POR LEOCADIO REDONDO ESPINA, CRONISTA OFICIAL DE NAVA (ASTURIAS).
Fue en la mañana del domingo 25 de junio cuando recibí la llamada de Alfonso Rodríguez, para plantearme la posibilidad de colaborar con la publicación que se editará sobre el asunto del epígrafe, de modo que, para empezar, debo agradecer sinceramente la oportunidad que se me brinda, pues, siendo como soy hijo de la parroquia, es para mí todo un honor.
La Cofradía del Carmen.1723.
Invitación que intentaré cumplir con las líneas urgentes y mal pergeñadas que siguen a continuación, tomando del Álbum gráfico-literario editado en 1953 con motivo de la llegada a Ceceda de la nueva imagen de la Virgen, lo que aparece publicado sobre el particular.
“Era allá por el año de 1723 cuando en la parroquia de Ceceda se fundó la Fiesta del Carmen, siendo entonces párroco de la misma don Domingo Ramos, que como delegado de la Orden Carmelitana, presidió la reunión que a tal efecto se celebrara a primeros del mes de junio. En el libro fundacional que todavía se conserva, se establecían las normas a las que dicha festividad habría de ajustarse, tanto en lo referente a la fecha de su celebración como a los cultos que habrían de constituirla”.
Y por las Ordenanzas del citado libro fundacional sabemos que la constitución de la Cofradia, fechada el 12 de Junio de 1723, se hace “a maioir gloria, honra, culto y veneración denxa Señora La Santísima Virgen María Madre de Dios del Carmen”.
Que la pertenencia a la Cofradía estará “abierta a cualquiera persona de cualquiera calidad, estado y condición”.
Y se dispone “que se zelebre con toda solemnidad cada año del día diez y seis de Julio o el domingo siguiente, y si se pudiese ambos días, la fiesta de Nuestra Señora del Carmen con Vísperas, prozesión, misa y sermón”
Fiesta que, en la medida de lo posible, se viene haciendo desde entonces, por lo que está firmemente arraigada en la memoria colectiva de todos los escabecheros, al igual que en la de muchos asturianos.
Y que el eco de la romería de Ceceda persiste en la gente lo compruebo todavía hoy, pues cuando en algún pueblo me preguntan de dónde soy, y respondo que nací en Ceceda, me suelen decir: “Ya. En la parroquia del Carmen de Ceceda”. Y tengo que explicar que el Carmen es la fiesta, que se celebra en julio, pero que el patrono parroquial es San Miguel.
La llegada de la Virgen del Carmen, 1953.
Contaba yo seis años, vivía en El Tropel y había visto el enramado arco de triunfo que se había instalado en el comienzo del carreterín, para hacer los honores a la tan esperada llegada de la Virgen a Ceceda. El acontecimiento mantenía expectante a todo el mundo y, como el arco me había gustado, tenía muchas ganas de acudir a la celebración, pero lo cierto fue que llegó el día y no hubo nadie que me llevara, y tampoco me dejaron ir solo. Y también recuerdo que mi disgusto se atenuó, al menos, porque Visita me llevó hasta los prados del Cantu de Ali y, desde aquella elevación, que facilita una amplia vista panorámica, ambos pudimos contemplar el movimiento de la gente que se acumulaba delante de la casa de Ángel el de la Xica, y luego, con la música de la banda y el restallar de los voladores, la lenta y ceremoniosa subida de la numerosa comitiva por el carreterín, hasta que la perdimos de vista en la curva del chalet de la familia Barro. Ocurría esto el jueves 14 de mayo de 1953.
(Visitación Suárez, que estaba soltera, era hermana de José Antonio, de Ceceda, y tía de Miguel Ángel y de Jesús Luis, que vivía con ella en Grandiella, en la casa que seguía a la de Servanda y Rodrigo. Y, en cuanto a la banda, me tienen contado que sus componentes se “guardaron” en la estación, para, en el momento oportuno, salir desde allí tocando, buscando causar, de ese modo, la sorpresa correspondiente).
Pude aproximarme a la ilusión y a las emociones que suscitó el acontecimiento religioso en las gentes de Ceceda releyendo el álbum editado posteriormente, que recoge con detalle gráfico y textos impregnados de lirismo y exaltación mariana lo que significó para el pueblo la llegada, desde Buenos Aires, de la imagen de Nuestra Señora del Carmen,
Entresaco pues del emotivo conjunto de textos del citado porfolio algunos párrafos, como el que sigue:
“Rendido de emoción y gratitud inmensa antes tus plantas amorosas está hoy como lo estará siempre el pueblo de Ceceda al recibir la imagen soberana de tu celestial advocación que peregrina de Continentes y de Mares viene a ocupar el trono parroquial que un día te dedicaran la fe y santas costumbres de nuestros mayores.”
Más adelante, y bajo el título “Emotividad y Oración” comienza así una crónica que sería publicada en La Nueva España:
“Esta ha sido la característica de la jornada celebrada el jueves de la Ascensión en el pueblo de Ceceda, con motivo de la entrada triunfal de la nueva imagen de Nuestra Señora del Carmen, patrona desde hace 230 años en dicha parroquia, y que sus hijos residentes en la República Argentina han enviado por las rutas de mar, ornada de atributos preciosos”.
Y, ciertamente, se trata de una obra primorosa, una imagen bellísima que pone de manifiesto la alta calidad artística de su autor, el escultor Leo Moroder, nacido en Ortise, Tirol, en 1899, y muy valorado en la República Argentina, al que también se elogia y felicita en la publicación.
A continuación, bajo el título ¡Hermosa Gesta!, encuentro lo siguiente:
“Agotaríamos seguramente todos los diccionarios del mundo antes de encontrar palabras tan expresivas como aquellas lágrimas que por influjo de la alegría y fuerte emoción, todos o casi todos derramaron, y los que a duras penas, los más valientes –digámoslo así- pudieron contenerlas en sus ojos, de “facer pucheros”, “empapiellar” o del “ñudu” en la garganta, ni los más fuertes se libraron de ello, y es que el desbordamiento de las lágrimas motivado por una fuerte emoción cuando vibran al unísono todos los sentimientos del alma de un pueblo que rinde culto a aquello que lleva tan adentrado en ella, y que hace latir los corazones a impulso de las más gratas sensaciones, es incontenible, y sus efectos se traslucen clara y meridianamente en una mezcla de risas y llantos, cantos y rezos, vivas y ovaciones, como guirnalda entretejida con los más entrañables afectos de la vida, que para el pueblo de Ceceda es su Virgen del Carmelo.
¡Hermosa gesta!, repetimos. ¡Día inolvidable que quedará para siempre grabado con caracteres indelebles en el corazón de los habitantes de este pueblo tan querido, remanso de paz, rincón paradisíaco!”.
Era párroco de Ceceda D. Manuel Rodríguez Calzón, somedano del pueblo de Valcárcel, como somedano es también, pero del de Clavillas, el que fue hasta hace poco nuestro pastor, el estimado D. Diego Riesco Riesco.
Voy acabando este recorrido reproduciendo un texto que me parece que viene como anillo al dedo en el momento presente. Dice:
“Por eso al terminar este reportaje de exaltación, queremos que sus últimas palabras sean un vivo pregón para la promoción juvenil de hoy, diciéndoles:
La pauta de nuestra Fiesta Mayor, está trazada desde hace 230 años y el prestigio y la historia de Ceceda exigen ahora de vosotros el deber y la responsabilidad de ser dignos y auténticos mantenedores, como igualmente lo exige el gesto de este puñado de devotos de la Virgen y amantes de su fiesta que laboran allá en las lejanas márgenes del Plata con el pensamiento todo puesto en el terruño querido, donde vieran la luz primera. Pero antes que nadie, lo exige también nuestra Santa Carmelitana, que desde el trono excelso preside la vida entera de sus hijos y escabecheros”
Loable y honroso propósito, cual es el de tomar el testigo y trabajar duro y con ilusión para mantener vivo el recuerdo tanto de nuestra historia como de nuestras tradiciones, como es, en este caso, la de celebrar los 300 años de la fundación de la Cofradía de la Virgen del Carmen, y los 70 de la llegada de su nueva imagen desde Buenos Aires.
Vaya pues mi sincera enhorabuena a la comisión organizadora en primer lugar, por su trabajo e implicación y, por extensión, a toda la parroquia de San Miguel de Ceceda.
FUENTE: El Tropel, Ceceda, 22.09.1946