EL 6 DE MAYO DE 1816, FUERON AHORCADOS EN LA PLAZA DE LA CEBADA DE MADRID EL GENERAL RAMÓN VICENTE RICHART Y EL SASTRE BALTASAR GUTIÉRREZ, ACUSADOS DE CONSPIRAR CONTRA LA VIDA DE FERNANDO VII SEGÚN JOSÉ FRANCISCO GIL
Sus cabezas, decapitadas tras la sentencia, fueron expuestas en la picota existente en el camino de Vicálvaro, lugar de paseo habitual de la aristocracia madrileña en la época. Estos fueron los hechos de la llamada Conspiración del triángulo.
Un grupo de masones, encabezados por el general valenciano Ramón Vicente Richart, un antiguo jefe guerrillero de la Guerra de la Independencia, no se le ocurrió otra cosa mejor que intentar secuestrar a Fernando VII para forzarle a reinstaurar el liberalismo y la Constitución de 1812. Como ya habían aprendido de otros intentos anteriores, protagonizados por otros sujetos, esta vez se decidieron por organizarse de forma triangular.
Eso quiere decir que, siguiendo la doctrina de la secta de los Illuminati, cada conspirador sólo conocería a otros dos y nadie podría sacarle ningún nombre más, aunque fuera bajo tortura, porque desconocía quiénes eran los demás. Así, se dice que formaban esta conspiración militares tan conocidos como Espoz y Mina, Rafael de Riego, Porlier, Lazy, etc. y hasta funcionarios de Palacio.
El plan inicial, consistente en el secuestro del rey, se desechó por ser demasiado arriesgado, así que pensaron en matarle directamente. El monarca tenía fama de ser muy campechano y, como buen Borbón, muy dado a las faldas ajenas. Solía irse de parranda, disfrazado para que no le conocieran, acompañado de un tal Perico Chamorro y del duque de Alagón que era el jefe de la Guardia de Corps.
Es preciso aclarar que el tal Chamorro no se llamaba así, sino que, cuando conoció al entonces príncipe de Asturias, era un simple aguador de los que acudían a llenar sus cacharros a la famosa Fuente del Berro, en Madrid, y al que conoció en los prostíbulos de Madrid. Su nombre real era Pedro Collado, natural de Colmenar Viejo y divertía mucho al rey, gracias a sus ocurrencias, propias del habla popular. En principio, fue contratado por el entonces príncipe, para que espiara al resto de los criados, pues no se fiaba de ninguno, ya que le habían llegado algunos avisos de que le querían envenenar.
Volviendo a las francachelas del rey, éste, por entonces, se había aficionado a ir a la casa de puntas de “Pepa, la malagueña “donde trabajaba una conocida prostituta llamada “Lola la Naranjera” o “La Tirabuzones“, sita en la calle del Ave María, de Madrid, cerca de la Puerta de Alcalá. Indudablemente debía ser una mujer de ‘tronío’, como se decía en la época para tanta insistencia del Felón por ir a visitarla. La idea de los conspiradores, era esperarlo allí y asesinarle.
Lo malo es que este plan, como otros muchos, falló, pues dos sargentos de la Armada, que habían sido fichados para el complot, no pudieron retener el secreto y fueron a contárselo al capitán Rafael Morales. Como Richart se enteró de que la conspiración había sido descubierta, sin saber quién los había traicionado, fue a avisar a estos dos sargentos para que huyeran.
Lo que ocurrió fue algo insólito, los dos sargentos detuvieron al general, a punta de pistola, y lo llevaron ante el capitán Morales. Como cabecillas de este complot, las autoridades detuvieron al general Richart , pues su apellido aparece de ambas formas, y a un tal Baltasar Gutiérrez, que algunos dicen que era barbero y otros, sastre. Junto a ellos fueron detenidos otros 50 sospechosos, que luego fueron puestos en libertad, por falta de pruebas. Estos dos individuos fueron juzgados y sentenciados a la pena de muerte por este intento de magnicidio.