POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA
La coronación canónica es uno de los ritos litúrgicos católicos, instituido en el siglo XVII e incorporado en el siglo XIX a la liturgia romana, usado para resaltar la devoción por una advocación mariana y consiste en la imposición de una corona o coronas al icono o imagen escogida, resaltando el carácter regio asignado por la doctrina católica a María como madre de Jesucristo, «Hijo de Dios» y «Rey mesiánico».
Como requisitos para su coronación la imagen debe de tener una antigüedad no menor de 50 años, poseer valor artístico y cuya historia se encuentre debidamente documentada, tener probada devoción, desde sus inicios hasta la actualidad; y haber una comprobación de los favores concedidos por dicha imagen y la transmisión de su culto.
En el mes de abril de 1965, accidentalmente se rompió la aureola que coronaba su cabeza. Desde el mismo momento de producirse aquel imprevisto, el cura párroco, Patrocinio Villagordo y Angelita Castell Mínguez, presidenta de la Congregación de Hijas y Siervas de María de Torrevieja, iniciaron una colecta popular en la que con pequeños donativos de miles de personas recaudaron el dinero suficiente para encargar una nueva corona para la Purísima. Compusieron la comisión pro-coronación de la Inmaculada Concepción: Además de Patrocinio Villagordo y Angelita Castell, el alcalde Martín Zurbano; Pepita Lafuente Guitart; María Mateo de Torregrosa; Inés Parodi de Mora; Joaquín Celdrán Parodi; Francisco Juárez Brotons; Jesús Ros Pérez; Pascual Ortiz Roche; José Gomez Velasco; José María López Dols; Tomás Valcárcel Deza; Carlos Soler; Jesús Villena Torres; Francisco Tevar; Antonio Blanco Sala; y Antonio Bernabeu Melgar. Siendo vocales todos los presidentes de las Hermandades de Torrevejenses Ausentes.
El 24 de abril de 1966, ya estaba en Torrevieja la nueva corona, realizada con arreglo al boceto original de Tomás Valcárcel, siendo expuesta en el templo parroquial. En aquel año fue compuesto el ‘Himno a la Purísima’ con letra de José Zaragoza y música de Manuel Parada; el poeta local César Mateo Cid compuso el soneto ‘La Coronación de la Purísima’; y Andrés Bejarano la composición ‘A la Purísima Concepción Patrona de Torrevieja en su Coronación Canónica’.
Torrevieja se engalanó el 29 de mayo de 1966 para celebrar la coronación canónica de la imagen de la Inmaculada Concepción, una excelente obra de arte tallada en 1940 por el escultor valenciano José Ponsoda. Se programaron procesiones, ofrendas, misas e incluso un castillo de fuegos artificiales. El corresponsal Paco Atienza publicó en el semanario local ‘Vista Alegre’ y en el diario ‘Información’ todos los detalles del evento.
El acto estuvo programado para el día domingo 29 de mayo de 1966 por la tarde, pero ya desde el día anterior, sábado, la población se llenó de torrevejenses ausentes, sobre todo en Alicante y Valencia ataviados con trajes regionales, y muchos simpatizantes de los pueblos vecinos. Ya el día antes llegó la dulzaina, llegó la ronda estudiantil del ‘Oratorio Festivo’ de Orihuela, creando todo un clima inconfundible de fiesta.
Al día siguiente, a las siete de la tarde comenzó la misa de la coronación, en el templete de la plaza de la iglesia, profusamente adornado. Allí se encontraban las autoridades locales, encabezadas por el alcalde Martín Zurbano, presidentes de las hermandades de torrevejenses ausentes y otros invitados. En el amplio recinto se fue reduciendo el espacio a medida que se acercaba el momento cumbre. Desde la ermita del Sagrado Corazón llegó una larga comitiva de fieles, al frente de dos misioneros. Fotógrafos profesionales y aficionados, captaban con sus cámaras, desde todos los ángulos el acontecimiento. El oriolano Fenoll Villegas, con su cámara de cine hizo un reportaje para Televisión Española y Radio Murcia desplazó sus equipos para informar a sus oyentes. Ofició la misa el cura arcipreste Patrocinio Villagordo ayudado por los seminaristas torrevejenses Antonio Pamies Andreu y José Carmona. También se hallaba revestido como asistente de ceremonia, el párroco de Crevillente, el también torrevejense Francisco Munuera.
Cuando llegó el obispo se le dispensó un recibimiento caluroso por parte de las autoridades y del público. Eran poco más de las siete y media. Aplausos, vítores, música… Al subir el prelado al templete, la banda de la Unión Musical Torrevejense interpretó la marcha de Infantes. Pablo Barrachina pronunció una plática calando hondas sus palabras a muchos de los allí reunidos. El silencio solo se rompió en el instante en que sus manos coronaron a la patrona torrevejense con la aureola conocida como ‘de los Barcos’.
Cientos de docenas de cohetes estallaron en el aire. Una ovación estruendosa con contrapunto de campanas al vuelo y de vítores y de suspiros, dieron carácter de apoteosis glorioso a la coronación.
Terminada la ceremonia la imagen fue depositada, en volandas, a la puerta del templo parroquial, escoltada por marineros torrevejenses de la Armada, a los que se le había concedido especial permiso ese día para estar allí. Y junto a la imagen desfiló todo el pueblo, ofrendándole flores, oraciones y no pocas lágrimas. La tensión emocional ese día tuvo muchas maneras de manifestarse.
Luego, en la noche, la procesión de las antorchas. Un espectáculo fervoroso, inusitado y único. Las apretadas filas de fieles, portando farolillos, avanzaron lentas hasta el paseo marítimo. La Purísima fue adelantada por entre las dos dobles filas de acompañantes hasta llegar al centro de la explanada. Una vez allí, las filas fueron desfilando en espiral alrededor de la imagen. Las luces del paseo estaban apagadas. Sólo cinco o seis mil antorchas iluminaban el recinto.
Después de ser disparado un artístico castillo de fuegos artificiales, la patrona, por la calle de la Concepción, fue paseada en hombros hasta su templo en donde se le cantó la salve marinera.
El pasado sábado, Torrevieja ha rememorado la efeméride del cincuentenario de la coronación de la Purísima. El obispo, Jesús Murgui, secundado por el arcipreste de Torrevieja Manuel Martínez Rocamora y una veintena de sacerdotes quien presidió los actos que se volvieron a repetir con toda solemnidad y un poco lluvia. ¿Quizás lágrimas de la Virgen que emocionada dejó caer desde el cielo?
Fuente: http://www.laverdad.es/