.
La fábrica llegó a tener más de 1.000 trabajadores, por lo que no estuvo exenta de conflictos laborales a lo largo de su andadura, y durante mucho tiempo fue la principal industria de la ciudad, amén de los almacenes de aceitunas que también empezaban a consolidar una economía emergente en Dos Hermanas.
25.000 sacos diarios
En el recuerdo de muchos nazarenos se mantiene aún intacto el devenir de esta fábrica que llegó a producir en sus mejores años unos 25.000 sacos diarios que se exportaban a Argelia, Túnez y Pakistán, mientras que la hilatura se vendía principalmente en La Rioja, País Vasco y Levante. La materia prima provenía de China y La India para ser tratada en la fábrica de Dos Hermanas a través de un laborioso proceso que se fue mecanizando cada vez más, lo que postergó a un segundo plano la mano de obra de los trabajadores y provocó, por tanto, la consecuente disminución de la plantilla.
Pero la fábrica fue mucho más que producciones de sacos. Con ella, vino una época de esplendor al municipio que experimentó un notable crecimiento con la llegada de trabajadores de otros pueblos. Estos acabaron instalándose en Dos Hermanas, en la recién construida barriada de San José –hoy extinta- durante la época en la que la fábrica pertenecía a José Lissén Hidalgo, cuyo dueño dio nombre en 1919 a la calle donde se ubicaba la industria bajo la denominación de avenida de Lissén.
Anteriormente, con sus propietarios originarios, el matrimonio Alpériz, se levantó a principios del siglo XX el palacio que lleva su nombre en este mismo entorno de la fábrica como residencia de la familia. Un edificio de estilo neomudéjar y jardines de estilo regionalista, que acoge actualmente el Hogar del Pensionista y que constituye uno de los monumentos históricos más importantes de Dos Hermanas que se conservan.
Dos incendios
La actividad se suspendió en la fábrica a partir de 1927 cuando un incendio destruyó gran parte de las instalaciones. El periódico ABC lo contaba así el 12 de julio de aquel año: «la fábrica de hilados de yute del pueblo de Dos Hermanas ha sido destruida, en su mayor parte, por un incendio durante la madrugada anterior. Dicha fábrica ocupaba 25.000 metros cuadrados de extensión y se calculan las pérdidas en más de dos millones de pesetas. El siniestro crea una angustiosa situación a las familias que trabajaban en la fábrica. Se ignoran las causas que originaron el fuego. Éste inutilizó la instalación telefónica, retrasando los primeros avisos. Entonces se hizo sonar la sirena de la fábrica y tocaron las campanas de la iglesia de Santa María Magdalena».
El Ayuntamiento medió en aquella época para conseguir reanudar la actividad, pero no fue hasta el estallido de la Guerra Civil cuando la fábrica volvió a tener movimiento. Según narra Pedro Sánchez en un artículo recogido en la Revista de Feria de 1992, en enero de 1937 Queipo de Llano reabrió la fábrica, bajo el nombre de J. Juanals, para «atender las necesidades de suministro de sacos para las trincheras y para el transporte de aprovisionamiento».
Sin embargo, el destino le deparaba a esta fábrica un nuevo suceso que marcaría su devenir. En 1962, otra vez, el fuego asolaba las instalaciones cuando era su propietario Salvador Guardiola Fantoni. A raíz de este incendio se modernizaron las máquinas y llegó el capital francés. Luego vendrían otros dueños, la Cooperativa de Alfombreros de Crevillente y la Industria Hilatura del Sur hasta su cierre definitivo hace ahora ya 25 años.