POR BERNARDO GARRIGÓS SIRVENT, CRONISTA OFICIAL DE XIXONA (ALICANTE)
La calle Nicolás Verdú es una calle que se encuentra al sureste de la población de Xixona y en la actualidad tiene la función de conectar la zona del barranc de la Font con el llamado barrio de María Verdú.
El proceso para la formación de la calle Nicolás Verdú fue largo y laborioso, puesto que arranca en el siglo XVII con la construcción del convento de Santa Ana y no finalizará hasta 1910, cuando se le dé el nombre a la calle.
El 1 de noviembre de 1607 tres monjas del monasterio de la Santa Faz de Alicante y tres novicias de Xixona fundaron el Convento de Santa Ana. El edificio se encontraba a extramuros de la villa hacia el este y muy cercano al camino de Relleu.
El convento se organizaba alrededor de un patio de forma cuadrada, en cuyo centro había una fuente. Excepto la fachada de la entrada principal, que poseía dos alturas, el resto del edificio sólo tenía una planta.
La iglesia se encontraba en el ala sur del convento. Tenía planta rectangular con una nave central y 4 capillas laterales a cada lado. La nave central era más alta que la zona donde estaban las capillas y se cubría con una bóveda de medio cañón. El crucero no era visible al exterior y se recubría con una especie de bóveda de crucería. El altar mayor se sitúa en la pared del sur. El tejado era a dos vertientes recubierto con tejas.
La fachada principal del convento miraba al oeste, pero seguía un eje norte-sur, que delimitaría el camino de Relleu.
Tras la desamortización de los bienes eclesiásticos realizada por el gobierno de Mendizábal en 1836 el edificio fue destinado por el Estado a hospital y a escuelas . Según Pascual Madoz el convento de monjas “se componía en 4 de julio de 1837, que fueron trasladadas a Concentaina, de 9 religiosas de coro y 2 legas”.
El hospital era una institución benéfica de origen medieval dedicada a la atención de los viajeros y transeúntes. En la edad moderna se hallaba en las proximidades del carrer Colomers, a los pies del castillo. El inmueble era más bien reducido y tenía anexa una ermita dedicada a San Ramón. Junto a él se edificó el matadero municipal. En abril de 1847 fueron derribados ambos edificios: “derruido juntamente con el antiguo Hospital, el matadero de esta ciudad por amenazar ruina ambos edificios”.
El Hospital fue trasladado al convento de Santa Ana, donde siguió realizando sus funciones hasta el 15 de enero de 1852, en que fue suprimido institucionalmente y sustituido por una nueva entidad, la Casa de Beneficencia. Esta organización continuó brindando sus servicios hasta 1865 cuando se decidió acondicionar el antiguo convento de Santa Ana como escuelas municipales, hasta la construcción del nuevo y flamante colegio Eloy Coloma al final de la Plaça a comienzos de la década de 1930.
Como hemos visto con anterioridad en abril de 1847 se derribó el antiguo matadero situado en las inmediaciones de la calle Colomers. El 10 de abril de ese mismo año el consistorio municipal aprobó la construcción de un nuevo matadero: “se puede edificar dicho matadero junto al exconvento de monjas extramuros de esta ciudad”. El lugar era perfecto, al lado del camino de Relleu, fuera del núcleo urbano y en una zona saludable: “se evitaría a la ciudad de los malos olores que este expediría si se edificase dentro de ella”.
Detrás de la casa matadero y del convento de Santa Ana hacía 1887 se construyó una plaza de toros: “También está en construcción en la misma plaza de las Monjas una buena Plaza de toros de propiedad de particulares”. La plaza tenía una forma completamente circular. Una descripción de la misma la hallamos en el libro Los Toros de la editorial Espasa Calpe, Madrid, 1945: “Es de un solo piso, con 1.600 asientos. Dan entrada al edificio dos puertas. Entre sus dependencias hay una pequeña caballeriza, un corral para el ganado bravo, otra corraleta pequeña, seis chiqueros, un cuarto de toreros que se habilita para enfermería y dos habitaciones pequeñas”.
Esta plaza brindó brillantes tardes de toros durante las dos primeras décadas del siglo XX, para desaparecer paulatinamente, aunque parte de su coso y de su graderío fue reutilizado como instalaciones industriales. Una pala excavadora puso fin a cualquier resto de dicho edificio el 17 de septiembre de 1999.
A continuación del matadero se construyeron dos casas más hacia el sur siguiendo la línea marcada por la fachada del convento de Santa Ana. Esta calle que había nacido al amparo del antiguo convento de Santa Ana recibía el nombre de Plaza de las Monjas.
A principios del siglo XX Xixona había establecido las bases para que la modernidad se asentara definitivamente. La agricultura de secano, fundamentada en el cultivo del almendro, olivo, cereales y uva, está a punto de ceder el testigo a la moderna industria turronera como motor de la economía local. Este importante cambio estuvo acompañado por un incremento de los servicios sanitarios, educativos, asistenciales que a lo largo de las primeras décadas del siglo XX cambiarán la vida y el futuro de los jijonencos.
Un ejemplo clarificador es la instalación de la luz eléctrica. El consistorio municipal aprobó en su sesión plenaria del 28 de octubre de 1900 autorizar a Baldomero Aracil Carbonell, vecino de Alcoy, instalar el alumbrado público y la construcción de una fábrica de electricidad. La fábrica se edificaría a unos 50 m al norte del convento de Santa Ana, teniendo por límite este el camino de Relleu y por límite norte el barranco de la actual calle Terradets. El edificio tendría la misma orientación que la fachada principal del convento de Santa Ana, pero en una calle paralela.
El 16 de julio de 1901 el Ayuntamiento decidió nombrar a esta nueva calle que partía desde la fábrica de la luz, como de la Industria; sin embargo la calle paralela hacia el este, donde estaba el exconvento de Santa Ana, mantenía el nombre de Plaza de las Monjas.
A comienzos del siglo XX los empresarios turroneros estaban decididos a introducir la nueva maquinaria movida a vapor, ya que les permitía aumentar vertiginosamente su producción, para ello era imprescindibles la construcción de edificios dedicados a la producción del turrón (fábricas) por lo que el Ayuntamiento pensó en la necesidad de ofrecer suelo industrial para la instalación de estos nuevos edificios fabriles.
Así el 17 de marzo de 1907 se dieron los primeros pasos para urbanizar una amplia zona a espaldas de la calle El Vall y localizada entre el barranco que existía en la actual calle Terradets (al norte) y el barranc de la Font (al sur). Una zona en la que algunos industriales habían establecido sus factorías siguiendo la línea marcada de oeste a este por el barranc de la Font.
En primer lugar se diseñó la trama viaria que consistía en prolongar hacia el sur las calles de la Industria (actual calle Alicante) formada por la fábrica de la luz y la casa de José Mira Miralles y la Plaza de las Monjas (actuales Plaza de las Monjas y Nicolás Verdú) que estaba constituida por los edificios de las Escuelas Nacionales y las viviendas de Antonio García López, Esteban Filliol Verdú y Joaquín Cremades Sirvent y la creación de una nueva vía que comunicará la calle del Vall, desde la casa de doña Leocricia García Miralles, con estas dos, en las cercanías del barranc de la Font (la actual calle Torre de les Maçanes). La construcción de esta última calle “tendrá lugar por medio de un pasage o pórtico en la mencionada casa que da salida al huerto de la misma, cuyo pórtico se sitúe en la parte baja de dicha casa, y alcance hasta el primer piso”.
En segundo lugar se declaró de utilidad pública la ocupación de los terrenos y se designó una comisión formada por: “los peritos prácticos Francisco Verdú Monerris y Francisco Bernabeu Monerris y a los maestros albañiles Don José Coloma Méndez y don Francisco Cortés García para la valoración pericial de los indicados terrenos y parte de casa”.
En tercer lugar se autorizó al alcalde para que, una vez valorado el precio de los terrenos a expropiar, entablase las negociaciones necesarias con los propietarios. Poco a poco todas estas gestiones fueron fructificando y en el pleno municipal del 25 de agosto de 1907 se informó que se había llegado a un acuerdo con los propietarios de los terrenos.
A José Mira Miralles se le expropiaba un terreno situado en las inmediaciones del callejón y Plaza de las Monjas, junto a su casa de una extensión de 16,75 m de largo por 3 m de ancho, que abarca una superficie de 50 m2, y cuyo valor eran de 500 pesetas.
A Leocricia García Miralles se le expropia por una parte, para constituir el viario que en la actualidad es la calle Torre de les Maçanes, un espacio de 88 m de largo por 7 de ancho, y por otra una porción de huerto de 13 m de largo por 3,16 m de ancho para facilitar la prolongación hacia el sur de las calles de la Industria y Plaza de las Monjas. Estas dos porciones de huerto suponen una superficie de 657 m2. El Ayuntamiento abonó por ellas un total de 5.913 pesetas a razón de 9 pesetas el metro cuadrado.
Leocricia García también iba a recibir unas 6.522 ptas. en compensación por la apertura del pórtico en su fachada para unir la calle del Vall con la de nueva construcción y porque el Ayuntamiento tenia “el derecho de paso, uso y aprovechamiento público del mencionado pasaje”.
Debido al montante económico de toda la operación se decidió que José Mira Miralles recibiría la totalidad de las cantidades adeudadas en el mismo momento de la firma de la escritura, mientras que a Leocricia García se le iban a pagar en cinco plazos anuales, a razón de 2.487 pesetas en cada uno, pagándole el primer plazo en 1908. Leocricia también iba a cobrar un 5% anual en concepto de intereses de demora, mientras no se sufragase la totalidad de la deuda.
Estas cuestiones fueron puestas a votación por el señor alcalde, siendo aprobadas por unanimidad. Las obras de urbanización del viario público fueron realizándose a lo largo de 1907 y 1908 y en la sesión plenaria del 26 de abril de 1908 se dio el último paso la aprobación del pago “del importe de la tubería y gastos de colocación de la misma para la conducción de aguas potables desde la cañería general (…) al ensanche de la población realizado en las tierras de Doña Leocricia García”.
Existiendo agua potable, algunos jijonencos se animaron para construir en el nuevo ensanche de la población. Así el 3 de mayo de 1908 José Verdú Monerris solicitó permiso al consistorio municipal para construir un edificio de viviendas “en la Plaza de las Monjas con frontera a la misma y a la calle de la Industria” y se le permita “profundizar las obras hasta alcanzar en la planta baja el nivel que tiene la referida Plaza”.
Sólo faltaba un pequeño detalle, designar estas nuevas calles. Hubo que pasar casi dos años hasta que el 25 de diciembre de 1910 el Ayuntamiento en pleno aprobara “designar con el nombre de Reina Victoria la calle abierta en el huerto que era de doña Leocricia Garcia Miralles, adquirido al efecto por el Municipio; y con el Don Nicolás Verdú, la que una a dicha calle con la Plaza denominada de las Monjas”.
Desafortunadamente desconocemos de quién partió la propuesta de denominar a esta calle con el nombre del insigne maestro Nicolás Verdú Sirvent, aunque sí que parece claro el motivo de tal distinción, puesto que dedicó toda su vida profesional a la docencia en la ciudad de Xixona que le acogió en 1844, puesto que el nació en la vecina población de Mutxamel, y que le despidió con profundo pesar tras su fallecimiento en 1879. Honda debió ser la huella que dejó entre los jijonencos este maestro pues pasaron más de 30 años hasta que se le otorgó tal distinción.
El nombre de esta calle consiguió sobrevivir a los avatares de la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República, la Guerra Civil y el Franquismo y alcanzar la Democracia, permaneciendo en el callejero de la ciudad del turrón, para orgullo de Muchamiel y Xixona.
FUENTE: B.G.S.